25 jun 2016

TOSHISHUN


TU REGALO


                 La historia que te traigo hoy ha sido reclamada por numerosas fuentes, en Japón un campesino la cuenta porque la oyó de un monje errante, en China un soldado que compartió bebida y descanso con una cortesana, hasta en la lejana India la relataba un enjuto maestro a su asombrada audiencia. Todos tenían su parte de razón, y no sería de extrañar que cada uno de ellos terminara aportando su pequeño ladrillo en este muro interminable. Quisiera regalártela, que a partir de hoy fuese tuya pero que no te la quedaras mucho tiempo. Me gustaría que la compartieras con tus seres queridos, con algún conocido, con cualquiera. Siento no poder asegurarte ninguna bendición por ello, no vas a hacerte rico, ni vas a ser más feliz pero harás que este pequeño cuento deje de pertenecerte sólo a ti, lograrás que otro pueda disfrutarlo y a su vez transmitirlo. Permítete ser el autor y el público, el público y el autor. Y sobre todo piensa y mientras lo haces deja que las palabras entren en ti y obren el milagro que pretenden.



DE RICOS Y POBRES


                 El protagonista de este relato decía llamarse Toshishún, aunque posiblemente no fuese ese su verdadero nombre. Era hijo de un hombre muy rico y en su alocada juventud despilfarró toda su fortuna, gastó tanto e hizo tan poco que no disponía ni lo más mínimo para subsistir y su aspecto era lamentable. Esa noche, como en las anteriores, se limitó a sentarse a un lado del camino principal que da acceso a la ciudad, contemplando a los viajeros. Pasó mucho tiempo observándolos y echando de menos todo lo que tuvo y perdió. Tras el paso de una bella dama que guiada por unos sirvientes montaba en un hermoso corcel blanco suspiró. Levantó su mirada hacia el sol poniente, y se lamentó:

            -“Estoy hambriento, no me ayuda nadie, todos me cierran sus puertas y no tengo donde ir ¿No sería mejor arrojarme al río y así acabar de una vez con esta vida de humillaciones?”


            Al poco apareció un viejo que portaba un largo bastón y un sombrero que le cubría parcialmente el rostro, que a su vez mostraba una poblada y descuidada barba blanca y un parche que le tapaba uno de los ojos.



            -“¿Qué estás haciendo aquí joven? ¿Y por todos los demonios en qué estás pensando con esa cara de muerto andante?”- espetó el anciano.

            Toshishun bajó avergonzado la mirada.

            -“No tengo donde ir, pensaba en lo que podría hacer, pero me siento demasiado triste como para pensar”- contestó.

            -“Oh, una verdadera lástima”- dijo el viejo- “permíteme ayudarte, ponte ahora mismo frente al sol poniente, cuando tu sombra se proyecte en el suelo recuerda bien el punto exacto donde estaba tu cabeza. Cuando llegue la medianoche cava un agujero en ese lugar y encontrarás suficiente oro como para llenar un carro entero.”- vaticinó el hombre.

            Se giró para agradecerle sus palabras pero éste ya había desaparecido, Toshishun se sentó y esperó hasta la medianoche, las palabras del anciano le habían reconfortado y llenado de nuevas esperanzas.


LOS BUITRES VISTEN DE SEDA


                 Con el recién adquirido tesoro Toshishun compró un gran palacio, ordenó que en su casa jamás faltase el vino, ni la carne, ni cocineros que preparasen tan suculentos manjares. Levantó un exuberante jardín con flores traídas de lejanas tierras y en el que soltaron diez pavos reales. Coleccionó piedras preciosas de todos los tamaños y colores. Sus muebles eran de maderas perfumadas y marfil de la India.

            No tardaron en llamar a su puerta sus antiguos “amigos”, los mismos que no hace mucho se negaron a recibirle. Todos se adornaban de sus mejores y más falsas sonrisas, se inclinaban cuan cañas durante un tifón y le adulaban usando adjetivos que, por demasiado elaborados y exagerados resultaban ridículos al oído.

            Toshishun les recibió a todos y organizó fiestas, todas las personas importantes de la ciudad acudieron a alguna de ellas. Se sirvieron exóticos platos y se tocaron canciones nunca oídas con instrumentos desconocidos. Veinte mujeres de singular belleza bailaron para todos y un prestidigitador persa tragaba largas espadas ante el asombro de todos.

            Dos años duró la fiesta, pronto el joven se quedó sin nada. Toshishun acudió a pedir ayuda a aquellos que le habían estado visitando a diario. Todos le ignoraron, pretendían no conocerle cuando se cruzaba con ellos en el mercado y le negaron hasta el agua para beber.

            De nuevo se vio sentado a un lado del camino principal, y una vez más volvió a ver al anciano, que le hizo la misma pregunta:

            -“¿En qué piensas?”

            Dos veces repitió la pregunta, pues la vergüenza que sentía Toshishun le atenazaba la garganta.

            -“No tengo donde dormir, no tengo nada”

            El anciano suspiró.

            -“Está bien, sitúate frente al sol y observa tu sombra, al llegar la media noche cava a la altura de tu pecho, encontrarás oro suficiente para llenar un carro”.

            Toshishun esperó, sintiendo profundos remordimientos, como un niño que sabe que ha hecho algo malo. A la hora indicada cavó, volvió a encontrar oro y de nuevo se convirtió en el hombre más rico del lugar.

            Todo volvió a ser como antes, las fiestas, los lujos, las mujeres, la piara de aduladores Esta vez la fiesta duró tres años, ni un día más.


SANTOS Y DEMONIOS


                 -“¿En qué piensas?”-  preguntó de nuevo el anciano.

Toshishun, por tercera vez en el camino le respondió sin vacilar, de una forma u otra aguardaba su aparición.

            -“Lo he perdido todo, no tengo nada”.

            -“Ya sabes lo que tienes que hacer, cava en esta ocasión a la altura del vientre y encontrarás oro suficiente para llenar un carro.”-  dijo monótonamente el viejo.

            -“Ya no quiero dinero, señor”- contestó Toshishun.

            El anciano arqueó una ceja y le preguntó:

            -“¿Ya te has cansado de vivir como un príncipe, de los lujos, las comodidades y los placeres?”

            -“No, no es eso”- se sinceró el joven- “es que ahora siendo un profundo desprecio hacia los seres humanos. Cuando tengo dinero o algo de lo que ellos se puedan aprovechar se vuelven sumisos, lisonjeros y rastreros, pero cuando no tengo nada, cuando necesito su ayuda ni siquiera una sonrisa me muestran, sus corazones se cierran como las puertas de un castillo, así que ya no quiero ser rico”- explicó.

            -“Ahá, así que a partir de ahora vas a vivir felizmente sin dinero”- se burló el viejo.

            -“No señor, quisiera que me enseñara su magia. No hay que ser muy listo para darse cuenta de que no es una persona corriente, usted debe ser un hechicero muy poderoso y sabio, además conoce la compasión, así que también es un hombre bueno”

            -“hmmm tenéis razón, soy un ermitaño y vivo en esa montaña de allí, mi nombre es Tetsukanshi y si ese es tu deseo te tomaré como discípulo”- accedió el anciano.

            Toshishun tocó varias veces el suelo con su frente y agradeció efusivamente el gesto.

            -“No me des las gracias todavía, el hecho de que te acoja como aprendiz no quiere decir que vayas a tener éxito y adquirir mis poderes, eso dependerá únicamente de tu esfuerzo, si no lo logras no será asunto mío. De momento sujeta mi bastón y agárrate fuerte a mí”

            Al hacerlo el bastón pareció alargarse y de un fuerte impulso cruzaron el cielo. Toshishun aterrorizado vio cómo el camino, la gente, toda la ciudad desaparecía entre un mar de nubes, solo se divisaba el pico de la montaña como una diminuta isla, y entre tanto el viejo hechicero cantaba a voz en grito mientras su larga cabellera blanca y sus barbas bailaban con el viento.


NI UNA PALABRA


                 Llegaron a la sima, no se oía ni un ruido, todo el lugar resultaba tan irreal como un sueño. Tras descansar un poco el anciano se dirigió a su nuevo discípulo.

            -“Ahora tengo que partir, debo atender asuntos de gran importancia, no obstante quisiera que comenzaras tu entrenamiento de inmediato así que te encargaré una sencilla tarea, deseo que te sientes de espaldas al precipicio y permanezcas inmóvil y en silencio, sobre todo en silencio, no abras la boca, no digas ni una palabra ocurra lo que ocurra, si lo haces habrás fallado y no me quedará más remedio que expulsarte de aquí. ¿Me comprendes?”- aseveró Tetsukanshi.



            Toshishun asintió con la cabeza, el viejo sonrió y se despidió con un gesto de su mano, luego agarró fuertemente su bastón y saltó al vacio.

            Pasaron las horas, llegó la noche y con ella un viento helador, una voz surgió de la oscuridad:

            -“¿Quién anda ahí?”

            Toshishun no contestó.

            -“Si no hablas tendré que matarte”- Amenazó la voz.

            De la oscuridad surgió un enorme tigre blanco, con los ojos rojos como el fuego, al mismo tiempo oyó sisear a una gigantesca serpiente, ambas fieras se prepararon para abalanzarse sobre la misma presa, él.

            El joven discípulo cerró los ojos a la vez que el tigre saltó, la serpiente también avanzó con sus fauces abiertas, ambas bestias chocaron y se enzarzaron en una terrible lucha hasta que las dos se precipitaron hacia el vacío. Toshishun abrió temeroso los ojos, seguía solo y en silencio.



            La paz duró poco tiempo, de repente el cielo se tornó oscuro, nubes negras cubrieron la luna y las estrellas y tremendos truenos retumbaron por todas partes, una lluvia densa comenzó a caer sobre él y súbitamente un rayo destrozó parte de la montaña muy cerca de donde se encontraba, salpicando agua y piedras a partes iguales sobre el aterrorizado Toshishun. Los relámpagos parecían que iban a destruir la montaña y al joven con ella. De nuevo se hizo un ovillo y aguantó estoicamente. Tan rápido como apareció la tormenta se detuvo y la calma volvió a la cima.

            Transcurrió otra hora, en esta ocasión se presentó ante el discípulo un imponente guerrero vistiendo una intimidante armadura toda hecha de oro y blandiendo una lanza de tres picos.



            -“Esta montaña me pertenece desde el principio de los tiempos, ¿Cómo ha podido llegar un insignificante humano a este lugar? Has de tener algún don extraordinario que yo desconozco.”- le dijo el guerrero.

            Al no obtener respuesta se enfureció

            -“¿No me contestas?  ¿Quién eres tú? Habla ahora o mi ejército te destrozará”.

            Alzó su lanza y un fuerte destello cegó por un momento al acongojado Toshishun. Al recuperar la visión vio cómo una escolta fantasmal flanqueaba al guerrero.

            -“De acuerdo, si eso es lo que deseas

         Con un fugaz movimiento la lanza atravesó el pecho de Toshishun, éste aterrorizado se llevó una mano a la herida de la que ahora manaba abundante sangre, quiso ahogar el grito en su garganta, cosa que no le resultó difícil, su boca escupió gran cantidad del líquido vital. El dolor era real, demasiado, Toshishun no pudo más que mirar con estupor al guerrero mientras la vida se le iba escapando por momentos.


TORMENTO


                 Toshishun sintió cómo abandonaba su cuerpo destrozado, se elevó flotando como una pluma impulsada por un gélido viento, una densa oscuridad le rodeaba por todas partes. Parecía dirigirse hacia un gran palacio. Nada más acercarse un numeroso grupo de demonios voló hacia él y le agarró por brazos y piernas. Le arrojaron a los pies de una titánica figura, un ser enfundado en un brillante kimono de seda negra, cara oscura y larga cabellera blanca, una maciza corona dorada adornaba su cabeza. Toshishun reconoció de inmediato a Emma-Ho, Rey de los infiernos. El joven permaneció arrodillado sin saber qué le iba a pasar.



            -“Qué estabas haciendo sentado en ese monte?” – La voz de Emma-Ho era como un trueno, reverberaba por las paredes, hacía vibrar el alma misma.

            Toshishun iba a contestar, pero recordó las palabras del hechicero “No hables pase lo que pase”, y así hizo, respiró profundamente y guardó silencio.

            Sorprendido, el rey de los infiernos rugió:

            -“¿Pero dónde te crees que estás? ¿Eres consciente de quién te está hablando? Si no respondes sufrirás los castigos del infierno”

            Con ferocidad Emma-Ho hizo una señal a sus demonios, éstos condujeron al desgraciado Toshishun al monte de las puntas de espada, donde le desgarraron el pecho e infligieron mil heridas, le ahogaron en el estanque de sangre, sumergieron en el mar de hielo y pasado por el valle de las llamas, le golpearon con martillos de acero, le metieron en una olla de aceite hirviendo, una serpiente venenosa le sorbió los sesos y un buitre le arrancó los ojos y a pesar de todos esos padecimientos no consiguieron sonsacarle ni una palabra lo que dejó atónitos a los demonios.

            Volvieron a llevarle ante el rey, los demonios se disculparon:

            -“Señor este criminal no tiene intención de hablar”.

            -“Está bien”-  contestó el rey- “traed inmediatamente a su madre. 

Escúchame bien, si no confiesas porqué estabas en el monte sagrado la castigaré”

            Toshishun guardó silencio.

            -“Eres un indeseable, un maldito egoísta, permitirás que tu madre sufra con tal de no hablar. ¡Qué miserable!”.

            Los demonios volvieron conduciendo a empujones a unafigura desnuda y escuálida con las manos atadas con fuertes nudos y un saco en la cabeza. Al retirárselo Toshishun reconoció la cara de sus madre muerta no hace mucho.

            -“Y ahora azotadla, golpeadla, mordedla, destrozad su carne, romped sus huesos!!”- Bramó Emma

            El castigo comenzó, tres veces preguntó el rey si quería hablar, tres veces se negó. Toshishun rompió a llorar y el Rey Emma alzó la mano para que los demonios pararan.

            El joven se arrojó a los brazos de su agonizante madre.
            Con un hilo de voz le dijo:

            -“Hijo mío, no te preocupes por mí, no hables si no quieres, mi único deseo es que seas feliz, se fuerte, no desfallezcas, estoy tanorgull”.

            La mujer expiró, pero su rostro, lejos de dolor o sufrimiento mostraba una gran paz. No mostraba rencor a pesar de ser él el causante de su martirio, le dio la vida y al volver a morir pareciera querer volver a dársela. Toshushin entendió el amor incondicional de una madre, la entrega absoluta. Cuan diferente de aquellos que le rodeaban cuando nadó en la abundancia. Deseó no haber encontrado el oro, ni haberlo despilfarrado, ni haber encontrado al viejo hechicero, deseó no haber hecho sufrir a su madre, ni en la vida ni en la muerte, sintió ira, descontrolada y de su garganta escapó un grito desgarrador: “MADREEEEE!!!!”




REDENCIÓN


                 Toshishun volvió a encontrarse en el camino que conducía a la ciudad, a su lado se encontraba el anciano apoyado en un árbol mientras le observaba con su ojo sano.

            -“Has fracasado”- dijo despreocupadamente.

            El joven, aún con lágrimas en los ojos sujetó las manos del anciano.

            -“Señor, no me importa, me resultó imposible aguantar el sufrimiento de mi madre, no podía quedarme allí mirando sin hacer nada, pero me alegro profundamente de no haberlo conseguido”.

            El viejo Tetsukanshi le miró fijamente y dijo:

            -“Si te hubieras quedado callado”- hizo una solemne pausa-“si te hubieras quedado callado habrías muerto, ése al que viste era Enma-Ho, el rey de los infierno y nada de lo que has vivido ha sido una ilusión. Yo sabía, nosotros sabíamos desde el principio que fracasarías, pero fuiste tú quien insistió”

            Toshishun tragó saliva intentando asimilar todo lo experimentado.
            -“Sólo me queda una duda-  dijo el anciano- “Está claro que nunca serás un hechicero y tampoco deseas la riqueza. ¿Qué quieres hacer con tu vida? ¿A qué te dedicaras a partir de ahora?”

            -“¡A cualquier cosa! Pero sea lo que sea, viviré honestamente, seré una persona con principios, no deseo nada más”- contestó Toshishun.

            -“Recuerda bien lo que me acabas de decir joven aprendiz, pues a partir de ahora no volverás a verme nunca más”-sentenció

            Apenas emprendió el camino cuando detuvo sus pasos y se volvió de nuevo.

            -“Ah!, una cosa más, si cruzas toda la ciudad por el camino principal, la abandonas por la puerta este y caminas durante veinte minutos verás una casa rodeada de huertos, es la única que tiene melocotoneros y deben estar a punto de madurar, hasta ahora solía vivir allí, necesita trabajo pero la tierra da buenos frutos, si quieres quédatela


            El viejo hechicero Tetsukanshi se alejó caminando bajo la luz de la luna mientras tarareaba una alegre canción.



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