5 may 2018

MISTERIOS DEL MAR: FUNAYUREI


QUI HABITAT IN PROFUNDIS


            El mar, eterno, insondable, siempre incógnito. A veces pareciera estar dotado de voluntad propia, ora calmo ora bravío. Desierto ante nuestros ojos mas rebosante de vida, de facto origen de la misma, y a la vez repleto también de muerte.

            Al ser un archipiélago, Japón siempre ha mantenido una relación muy estrecha con las aguas que lo rodean y desde tiempos pretéritos sus gentes han observado y estudiado los misterios que escondían, Su conocimiento sobre el mundo submarino y las criaturas que allí moran es inmenso.

            Permítanme que les sirva de guía en un asombroso viaje a las profundidades oceánicas, zambullámonos (disculpen el pequeño juego de palabras) en un mundo donde la maravilla y el horror van sujetos de la mano.




LOS AHOGADOS


            Aparecen en noches de luna llena, a veces ocultos tras una espesa niebla que se aproxima a las embarcaciones solitarias. Reciben muchos nombres: Ayakashi, Inadakase, Namourei. Aunque se les conoce más comúnmente como Funayurei . La traducción directa sería algo así como  ´barco fantasma´. Pero no se trata de naves sino de marineros, a veces de tripulaciones enteras, que se acercan a sus víctimas. Uno solo o todos juntos.  Corroídas carcasas abordan cualquier tipo de navío, ya sea barca o buque, se aferran a ellas con  huesudas garras e impiden que ésta se mueva. Una vez en cubierta demandan con voz espectral un cubo. Si se les entrega comienzan a llenarlo una y otra vez con agua de mar e inundan el barco hasta hacerlo zozobrar cobrándose así una nueva víctima. Los marineros más experimentados siempre suelen llevar cubos rotos o sin fondo pues es una forma bien conocida de engañar a estas entidades. Al no poder llenar el recipiente el funayurei se frustrará y volverá de nuevo a las aguas.

Funayurei, los ahogados buscan víctimas.

            Al ser Agosto su mes predilecto y coincidir esta fecha con la festividad del Obon se cree que pueda tratarse algún tipo de espíritu hambriento, por lo que una breve ceremonia de Segaki  será igualmente efectiva.

            Hay casos en que los un único barco de maderas ennegrecidas se ha materializado sólo para embestir momentos después a pescadores aislados, aquí sí que el término ´funayurei´ ´ sería más apropiado, aunque hay otra criatura aún más terrible que suele mostrar ese bestial comportamiento...


UMIBOZU, EL MONJE GIGANTE


            El umibozu  es un ser colosal, hasta ahora nadie ha podido contemplar su forma completa ya que sólo  deja ver la parte superior de su cuerpo, levemente humanoide y de un profundo color negro. Su cabeza es bulbosa y lisa como la de un monje, de ahí su nombre. Puede variar en tamaño, algunos dicen que es tan grande como un barco de pesca,  otros lo describen como un titán que se vislumbra muy lejos, en el horizonte.



            El umibozu  aparece  cuando las aguas están en calma y las agita con sus poderosos brazos  haciendo que  los barcos vuelquen o sean arrastrados hasta algún arrecife cercano. Los más ´pequeños´ pueden acercarse y actuar como un funayurei : pedirán un cubo o un barril con el que inundará la cubierta y la bodega, aunque si se les ignora se enfadarán y volcarán la embarcación.

            El saber popular identifica a estos monstruos con monjes ahogados, muchas veces víctimas de la ira de campesinos ante algún hecho escandaloso o comportamiento impío.

            Los más escépticos afirman que las formas bulbosas en el horizonte no son más que nubes de tormenta arrastradas por un tifón, tan comunes por esas latitudes.

Umibozu.

            Sin embargo hay una tercera teoría. Según los partidarios de los antiguos astronautas... (tranquilos, no os vayáis, es una broma, aún no utilizo el enchufe para peinarme).  La tercera teoría afirma que el umibozu es una criatura que habita en el mar de Seto, o mar interior. Y lo cierto es que no es una criatura, son muchas, y no son gigantes, apenas llegan a medir tres milímetros.

Los peculiares habitantes del mar de Seto.

            Nos referimos a las Umihotaru, o luciérnagas de mar, pequeños crustáceos bio-luminiscentes que se encuentran en las playas de Ushimado, en la prefectura de Okayama, a orillas del mar de Seto. Durante el día tienen el aspecto de plancton,  y apenas se distinguen entre la arena pero al llegar la noche toda la zona se torna en un espectáculo grandioso lleno de azules brillantes y negros de rocas silueteadas y miríadas de pequeñas lucecitas desplazándose a merced de las corrientes por el fondo marino como si de una criatura de otro mundo se tratase. Algo digno de ser visto, más que oído.

Umihotaru, las luciérnagas del mar.


 

EL NAUFRAGIO DEL TOYAMARU


            Corría el año 1947, Japón iba recuperándose poco a poco de las heridas de la reciente guerra. La empresa ´Nihon Kokuyu Tetsudo´  también conocida como JNR o Japanese National Railways encargó a la todopoderosa Mitsubishi  la construcción de un nuevo transbordador destinado a unir las islas de Hokkaido  y Honshuu .

            El 21 de septiembre de ese año fue botado el Toyamaru, un flamante ferry de 118 metros de eslora y 3900 toneladas de peso. Era uno de los más modernos de su época, el primero barco civil en el país equipado con radar. Era operado por 120 tripulantes, podía acomodar hasta 1130 pasajeros y cubría el recorrido desde Aomori  hasta Hakodate en tan sólo cuatro horas y media.

El Toyamaru en todo su esplendor.

            Desgraciadamente lo que hizo famoso al Toyamaru no fueron sus características técnicas sino un terrible incidente que lo mandaría, junto con la mayoría de sus ocupantes, directos al fondo del mar. Y en esta ocasión la desgracia tendría nombre de mujer.


MARIE


            El tifón número quince según los meteorólogos japoneses, ´Marie´  para el público en general, azotó las costas japonesas entre el 19 y el 28 de septiembre de 1954. ´Marie´ se aproximó al archipiélago nipón desde el este, cruzó por entre las islas de Shikoku y Kyushuu  y luego giró hacia el norte recorriendo el país dejando tras su paso un halo de destrucción. Al llegar al estrecho de Tsugaru, que es el que separa la isla principal de Honshuu y la norteña Hokkaido, Marie viró de nuevo hacia el este para perderse al fin en los confines del océano Pacífico.

            El 26 de septiembre las previsiones apuntaban a que el tifón atravesaría las aguas del estrecho sobre las cinco de la tarde. El Toyamaru acababa de atracar en el puerto de Hakodate, a las once de la mañana, puntual como siempre. Había completado su primer viaje del día desde Aomori . La vuelta estaba programada para las tres menos veinte de esa misma tarde, a tiempo para evitar el tifón.

Tifón similar al que azotó el estrecho de Tsugaru.

            Sin embargo se recibieron órdenes de última hora, debido a que el menos potente ´Dai 11 Seikan Maru´ se vio imposibilitado para realizar su travesía regular toda la carga y pasajeros debían ser transferidos al Toyamaru. A las 15:10 el capitán quiso cancelar el viaje, pero en lugar de eso se acordó retrasar la salida esperando una mejora de las condiciones meteorológicas. 

            Fuertes vientos y lluvias azotaron el puerto pero la tormenta pareció amainar a eso de las cinco de la tarde, hora que coincidía con el paso de ´Marie´  por el estrecho. Creyendo que ya había concluido el peligro se reanudaron las tareas de carga y embarque y al fin zarpó el Toyamaru  con un total de 1220 pasajeros (recordemos que fue diseñado para albergar a 1130), 111 tripulantes y 41 oficiales a bordo. Eran las 18:40.

El Toyamaru de camino hacia su triste final.

            La realidad resultó ser mucho más terrible, el tifón, lejos de adentrarse en aguas oceánicas, había ralentizado su avance y aún permanecía en el estrecho de Tsugaru. Tras percatarse de ello el capitán ordenó dar la vuelta y refugiarse tras el rompeolas de la playa de Nanae, a las afueras del puerto. Los intentos de fondear resultaron infructuosos, el ancla no logró aferrarse al fondo y la embarcación quedó a merced de los elementos.

            Durante tres horas estuvo el Toyamaru luchando contra olas de más de cinco metros.

Detalle del casco.

            El capitán terminó dándose por vencido y emitió la señal de S.O.S. a las 22:25, pero ya era tarde, el fuerte oleaje hizo que entrase agua en las calderas, lo que las dejó inutilizadas. 

            Completamente ingobernable la nave zozobró y veinte minutos después chocó contra unas rocas y empezó a hundirse.

El Toyamaru vencido por el fuerte oleaje.

            En los artículos de prensa posteriores los supervivientes referían historias de espanto, confusión e histeria en la oscuridad de la noche, entre olas gigantescas y vientos  ululantes que arrojaban por la borda a mujeres y niños. Los que llegaban vivos a la playa la recorrían con la esperanza de encontrar a amigos y familiares. Algunas parejas de viejos se habían atado con las cuerdas de sus salvavidas. Sus cadáveres continuaban unidos al ser arrojados a la costa.

Los cuerpos iban llegando a las playas traidos por la marea.

            En el hundimiento perecieron un total de 1155 personas entre los que se encontraban 56 soldados estadounidenses y sus familias. Miembros del gobierno de ese país sugirieron que se debería exigir a Tokio una indemnización por cada uno de los fallecidos de al menos el mismo importe que el que Japón les reclamaba por la muerte del pescador Kubayama , a consecuencia de la radiación atómica. A parte de esta clara muestra de revanchismo le fue concedida la medalla al valor a título póstumo al teniente de artillería George A. Vailliancourt por ´sus actos de heroísmo durante el naufragio´.

            Sólo 150 salvaron la vida, de los cuales 38 eran tripulantes y el resto pasajeros. Ninguno de los oficiales abandonó el barco, a diferencia de los estadounidenses no hubo homenajes ni condecoraciones, cumplieron con su deber y eso era suficiente.



            El Toyamaru no resultó ser la única víctima del tifón Mary. Ese mismo día el barco de carga Daiikimaru se estrelló contra el embarcadero y quedó severamente dañado, el barco de pasajeros Daisetsumaru se hundió, el carguero Iwamimaru perdió el puente, el Fujimaru sufrió daños en el casco. Le sigue una larga lista de hundimientos por todo el estrecho, así los navíos Hatsuharumaru, Hitakamaru, Kitamimaru, Seikanmaru, Shinseimaru y Tokachimaru, junto con parte de su tripulación fueron tragados por el mar, aumentando el número de muertos en 245 personas.

Memorial a las víctimas.

            El tifón también azotó las poblaciones de la costa dejando sin hogar a millares de familias.

 
Pueblo de pescadores arrasado por el tifón Mary.
            Este incidente fue uno de los principales factores para la construcción del túnel submarino Seikan que une las islas de Hokkaido y Honshuu el cual mide 53 kilómetros y es aún hoy día el segundo más largo del mundo.

AGUAS TENEBROSAS


            Todo el que surca el frío estrecho de Tsugaru  recuerda aquella nefasta jornada, y algunos marineros y pasajeros han sido testigos de extraños sucesos que desde entonces se vienen dando en aquellas frías latitudes: embarcaciones que se ven atrapadas en extrañas corrientes como si miles de manos sujetasen la quilla, capitanes que una vez en dique seco descubren horrorizados severos daños en sus cascos, como si unas garras gigantes hubieran cortado el metal de proa a popa. Y como no, siempre están esos que simplemente desaparecen y jamás se vuelve a saber de ellos ni de sus barcos. Hay viejos que antes de salir a la mar musitan una plegaria, no ya para evitar ser visitado por los funayurei  sino para que entre ellos no haya ninguna cara conocida.

Quedáis advertidos.

           
            Continuará...