30 mar 2016

KIYOHIME


IRA


                Cuentan que no hay fuerza más destructiva en la naturaleza que una mujer despechada. Al menos así lo creen en la provincia de Kii, donde un asombroso suceso tuvo lugar.

         Transcurría el séptimo año de la era Encho  (929 d.c.) cuando un joven monje llamado Anchin se encontraba realizando una peregrinación al santuario de Kumano Hongu. Quiso el destino que decidiera descansar en la casa del señor Masago, muy popular en la zona por sus costumbres ascéticas y por dar cobijo a peregrinos, monjes o no, que pasaran por el lugar.

            Cuentan también que el señor Masago tenía una hija, de nombre Kiyo, que no hace mucho había enviudado.

            Anchin era un joven apuesto y la dama Kiyo no tardó en sentirse atraído por él. El monje sucumbió a los encantos de la mujer y pasaron la noche juntos.



            A su partida Anchin aseguró a Kiyo que volvería a visitarla a la vuelta de su viaje y ella prometió esperarle.

            Los remordimientos atormentaban al peregrino. Había roto sus votos y en un viaje que debía de ser santo había mancillado todo lo que para él era sagrado. Había pecado, condenado su alma y sido preso de las pasiones humanas. Deseaba a esa mujer, la  poseyó y lo que le pareció más terrible, cuando le dijo que la visitaría no le estaba mintiendo, quería verla y con cada paso más desdichado se sentía.

            A la dama Kiyo los días le parecían semanas y las noches eternas, soñaba despierta con volver a ver a Anchin. Escribía poemas, cantaba y bailaba cuando nadie la veía, adolecía de un hambre que ningún manjar podía saciar. ¿Dónde estará su amado monje? ¿Cuánto faltará para el feliz reencuentro?

            Anchin tomó la decisión de no volver jamás a la casa de Masago, pasó de largo, cruzó el pueblo tan rápidamente como pudo y se propuso no regresar.

            Kiyo se sentía cada vez más desesperada, su amado no volvía, al principio se preguntó si le habría ocurrido algo pero no se oyeron noticias de ninguna persona desaparecida por aquellos lares, luego le atenazó la idea de que tal vez se hubiera olvidado de ella. Ansiosa preguntó a todo aquel que pasaba por el pueblo si había visto al monje Anchin. Alguien le dijo que la persona que estaba buscando ya había pasado por ahí e iba en dirección al río Hidaka y que si se daba prisa es posible que lograse alcanzarlo. Si dudar ni un momento corrió hasta casi desfallecer tratando de contener las lágrimas. No podía ser, su amado Anchin no, él le prometió que volvería con ella, no podría haber pasado de largo.

            Al llegar al embarcadero del río logró ver a Anchin, el cual huyó al verla, subió a una barca y le pagó una buena cantidad de dinero a Chikanobu, el barquero, para que le llevase a la otra orilla y no dejase cruzar a la mujer.

 


            Kiyo le suplicó que volviera pero Anchin le contestó que él no era el hombre que buscaba y le instó a que regresase a su casa.

            Un sentimiento de ira invadió a la desconsolada mujer, un rabia intensa, profunda ardía en su interior y gritando hasta casi desfallecer rogó a los dioses que la ayudaran. La dama Kiyo se encaminó hacia la orilla del río con intención de cruzarlo, nada en el mundo la podría detener, sus rasgos comenzaron a cambiar, una mueca de odio le deformaba la cara, su cuerpo se transformó en una gigantesca serpiente y con esta forma surcó las aguas con un solo objetivo en su mente: AnchinAnchinAnchin

         Agotado, el joven monje llegó al templo Dojoji. Allí solicitó asilo, afirmó que una extraña mujer la perseguía y que ni siquiera los rezos al dios de Kumano habían podido librarle de ella.
           
El abad le ofreció refugio y le indicó que en caso de aparecer su acosadora podría ocultarse bajo una gran campana de bronce que se encontraba en mitad del patio principal.

            La dama Kiyo, con su pavoroso aspecto hizo acto de presencia en el templo mas los monjes allí presentes no se inmutaron. Al preguntar ésta por el joven Anchin ninguno contestó lo que provocó que la rabia de la mujer se acrecentara aún más. Desesperada comenzó a buscar por cada rincón del templo. Estaba allí, lo sabía, ese olor, su olor. ¡Era Anchin! Ese maldito embaucador no iba a escapar, no esta vez.

            La campana, si, eso es. El miedo desprende una dulce fragancia, las serpientes lo conocen, ella lo conocía.

            “Anchin traidor” – dijo mientras se acercaba a la campana


                “Solo quiero abrazarte”- comenzó a enroscarse alrededor.

                “Anchin mi amor”- susurró mientras tomaba aire.

                “! Solo quiero matarte!”.

            La dama-serpiente  exhaló un torrente de llamas, tan intensas que el metal de la campana comenzó a fundirse. Los aterrados monjes pudieron contemplar cómo un mar de fuego inundaba el lugar y entre el crepitar de la madera y el denso humo oyeron los gritos del desdichado Anchin y las desquiciadas carcajadas de Kiyo.



            Dicen que la dama no encontró consuelo en su venganza y a pesar de recuperar su forma humana algo había cambiado en ella para siempre. Chikanobu el barquero encontró su cuerpo inerte días después en la orilla del río Hidaka. Kiyo se quitó la vida tal vez intentando apagar el fuego que aún ardía en su interior.

Ubicación de la campana en la que murió Anchin


            No pasó mucho tiempo  cuando un par de ángeles se aparecieron a los monjes del templo Dojoji, dijeron ser los espíritus de Kiyo y Anchin , ambos partieron en direcciones opuestas para no encontrarse jamás.

            Así me lo enseñaron y así os lo cuento.


HANNYA


                En Japón las mujeres suelen ser abnegadas, fieles y sumisas compañeras pero exigen el mismo nivel de respeto y dedicación por la cuenta que les trae a aquellos que hayan decidido unir sus vidas a las de ellas.

            Cuando son víctimas de los celos corren el peligro de sufrir una transformación interna y a veces también externa con consecuencias fatales para el causante de sus males. La criatura resultante es denominada hannya .

            Aunque es considerada como un demonio esto no quiere decir que la mujer esté poseída u hospede a ningún espíritu, su alma ha sido consumida por un profundo rencor y actuará descontroladamente pero seguirá siendo ella misma.

            Existen tres grados de transformación, siendo el primero y  más leve el denominado hannari, en el que la mujer desarrolla unos pequeños cuernos y es capaz de proyectar su odio apareciéndose a quienes la hayan agraviado, especialmente durante el sueño.

El segundo grado es conocido como chuunari, los cuernos crecen hasta tener un tamaño considerable y los incisivos crecen hasta sobresalirles de la boca. Podrá atormentar física o espiritualmente a su víctima.

El tercer y último grado es el llamado honnari. Llegada a este punto el cuerpo de la mujer sufre cambios drásticos, su cuerpo se llena de escamas y es capaz de vomitar fuego. Ni los mamori (amuletos) ni los rezos podrán detenerla. El cambio es irreversible, su espíritu se consume en el proceso y entra a formar parte del reino de los muertos.


Las hannya son un tema recurrente dentro del teatro  , siendo sus máscaras de las más reconocidas por todos.
     
  


“La furia tranquila
Fraguándose bajo la superficie
Para nunca desvanecerse

2 comentarios:

  1. KIYOHIME

    The legend of Kiyohime and Anchin is very famous in Japan. Its story is told in Noh theatre, kabuki dance and fairy tales. Video "Kiyohime (Snake Woman) Kumanokodo Festival", link: https://www.youtube.com/watch?v=giE2h0Wm_uY&fbclid=IwAR1gLacDFPC8fdAGc-EWqqPjDkaDQgQKXD5BHFHNeG6WSaS6hkVg5SkUP9s

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    1. You are very right, in fact it was the first Noh acting I ever saw. Thank you very much for sharing your link and thanks for visiting too.

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