16 abr 2016

BANCHO SARAYASHIKI


LA CUENTA INTERMINABLE O LA HISTORIA DE UNA VIDA ROTA



            No todos los fantasmas son horrendos, ni las venganzas productos del odio. Algunos son hermosos y su alma, lejos de haber sido lastradas por el rencor, han sucumbido víctimas de una profunda tristeza. Esta es la historia de Okiku, espíritu con el que todos los que vagamos penando en vida podremos sentirnos identificados.

            El castillo de Himeji es uno de los edificios más bonitos de todo Japón y seguro que todos vosotros habéis visto alguna vez sus blancas paredes elevándose majestuosas entre mares de cerezos en flor.


Castillo de Himeji

            En tan idílico lugar vivía la joven Okiku, una sirvienta proveniente de una familia pobre que como muchos en el siglo XVII se esforzaban por complacer a sus dueños a cambio de un poco de comida y un trato amable. Aún con todo, era feliz, pues tenía la inmensa fortuna de poder residir en un lugar sin duda bendecido por los kami , donde los pájaros cantaban con fuerza y la brisa se deslizaba jugando entre las hojas de los sauces, tan abundantes en la zona.

            Okiku era alegre, algo delgada pero alta para su edad y guapa, muy guapa. De la misma manera que las malas personas se sienten atraídas por las de buen corazón y el ambicioso siempre encuentra al crédulo y al honrado así un samurái llamado Aoyama Tessan, de tan elevado rango como baja era su moral no tardó en poner sus ojos en ella.

            Tessan era cruel, sanguinario y temperamental, atributos que en un guerrero curtido como él eran considerados con indulgencia por la gente, además su posición social hacía que sus deseos fueran por regla general rápidamente complacidos.

            Muchas veces abordó a Okiku con propuestas amorosas y otras tantas fue rechazado, Tomando el samurái estos desplantes primero como un desafío y luego como la testarudez típica de las mujeres que se saben hermosas.

            Un día le fue encomendada a Okiku una sencilla pero a la vez delicada tarea, siendo como era una sierva de confianza le encargaron transportar una vajilla compuesta por diez platos de porcelana regalo del mismo shogun al señor del castillo y que iban a presidir la cena a la que un importantísimo daimio estaba invitado.

            Los utensilios fueron cuidadosamente embalados y guardados en cajas lacadas y así entregados a Okiku quien se apresuró a dirigirse al lugar donde le habían indicado protegiendo con gran celo su valiosa carga.

            Mas la perversa mente de Tessan quiso idear un plan que haría que la joven Okiku se entregara por fin a él. Distrayéndola con una orden banal decorada con una voz enérgica la alejó de su obligación y abandonó las cajas durante un momento, justo lo que el malvado samurái necesitaba. Con cuidado extrajo uno de los platos y lo ocultó entre sus ropas, luego trató de disimular su acción de modo que nadie se diera cuenta.

            La inocente Okiku nada sospechó y se dispuso a despachar los platos en su destino. Quiso asegurarse de que todos los platos habían llegado intactos y de ser así adecentarlos de modo que quedaran agradables a la vista de sus severos superiores.

            La cara de Okiku palideció cuando al contar la vajilla echó en falta uno de los platos, los contó una y otra vez mientras la desesperación iba recorriendo sus venas como el frío torrente de un río en invierno, uno, dosasí hasta nueve, siempre nueve. ¡Y a ella le entregaron diez! Estaba segura que había tenido cuidado y no le estaba permitido ni siquiera pensar en que tal vez le hubieran entregado la cantidad equivocada, ¡Eso sería una gran ofensa!

              La joven lloraba desconsolada cuando el astuto Tessan se acercó a ella. Preguntó si todo estaba yendo bien e intencionadamente hizo incapié en la importancia de la visita y que al tratarse de familiares del shogun era vital cuidar hasta el más mínimo detalle y ello pasaba por los blasones grabados en los platos donde se iba a servir la cena
.
            Okiku cayó de rodillas ante el samurái y confesó que faltaba una de las piezas que se le encomendaron, las lágrimas recorrieron sus mejillas a la vez que Tessan sintió un escalofrío de satisfacción, había caído en la trampa como un pajarillo y ahora la tenía a sus pies.

            -“¿Cómo te atreves a ser tan descuidada con asuntos tan delicados?”- Gritó Tessan.

            Okiku apenas lograba balbucear algo parecido a una débil disculpa.

            -“! Sabes muy bien cuál es el castigo por semejante afrenta, y yo mismo lo llevaré a cabo si no haces algo por remediar esta situación!”- Aullaba mientras echaba mano a su espada de manera amenazante.



            “Pero soy una persona indulgente”-dijo mientras se aproximaba lentamente- “la quinta virtud del bushido es la compasión y no me es ajena niña, se que los de tu clase no reúnen las dotes necesarias para seguir la vía pero hasta un perro sabe mostrarse agradecido”- Siguió acercándose hasta poder tocarla con su aliento- “¿Qué me dices pequeña, podrías mostrarme un poco de tu agradecimiento a cambio de mi digamos comprensión?”.

            Tessan extendió su mano y rozó la cara de Okiku quien la apartó bruscamente.

            “!Zorra!”- escupió.

            El samurái la abofeteó con tal fuerza que Okiku casi perdió el conocimiento.

            “!!Desearás que tu muerte sea rápida pero juro por mis antepasados que yo haré que no sea así!!”.

            Bramó y su cuello se tornó hinchado y rojo como el de un toro, antes de abandonar la estancia dio un puntapié a Okiku que la hizo doblarse por el  dolor y la dejó allí tumbada.


            Lamentablemente el tormento de Okiku no hizo más que empezar, sirvientes y vasallos de menor rango se apartaban ante un Tessan enloquecido, recorrió los pasillos de un lado a otro y más de una doncella afirmó más tarde que no era una persona si no un oni  rabioso que había invadido el castillo.

            Regresó a la estancia donde Okiku aún permanecía sollozando y le exigió a gritos que confesara, sólo obtuvo un leve gemido como respuesta y con los ojos inyectados en sangre la agarró de la cabellera y así, a rastras la sacó al patio trasero de la fortaleza.

            -“!!Dime donde está el plato que falta sucia perra!!”.

            Tessan entró en un trance asesino. Con una gruesa cuerda ató a Okiku, los nudos le causaban gran dolor y con un profundo lamento rogó por su vida. Un fuerte golpe de puño en el estómago. No hubo más quejas.

            El samurái la izó sobre el pozo que proveía de agua al castillo, observó su obra, un hilillo de sangre recorría la comisura de los labios de la mujer, con una gran agonía alzó la vista, sus miradas se cruzaron, los ojos de Okiku suplicaban un porqué, Tessán soltó la cuerda.

            Todo acabó, el samurái se arrodilló como si hubiese librado una larga y cruenta batalla, resoplaba como un caballo tras una jornada de marcha.

            “Okiku”- susurro- “Maldita seas Okiku”.


           
            Transcurrió todo un año y el turbio asunto de los platos fue olvidándose hasta que una noche algo interrumpió el plácido sueño de cierto samurái de infausto nombre. La suave voz de una dama parecía contar, Tessan abrió su shoji (puerta corredera), a pesar de ostentar un cargo importante su habitación seguía dando al patio trasero, reservándose las estancias delanteras a las visitas y vasallos directos del clan Tokugawa.

            La voz siguió contando, Tessan contempló con espanto cómo una figura resplandeciente surgía de dentro del pozo, la cuenta seguía y mientras atenuaba su brillo la silueta de Okiku  seguía contando y con mirada acusadora se encaminó hacia el castillo, hacia su asesino, hacia Tessan. “.sieteocho”. El samurái se arrastró y retrocedió como un cangrejo atrapado en la arena. Nuevela figura comenzó a abrir los ojos…”NUEVEEE” La cara de Okiku, blanca como la nieve, el rostro de los muertos mostraba ahora una desesperación supina. “N..NUE..VEEE”. El espíritu abrió lentamente su boca hasta desencajar su mandíbula en un gesto antinatural. Los labios de Tessan comenzaron a temblar descontroladamente. Okiku voló hacia él y dos escalofriantes gritos se fundieron en la noche.

EL FANTASMA DEL CASTILLO


                ¿Qué sería de un viejo castillo occidental sin su correspondiente fantasma recorriendo eternamente sus estancias, ajeno  al mundo en el que una vez vivió?

            Oriente también los tiene y el de Okiku en Himeji es un buen ejemplo. Se la suele ver emergiendo del mismo pozo donde fue asesinada, comienza a contar unos platos (que aparecen como círculos luminosos que la rodean) y al llegar al número nueve busca frenéticamente la pieza que le falta y al no encontrarla llora y profiere una serie de alaridos que hielan la sangre de aquellos que contemplan la escena.

            Okiku no es un yurei al uso, esto es, no estamos ante un espíritu vengativo, solo pretende encontrar el plato que le falta y como lamentablemente éste se perdió hace tiempo está condenada a buscarlo eternamente. Una forma bastante conocida y sencilla de calmarla es terminar la cuenta por ella, si alguien grita en su presencia ¡diez! se tranquilizará y se desvanecerá no volviendo a molestar a los testigos.

Sepultura de Okiku, nótense los platos en sus manos y en la base de la tumba.

            Algunos os preguntaréis porqué Okiku no busca venganza. La respuesta es simple: Según las creencias japonesas un yurei es producto de su último pensamiento en vida, así si alguien es víctima de una gran injusticia y muere con un profundo deseo de revancha probablemente volverá para atormentar a los culpables. Okiku sin embargo murió convencida de que había recibido sus diez platos y únicamente quería encontrar el que faltaba. Quizá fue debido a su inocencia o a la idealización por parte de los diversos narradores de esta historia pero Okiku no albergaba ningún odio hacia Aoyama Tessan y se atribuye a sus remordimientos el que enloqueciera al ver al espíritu de la joven emergiendo del pozo.

Pozo de Okiku y castillo de Himeji

DIPLOMACIA


            Otro ejemplo es el vivido por un kaishakunin que se vio obligado a acabar con un samurái acusado injustamente de un crimen mayor. Antes de la ejecución y en presencia de los testigos el condenado amenazó a su verdugo con volver de entre los muertos y vengarse por matar a alguien aún a sabiendas de su inocencia. Todos palidecieron, pues para un samurái no hay diferencia entre palabras y hechos.

            El astuto kaishakunin hizo una curiosa propuesta al condenado: Si de verdad era inocente era en ese momento y delante de todos los testigos que podía demostrarlo y de esa manera le retó a morder la piedra sagrada que presidía el patio después de ser decapitado.

            El samurái perdió su cabeza pero antes de que el kaishakunin se la llevara comenzó a rodar hasta llegar a la piedra y para asombro de la audiencia abrió su boca y la mordió. Algunos nobles manifestaron su preocupación por las amenazas del muerto, a lo que el ejecutor explicó que no era la primera vez que se topaba con casos similares, el samurái murió tratando de demostrar su inocencia y con una sola idea en mente: morder la piedra, para corroborarlo recogió la cabeza del suelo y se la mostró a todos, en su rostro se evidenciaba una expresión de paz. “Ha muerto bien”, dijo, se excusó y abandonó el lugar sin ningún temor.

                       

PUES YO HE OÍDO QUE...


            La historia de Okiku ha sido reinterpretada en infinidad de ocasiones llevándose incluso al teatro donde el argumento fue cambiado convirtiéndose en una trágica historia de amor que transcurría en la casa señorial de los Aoyama en Tokio.

            En algunas versiones Tessan rompe el plato, en otras ni siquiera se llama así, también se habla de una valiosa vajilla holandesa y no un regalo del shogun.

Parte de la vajilla de Okiku

            El destino de Tessan también es incierto aunque se le quiso dar un final poético y como añadido a la leyenda se cuenta que enloqueció y se le expulsó del castillo abortando de paso un intento de asesinato contra el daimio de Himeji planeado previamente por el malvado samurai.

            Por último se sabe que una plaga de gusanos de seda de origen extranjero azotó la provincia de Himeji, solían abundar en lugares húmedos como antiguos pozos, los habitantes del lugar comenzaron a llamarlos Okiku-mushi ya que les recordaba a la doncella atada.

DIEZ


            Quisiera dedicar este artículo a todos aquellos que al igual que la protagonista de la historia se encuentran en un profundo agujero y tratan desesperadamente que alguien les brinde un poco de ayuda y por fin les salgan las cuentas.


            A veces solo es necesaria una palabra.

4 comentarios:

  1. Me encantó, tu forma de narrarlo
    Gracias <3 <3

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  2. Creo que es la narración que más me ha gustado de todas las que he leído hasta ahora sobre esta historia. Gracias!

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  3. Muchisimas gracias y encantado que le guste

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