2 jun 2016

KAWAIISONA ZO


AMOR FAMÉLICO


                 “!!Amito!!” decía Hanako con sus ojos “Tengo hambre amito”
El cuidador del zoológico de Ueno sonreía mostrando sus dientes apretados, un río de lágrimas recorría su rostro.

            Hanako era una joven elefanta, uno de los tres ejemplares que llegaron en 1927 al zoo y fueron desde entonces la principal atracción de la ciudad.
            El animal levantó su trompa y la agitó hacia su boca “Agua amito, sed”.

            El cuidador sacudió violentamente sus hombros, agarró con fuerza los barrotes, agachó la cabeza y profirió un gutural aullido de pura frustración, John, el macho, yacía inmóvil a un lado de la jaula, Tonki respiraba con gran dificultad.

            Hanako repitió el truco del saludo, tambaleante se levantó sobre sus dos patas traseras, trastabilló pero logró mantener el equilibrio, barritó, hace apenas unos meses volvía locos a los visitantes, que levantaban sus brazos coreando “Banzai!!!” mientras ella les saludaba.

            “! No, he dicho que no, no tengo nada que darte!” La impotencia le hinchaba las venas del cuello.



            Hanako le miró con tristeza, su querido amo estaba triste, quizá había hecho algo malo, estaba muy cansada, se arrodilló dejando caer su cada vez más liviano peso.

            “Buuubuuu” contestó la bestia apenada, alargó su trompa intentando agarrar cariñosamente a su amo “Lo siento amito, perdóname”.

            El cuidador apartó de un manotazo el apéndice del animal y gritó con toda su rabia:

            “!!!MUERETE YA MALDITA SEA, MUERETE YA!!!!”

El ZOO DE UENO


                En 1882 se inauguró en Japón el primer zoológico nacional en el distrito de Ueno, Tokyo , fue financiado exclusivamente por la familia imperial y aunque en comparación con otros era relativamente pequeño no tardó en convertirse en uno de los lugares más visitados de la ciudad.

            El 25 de julio de 1936 los encargados del cuidado de los animales comprobaron con horror que faltaba un leopardo negro, reciente regalo del Reino de Siam, la actual Tailandia, al Imperio japonés. La búsqueda se inició de inmediato mientras el pánico que extendió rápidamente por la ciudad y aunque el incidente apenas duró 13 horas, (la fiera fue localizada en las cercanías y se dejó atrapar sin oponer resistencia) ni se produjera ningún altercado el suceso marcó un precedente, el gobierno tomó buena nota y exigió al director del zoológico que no permitiría otro disturbio similar.

            Durante la invasión de China en 1937 nuevos animales fueron enviados desde las zonas ocupadas a modo de trofeo de guerra sin tener en cuenta la capacidad ni la viabilidad de las instalaciones pero eran tiempos de victoria y celebración, el pueblo se mostraba agradecido, todo parecía ir a las mil maravillas. De entre todos los animales los favoritos sin duda eran los elefantes, los cuales habían sido adiestrados para alzarse sobre sus patas traseras mientras los visitantes lanzaban vítores alzando sus brazos seguido de una lluvia de frutos secos y gritos de júbilo por parte de los niños.


“MEDIDAS EXTRAORDINARIAS”


                 1941, Japón entra en guerra con Estados Unidos, atendiendo a los consejos del general Yamamoto el gobierno se prepara para una victoria rápida o una lenta derrota, para ello es necesaria una preparación exhaustiva, se tiene en cuenta hasta el más mínimo detalle. El conflicto no había afectado al pacífico zoológicohasta ahora.

            Aprovechando la visita del director al continente se ordena la ejecución de “todo animal sobrante”, a pesar de las protestas de los encargados cuatro osos negros son fusilados. 



           Tras su regreso es movilizado y relevado por el señor Fukuda un nuevo encargado, sin apenas darle tiempo a acomodarse a su nuevo puesto se le informa del “plan de medidas extraordinarias en zoológicos” De acuerdo con dicho plan los animales serían divididos en cuatro categorías. La primera estaba reservada para los animales potencialmente peligrosos e incluía a osos, grandes felinos, coyotes, hienas, lobos, hipopótamos, bisontes, elefantes, monos y serpientes venenosas. La segunda era para los animales “menos peligrosos”, como los zorros, jirafas, canguros, cocodrilos, ciervos, águilas y los emús. Categoría tres para “animales domésticos”, búfalos, cabras, pavos, cerdos Y la cuarta para el resto, que apenas incluía algunos pájaros cantores y tortugas. Se facilitaban las dosis recomendadas para acabar con cada uno de ellos, usando según el caso estricnina o arsénico. Para casos especiales se entregaron un par de rifles winchester pero se aconsejó evitar su uso “para no herir la sensibilidad de la gente”.

            Si la ciudad se viese amenazada por algún ataque aéreo el plan debería ponerse en marcha nada más sonar las alarmas, si las defensas antiaéreas no lograsen detener el ataque y se iniciase el bombardeo comenzaría el sacrificio de los animales de la categoría uno y dos en este orden y en caso de daños graves dentro  del complejo también los de tercera. Para asegurar la obediencia de los cuidadores se destacó a una unidad de kempeitai (policía militar) los cuales ejecutarían personalmente el plan si fuese necesario.

            Según los registros oficiales de Fukuda el plan llegó a activarse cuatro veces, los visitantes fueron desalojados del zoo y todo el personal se preparó para acatar las órdenes. De esas cuatro alarmas solo una fue real, la del 18 de abril de 1942, cuando el general Doolitle perpetró su infame ataque sobre población civil japonesa utilizando para ello dieciséis bombarderos B-25, ninguno de ellos daño el recinto pero un aparato voló tan bajo y cerca que según algunos testigos llegó a proyectar su sombra sobre los visitantes, se ordenó a los cuidadores que iniciaran los sacrificios pero tal vez intencionadamente parecieron dudar, tras unos momentos de confusión se comprobó que el ataque había terminado. Los animales se habían salvado.

MARTIRES


                 Verano de 1943, los cánticos “katta, katta” (victoria, victoria) fueron sustituidos por “kessen, kessen” (batalla decisiva, batalla sangrienta), por primera vez el Imperio japonés perdía terreno, el gobierno aún mantenía el control en las islas principales, la población ignoraba la gravedad de la situación  pero el alto mando sabía que el engaño no podría mantenerse por mucho tiempo. Había que preparar a la gente para las penurias que estaban por llegar.

            La primera medida fue nombrar al implacable Odachi Shigeo como nuevo gobernador de toda la provincia de Tokio. Se reclamó la asistencia del director Fukuda a una reunión secreta en la que el ex-director Koga, ahora profesor de veterinaria militar también estaba presente, se les informó que el exterminio de todos los animales era inminente e iniciaran los preparativos para cuando se diera la orden. A pesar de las enérgicas protestas de ambos hombres se les explicó que el ejército no estaba preparado para repeler los ataques aéreos, era cuestión de tiempo que algunas bombas cayeran sobre el zoológico, los animales escapasen y sembraran el caos entre la población, se le recordó al ex – director Koga el “incidente del leopardo”. No había vuelta atrás, el destino de los animales estaba sellado.

          Sin embargo el director Fukuda no quiso darse por vencido, se puso en contacto con sus colegas de Sendai y Nagoya los cuales aceptaron acoger en sus respectivos zoológicos a un elefante y cuatro leopardos.

            El mismo día en el que iba a iniciarse el traslado de los animales el director Fukuda fue arrestado por la Kempeitai, la operación se paralizó. El director fue amonestado directamente por el gobernador Odachi, el fin de los animales era el “animar” a la población, especialmente los elefantes que seguían siendo la principal atracción del lugar, “¿Qué iban a pensar los niños si veían cómo se los llevaban a otro lugar? ¿Cómo iban a querer seguir luchando?” Estas fueron las palabras que Fukuda escuchó de Odachi y así constan en su diario personal, publicado años más tarde. Desde siempre todos los tiranos, dictadores y criminales sin escrúpulos no han dudado en utilizar a los niños para sus oscuros fines, se hacía entonces y se sigue haciendo ahora, el mal es metódico pero suele seguir una pauta predecible. Repasad la historia y luego encended la televisión, son los mismos pero con otros disfraces, con otros nombres (o no) y bajo otros colores.

Inocencia

            La carnicería comenzó el 17 de agosto de ese mismo año, se insistió en no utilizar armas de fuego para “no alarmar a la gente”, el proceso fue lento y despiadado. Dispongo del listado de fechas, ejemplares y técnicas utilizadas pero puesto que la información está en la red dejo en manos de cada uno el buscar y consultar dichos documentos, el que suscribe se siente incapaz de reproducirlos, se me parte el alma cada vez que los leo.

            La situación se mantuvo en secreto hasta el 2 de septiembre, la propaganda supo manejar magistralmente la situación. Se quiso conectar  la derrota en las islas Aleutianas, donde se dieron los primeros casos de ataques suicidas con el principio del gyokusai (rotura de la joya), una licencia poética para denominar a una muerte honorable. Los animales fueron presentados como mártires de la patria, “portadores del sufrimiento del pueblo japonés y sus valientes soldados”, también se alababa el esfuerzo del gobierno por evitar “percances” en caso de fuga.


LOS ELEFANTES


               La historia de amor-odio entre Japón y los elefantes se remonta a 1728, cuando el shogun Tokugawa trajo el primer ejemplar desde Vietnam y lo mostró a los atónitos nipones que sólo conocían a dicho animal a través de leyendas o pinturas. Desde entonces todos en el país, especialmente los niños adoraron a los paquidermos.

            Tras el gran terremoto de Kanto (1923) el único ejemplar del zoológico de Ueno, regalo del rey de Siam enloqueció, embestía a todo aquel que intentaba aproximársele, en especial tras las numerosas réplicas del seísmo. La casa imperial encargó la tarea de abatirlo a Tokugawa Yoshichika, marqués y gran cazador. El noble se encaminó al zoológico con un impresionante rifle importado decidido a dar muerte al animal. Los asombrados trabajadores del zoo fueron testigos de cómo Yoshichika se plantaba delante del elefante y le apuntaba cuidadosamente con el arma. Contra todo pronóstico el animal se paró justo delante, el cazador bajó el arma y durante unos segundos que para los espectadores parecieron horas cruzaron sus miradas. Tokugawa Yoshichika se dirigió al encargado. “Tiene un alma noble, no voy a matarle” dijo, acto seguido  dio media vuelta y se marchó.

             El emperador exigió una explicación, el marqués expuso que no sería apropiado “deshacerse” de un regalo hecho por un monarca a otro, el hijo del cielo aceptó sus disculpas y no se tuvo en cuenta su desobediencia. Lamentablemente ordenó que el elefante pasara el resto de sus días encadenado. Su castigo duró nueve años.

John y Tonki

            El príncipe Hiroito contrajo matrimonio el año 1924 y en agradecimiento hacia sus súbditos “donó” el zoológico de Ueno, que hasta entonces pertenecía a la casa imperial, a la ciudad de Tokio, siendo a partir de entonces “propiedad de todos los japoneses”. Lamentablemente el lugar no disponía de ningún elefante y los visitantes clamaban por uno, por lo que el gobierno de la ciudad adquirió dos ejemplares indios en octubre de ese año: John un macho de seis años y Tonki una hembra de cuatro. En 1935 se les unió un tercero, otra hembra llamada Hanako (o Wanli, posiblemente una variación de su nombre original),  regalo de una organización dependiente de la corona de Siam. Juntos (especialmente Tonki) se convirtieron en la principal atracción y no sólo para los niños.

Tonki muestra sus respetos al emperador.

            En el plan de 1941 los elefantes entraban en la categoría de “potencialmente peligrosos”, para John eso equivalía a una sentencia de muerte, ya que había mostrado en el pasado ciertas tendencias agresivas.

            Según sus memorias de entre los tres, el que Fukuda intentó salvar enviándolo a Sendai fue Hanako, era indudablemente la más mansa y cariñosa.

El director Fukuda afirma que la responsabilidad de la eliminación de los elefantes recayó sobre el (ahora) Jefe Veterinario Koga y que el procedimiento escogido fue la administración de patatas envenenadas con cianuro. Los animales rechazaron los alimentos por lo que se probó la inyección directa de estricnina en la parte posterior de las orejas, donde la piel es menos gruesa, sin embargo las agujas no lograron penetrar las duras epidermis. Ante la prohibición de utilizar armas de fuego Koga decidió retirarles toda comida y bebida para que murieran de inanición, comenzando con John el 24 de agosto . A Hanako y a Tonki se les retiró el alimento al día siguiente. John muere rápidamente el día 29. Hanako aguanta hasta el 11 de septiembre. Según Fukuda, Koga hace un último intento envenenando el agua de Tonki el día 14. Su agonía se alargó dos días más, falleciendo el 16 de septiembre. Por último Fukuda alega que intentó engañar a sus superiores haciéndoles creer que los elefantes se estaban volviendo locos por el hambre, obtener permiso para dispararles y así acabar con su sufrimiento.

Las agujas no atravesaban su piel

            La versión del jefe veterinario Koga difiere en varios puntos. En primer lugar niega rotundamente que la responsabilidad recayera sobre él ni nadie de su equipo. También declara que en todo momento el plan de actuación es conducido por Fukuda que en ese momento ejerce como director del zoológico, admite haber inyectado veneno en las patatas de los elefantes pero siempre según el plan de actuación entregado a Fukuda mientras él fue reclutado y servía en el continente. Acusa también a Fukuda de ser una persona maleable, le echa en cara las primeras muertes (el fusilamiento de los osos) nada más llegar al cargo y no presentar ninguna alternativa, como el traslado a otros centros cuando esto aún era posible, de hecho Koga trató de convencer al alto mando del posible uso militar de los elefantes en un intento desesperado por evitar sus muertes. Niega también el haber propuesto, ni tan siquiera intentado inyectar directamente veneno a los animales, cualquier veterinario sabría que era imposible con los materiales de que disponían en ese momento. Por último añade que el alimento fue retirado a los tres elefantes simultáneamente.

John dejó de luchar el 29 de agosto

            Tonki no fue el último animal en morir, desgraciadamente muchos más corrieron la misma suerte, siendo especialmente doloroso el caso de la hipopótamo Kyoko y su pequeña cría, y cuya carne fue “aprovechada” para alimentar a la población.

Hanako dejó de hacer ´trucos´para conseguir comida al undécimo día, a pesar de su sufrimiento siempre se alegraba de ver a su cuidador.

            Kyoko estuvo cuidado de su pequeña incluso después de morir y protegió su cuerpo inerte hasta el último momento.

Kyoko y su cría.


PENITENCIA


                 La animadversión entre Fukuda Saburo y Koga Tadamichi se acentuó tras el conflicto, ambos hombres publicaron numerosos libros y hasta el día de hoy pocos datos pueden tomarse como seguros.

            Por un lado Fukuda siempre quiso mostrarse como una persona que se limitaba a cumplir las órdenes recibidas, sin embargo cae en numerosas contradicciones en sus propias publicaciones a pesar de contar con numerosa documentación, gran parte de ella redactada por él mismo o elaborada por sus subordinados. En su defensa se verificó que el intento de salvar a Tonki fue real y que fue arrestado por ello.

Dos hombres jugando a ser dioses.

            Koga siguió dedicando su vida al mundo animal, su versión es según la opinión pública más creíble, consiguió detectar las numerosas contradicciones de Fukuda y es rotundamente cierto que fue apartado de la dirección del zoológico justo antes de la elaboración del plan de sacrificios y que estuvo fuera de las islas hasta bien entrado el año 1941.

            Ambos hombres coinciden en que la fatídica orden fue dada por el gobernador Odachi Shigeo, esto no pudo ser demostrado hasta 1954, suya fue la responsabilidad de modificar el plan de sacrificios y la de negar el traslado de los animales a otras zonas más seguras. El zoológico de Ueno no fue dañado hasta 1944, no todas las ciudades con zoos fueron atacadas, sin duda algunos animales podrían haberse salvado.

            En 1975 se erigió un monumento en honor a los animales sacrificados durante la guerra. Koga Tadamichi murió en el año 1986, era raro el día en el que no visitaba el monumento, depositaba una ofrenda y musitaba una oración, fue la penitencia que quiso imponerse. Tras su fallecimiento  se añadió un anexo al monumento con su nombre.

Monumento a los animales sacrificados, zoo de Ueno

            El zoológico de Ueno conserva un aluvión de cartas escritas por niños, apenas un puñado culpa a los bombardeos, o a la guerra. Lo que te parte el corazón son las palabras que más se repiten en ellas: “Kawaiisona zo”, significan “POBRECITOS”, no sé qué más puedo decir.




EPÍLOGO


            Si, aún tengo cosas que decir, durante la elaboración de este artículo me he encontrado con opiniones enfrentadas y una de las que más me chocó fue un comentario donde alguien condenaba la crueldad de los japoneses con los animales durante la guerra. Quiero aclarar un par de puntos.

            El primero es que durante el blitz el zoológico de Londres sacrificó animales que creían peligrosos y en el bombardeo sobre Alemania el de Berlín hizo exactamente lo mismo, incluso en el año 2003 el ejército estadounidense ametralló a algunos animales del zoológico de Bagdag y a su vez el ejército iraquí saqueó ese mismo lugar robando animales para venderlos, alimentar a sus familias o tal vez porque el imán de turno los consideró impuros. Lo que quiero decir es que TODOS somos culpables, el ser humano es el único que disfruta haciendo daño, bueno, quizá a excepción de mi gato.

Agrietado, hambriento, aun así hermoso y siempre fiero. Dignidad hecha carne.

            Lo segundo que quisiera decir es que amar a los animales no es tirarle pintura a ningún monumento ni hacer el mamarracho en mitad de la calle, eso se llama buscar una excusa para llenarse los bolsillos con subvenciones y ser el más “cool” del mundo haciendo creer que defiendes las causas más “solidarias” (entiéndase la ironía)  del momento. Amar a los animales es abrir un libro y hacerse veterinario, es recoger un perro o un gato abandonado en la calle, es emocionarse mientras tu mascota da a luz, es coger una pala y ponerse de mierda de caballo hasta los tobillos, es dejar de comer un día para llevar a tu bichito al veterinario porque se ha puesto malo.

            Una cosa es hacerse llamar “animalista” y otra cosa muy distinta es querer a los animales. Soy consciente que con esto me gano muchas enemistades, pues atreverse a romper las cadenas de lo políticamente correcto es muy peligroso en estos oscuros tiempos en los que vivimos, pero también sé que lo que digo es verdad y tú también lo sabes.

            Quiero despedirme contándoos una última cosilla, un regalo para todos los que habéis aguantado leyendo hasta el final.

            Hace exactamente 27 años después de la muerte de Tonki, nació en el zoológico de Osaka una elefanta hindú, su nombre es Hiroba, algunos piensan que es ella reencarnada.

            La maldad del ser humano es infinita, pero la esperanza siempre se abre camino.

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