Hoy trataré el tema de la soledad en
Japón representada en este caso por tres especímenes muy particulares, espero
que el artículo de hoy os haga pensar, os guste y ayude a paliar tanto vuestra
soledad como la mía. Gracias.
O-HITORI-SAMA
¿Qué puede hacer que
una persona elija voluntariamente el estar sola? ¿Libertad? ¿Añoranza? ¿La
lenta espera de un final digno?
Este
grupo se divide en dos tipos muy diferenciados aunque es probable que con
el paso de los años los pertenecientes a uno terminen formando parte del otro.
Empezaremos
por lo que en los países angloparlantes se conoce como “forever alone”. Se asemejan bastante
aunque como todo en Japón tiene una razón de ser propia.
Son
personas que han decidido no vincularse a otra, prefieren vivir su vida en
soledad antes de tratar de amoldarse a
una sociedad en la que no se sienten realizados. Nunca se casan, no tienen
hijos, son autosuficientes y raras veces solicitarán ayuda, aunque la aceptarán
amablemente si se les ofrece. Gustan de rondar por lugares tranquilos, les
encanta leer, ir al cine, teatros y demás espectáculos. Disfrutan la vida a su
particular modo y poco les importa lo que otros hablen de ellos.
Suelen tener un gran nivel intelectual, solitarios pero no uraños, a pesar de
lo que se pueda pensar son muy abiertos, extrovertidos incluso. Les encanta una
buena conversación y aceptarán encantados a que les invites a cenar.
Rechazan
el compromiso, no les importará iniciar algún tipo de relación contigo pero
para ellos no es más que “una parte del
camino que hemos decidido caminar juntos”. No son fríos ni insensibles,
prefieren despedirse de ti con un abrazo y un “hasta siempre” y no con una
amarga ruptura llena de lágrimas. Cuando os separéis no te olvidarán, no serás “uno
más”, a partir de ese momento formarás parte de sus recuerdos, y los atesorará
con celo hasta el final de los días.
El
segundo tipo son los denominados “venerables”, el término “o-hitori-sama” se
refiere más este grupo que a los anteriores.
El prefijo “O-“ se añade a una palabra para ensalzarla, “hitori” significa solo
y el sufijo “-sama” es la más alta muestra de respeto.
Son
ancianos que han decidido morir en sus hogares. Suelen haber vivido durante
toda su vida en el mismo lugar o han sido muy felices con otra persona a la que
amaron muchísimo. Sus casas están plagadas de recuerdos, fotografías, antiguos libros y ropas viejas aunque cuidadas con mucho mimo. Rechazarán rotundamente
el traslado a una residencia para mayores. Aguantarán estoicamente la
enfermedad y las taras de la edad, procurarán mostrarse fuertes ante sus
vecinos y no causarles ningún problema, no ya tan solo por educación como para
evitar que otros se preocupen “demasiado” por ellos.
Muchos
han roto con sus familias en parte por la testarudez de estos ancianos en parte
por el egoísmo de una familia demasiado ocupada o poco interesada en estar pendientes
de alguien que poco le queda por aportarles. Otros son aquellos que
pertenecieron a ese primer grupo descrito antes, solitarios sin hijos. Estas
personas suelen haber ahorrado durante todas sus vidas, creando fondos de
pensiones con los que pagan para que otras personas cubran sus necesidades si
llegado el día no pudieran hacerlo por sí mismas. No se preocupan por el futuro
de sus posesiones materiales, raras veces suelen hacer testamento, desean dejar
esta vida en silencio, no se ven obligados a dejar legado alguno. Son
conscientes de que algunas molestias serán inevitables al final de sus días, las
compensarán con sus propiedades. Abandonarán este mundo sin deber nada a nadie,
sin remordimientos, sin pena y sobre todo contentos por haber vivido según sus
normas y no al compás de las de otro.
Hubo
un gran señor llamado Mori Motonari cuyo lema era “Vive bien, muere bien”. Los o-hitori-sama son un ejemplo vivo de
ello.
HIKKIKOMORI
Estos son los “raritos”.
Son jóvenes que viven apartados de la sociedad real (que no virtual). Estos
chicos no son como los “ni-ni” (ni estudian, ni trabajan) de otros países,
aunque cierto es que no hacen ni lo uno ni lo otro.
No
producen nada, no tienen un futuro claro, han abandonado sus carreras y su
mundo se limita a las cuatro paredes de
su habitación, bueno, la habitación de la casa de sus padres, pues es ahí donde
viven. Un hikkikomori es un parásito en toda regla, la cucaracha que sabes que
está detrás del fregadero y que trata de esconderse para que no la veas. Solo abandona
su refugio en el caso de que el dormitorio no disponga de inodoro, pedirá
comida pero no la exigirá, se cambiará muy poco de ropa y la que está sucia la
dejará hecha un montón al lado de la puerta, sabe que alguien vendrá a limpiársela.
Se
pasan días enteros (incluido noches) frente al ordenador o usando sus dispositivos
móviles. En el mundo virtual son “personas importantes”, expertos en videojuegos, actualizan diariamente sus cuatro o cinco blogs, moderan un par de
foros al mismo tiempo que graba un podcast.
Estas
personas son siempre enfermos mentales, pueden haber sido objeto de abusos
escolares, agorafóbicos, adictos a internet o sufrir cualquier otro transtorno de la
personalidad.
Para
la familia, en especial para la madre, la cual es la responsable última de la
educación de los hijos, supone una desgracia el tener un hikkikomori en
casa. Llegando al extremo (sin exagerar lo más mínimo), el desear la muerte de
su propio hijo. Todos sabemos que la sociedad japonesa es muy competitiva y la
reputación es el pilar en el que se asienta el futuro de todos los miembros de
la familia. Algunas madres se ven obligadas a aceptar trabajos a tiempo parcial
para poder sufragar los gastos de su hijo y lo hace con la pena de saber que no
se trata de un bache económico pasajero, sino que su hijo es incapaz de valerse
por sí mismo, y lo que es peor, no tiene intención de cambiar.
Las
empresas japonesas suelen inmiscuirse sin ningún pudor en la vida personal de
sus empleados, y aunque raras veces intervienen si que tienen en cuenta la
situación emocional de cada asalariado “por el bien de la productividad”. El
que se sepa que un padre tiene a un “parásito” en casa no le hará ningún bien
pues alguien que no ha sido capaz de poner orden en su propio hogar no es la
persona idónea para asumir responsabilidades.
Con
la globalización (esa palabra que para algunos es poco menos que el demonio) y
la proliferación de las nuevas tecnologías el fenómeno de los hikkikomori ha
dejado de ser exclusivo de Japón y se han dado casos a lo largo y ancho del
planeta.
Se
han abierto numerosos centros de “desintoxicación” aunque esto no soluciona el
problema, es verdad que son adictos a la tecnología pero casi siempre hay otra
causa, oculta o no, que impulsa a estas personas a comportarse de esa manera.
La psiquiatría moderna es perfectamente capaz de lidiar con esta psicopatía y
recibiendo el tratamiento adecuado la recuperación está casi asegurada.
HIMONO ONNA
¡Las chicas! Son sin
duda mis favoritas. Mientras que entre los ohitorisama hay tanto hombres como
mujeres y los hikkikomori son en su mayoría hombres jóvenes las himono onna es
un “club” exclusivamente femenino.
Himono
onna “chicas pescado seco”. Perfil: Mujer japonesa, trabajadora, edad treinta y
tantos. Soltera, sin hijos, vive en un apartamento alquilado, nivel social:
medio-alto, ingresos: medios. Peculiaridades: olor corporal desagradable,
ausencia de maquillaje, lata de cerveza en su mesa de trabajo (restos del día
anterior). Pelo largo con las puntas abiertas.
Señores,
¿no me negarán que es un encanto?
Son de mujeres que ya superada la treintena no han logrado casarse. Quizá
esto no os resulte nada raro, la situación socio-económica y el cambio en
nuestras formas de vida ha dilatado la edad en la que solemos contraer
matrimonio pero, como no, esto es Japón y aquí hay que… adaptarse.
Los
japoneses apenas han variado sus usos y costumbres durante los últimos siglos,
solo las han decorado un poco y han moldeado los “avances del mundo moderno” a
sus propias necesidades y forma de ser y no al contrario como en el resto de
naciones.
La
mujer se labró su propio camino en el ámbito laboral pero éste sigue siendo
territorio masculino, ellas participan pero son sólo invitadas. Sus jefes
suelen hacer de “celestinos” improvisados, presentarán a sus empleadas numerosos
pretendientes y organizarán actos sociales con el fin de que quizá con algo de
suerte surja alguna relación. Si hay boda vivan los novios, aumento de sueldo
para él y finiquito para ella.
Nadie
va a despedir a una mujer por el hecho de que no se case y supere los treinta
años pero todos empezarán a mirarla como un bicho raro. Esto no quiere decir ni
que se la discrimine ni margine ni nada por el estilo aunque los hombres
comenzarán a “mostrar menos interés” en ella y las mujeres, bueno, las mujeres
son mujeres...
Esto
no pasa desapercibido para estas “solteronas”, saben que los demás cuchichean a
sus espaldas y a ella “se le pasó el arroz”. Es posible que nuestra chica
favorita fuese demasiado “selectiva” cuando más joven y se creyó la más guapa
del baile, rechazó incontables pretendientes y la dieron por imposible. Quizá
arrastraba un complejo que no supo administrar y que le impidió demostrar todo
lo que valía. O lo mismo era extremadamente tímida y su primer amor nunca la
invitó a salir.
El
caso es que la carroza con su nombre iba vacía y el cochero le dijo que el
príncipe azul se había largado con todo el dinero y a ver quien le pagaba a él
la bajada de bandera.
La
pequeña sardinita se fue a casa con el corazón roto y un pack de 12 cervezas.
Desde entonces decidió perseguir su sueño...durmiendo, no entendió bien cómo
funcionaban estas cosas y por eso cada tarde, cuando llega a casa bebe hasta
perder la consciencia, mientras tanto comprueba si queda algún trozo de pizza
de la noche anterior (la caja está en el salón). Si hay suerte comerá, si no, bueno ya
pensará algo luego.
El
Dios del caos palidecería si entrara en la casa de una himono onna. Ropa
arrugada amontonada por todas partes, botellas y latas de cerveza tiradas por
el suelo, un tendendero que cruza el salón de esquina a esquina, los muebles no
han visto un plumero en un lustro por lo menos. Y unas cuantas hojas de periódico
que parecen ocultar…A ella! En algún momento de la noche se ha quedado dormida y se ha tapado
con el diario gratuito que dan en el metro, viste camisetas desgastadas y
calcetines de los Simpson (de la primera temporada) y se recoge el pelo en una
especie de palmera grasienta, a veces un gato callejero se cuela y rebusca
entre los restos de comida rápida de la que ambos se alimentan pero el animal
nunca se acerca a ella, el bicho tiene el estómago un poco delicado.
Nuestra
chica pescado seco ha renunciado al amor, cree que nadie la querrá nunca así
que ya le da igual todo, de nada sirve maquillarse para estar guapa, además
odia verse en el espejo, se ve fea, muy fea, es un monstruo viejo y arrugado.
Ya no compra vestidos bonitos, son incómodos, caros y además luego tienes que
plancharlos. La ropa deportiva es mejor, el chándal que lleva puesto era el que
usaba en su antiguo instituto y está como el primer día, si no fuera por un par
de agujeritos pero casi no se notan. Las camisetas te las regalan si compras 24
latas en el combini de su barrio. Ropa gratis, chica lista.
Ya
no le da miedo entrar en un bar sola y pedir una cerveza (le gusta la cerveza
de importación) si algún viejo verde la molesta ella le da dos gritos y le
pone cara de atún, la toman por loca y la dejan en paz, es un truco que
aprendió con la práctica.
Y
si alguna vez le da por llorar aprovecha y pone el DVD de Titanic, las
escenas más trágicas, Los discos están siempre dentro del reproductor, es un lío
encontrarlos, además perdió la caja, bueno, sabe que la caja no ha salido del salón y
la tiene casi localizada pero ahora mismo no tiene ganas de
ponerse a buscar nada, sobre todo con DiCaprio en pantalla.
Tiene
tres mensajes en el móvil, es su compañero de trabajo, tiene otro pendiente de
contestar de ayer y otro de hace cuatro días, borrará el más antiguo
porque ya ha pasado demasiado tiempo y lo mismo se puede molestar. Abre el
último y apenas lo lee, escribe “ok bss”, no sabe exactamente que quería, ya se
lo explicará mañana. Arranca un papel del periódico y anota comprar yogures,
los que hay en el fondo de la nevera están caducados y como siempre mete los
nuevos al principio le ha vuelto a pasar, por cierto, no quedaba pizza, pero es
tarde, ya no tiene hambre.
Dando
tumbos por el alcohol logra alcanzar la cama (sobra decir que está desecha y
huele a sudor) y se deja caer.
Dulces
sueños sardinita.
Las
himono-onna se han rendido, están atrapadas en una sociedad que no las acepta y
en la que no encajan. De entre todos los casos que os he expuesto ellas son las
que más sufren. Son un diamante en bruto (quizá muy bruto) esperando a ser
descubierto. No son lo que son porque lo hayan elegido, ni porque estén
enfermas, solo necesitan un poco de comprensión, muchísima paciencia y sobre
todo alguien que las quiera.
…y una duchita si puede ser.
Todos
nos hemos sentido solos alguna vez, o todo el tiempo, yo por mi parte me marcho
a la cama, soñaré que voy a cenar a un restaurante caro con mi o-hitori-sama
favorita, está preciosa esta noche, lleva ese collar de plata que le regalé, yo
le hablo de Becquer y ella me cuenta cosas de su próximo concierto de piano, le
digo que es mi amor platónico y ella se ríe, me dice que volverá dentro de un
año si es posible, me pasa su nuevo email.
Luego hago tiempo chateando con mi amigo hikkikomori, le envío el último meme del político de turno, criticamos sin piedad la última peli de Star Wars y juramos no ir a ver la siguiente.
Después
espero detrás de la puerta sin hacer ruido, hoy parece que está tardando un
poco más. ¡Ahí está! Abro la puerta para sorprenderla. “! Buenas noches
sardinita!” Cuando se le pasa el susto le enseño un pack de 6 latas, son sin
alcohol pero ella no lo sabe. La invito a pasar y tras comernos un sándwich pasamos
el resto de la noche bebiendo, riéndonos y abrazados destrozamos unas cuantas
canciones como dos gatos maullándo a la luna.
Somos islas
Aunque no muy
alejadas
Somos islas
Y necesito que
me guíes esta noche
Y necesito que
me guíes esta noche.
-Mike Oldfield “Islands”
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