AMOR FAMÉLICO
“!!Amito!!” decía
Hanako con sus ojos “Tengo hambre amito”
El cuidador del zoológico de Ueno sonreía
mostrando sus dientes apretados, un río de lágrimas recorría su rostro.
Hanako
era una joven elefanta, uno de los tres ejemplares que llegaron en 1927 al zoo y
fueron desde entonces la principal atracción de la ciudad.
El
animal levantó su trompa y la agitó hacia su boca “Agua amito, sed”.
El
cuidador sacudió violentamente sus hombros, agarró con fuerza los barrotes,
agachó la cabeza y profirió un gutural aullido de pura frustración, John, el
macho, yacía inmóvil a un lado de la jaula, Tonki respiraba con gran dificultad.
Hanako
repitió el truco del saludo, tambaleante se levantó sobre sus dos patas
traseras, trastabilló pero logró mantener el equilibrio, barritó, hace apenas
unos meses volvía locos a los visitantes, que levantaban sus brazos coreando
“Banzai!!!” mientras ella les saludaba.
“!
No, he dicho que no, no tengo nada que darte!” La impotencia le hinchaba las
venas del cuello.
Hanako
le miró con tristeza, su querido amo estaba triste, quizá había hecho algo
malo, estaba muy cansada, se arrodilló dejando caer su cada vez más liviano
peso.
“Buuu…buuu…” contestó la bestia apenada,
alargó su trompa intentando agarrar cariñosamente a su amo “Lo siento amito, perdóname”.
El
cuidador apartó de un manotazo el apéndice del animal y gritó con toda su rabia:
“!!!MUERETE
YA MALDITA SEA, MUERETE YA!!!!”
El ZOO DE UENO
En 1882 se inauguró en Japón el primer zoológico nacional en el distrito de
Ueno, Tokyo , fue financiado exclusivamente por la familia imperial y aunque en
comparación con otros era relativamente pequeño no tardó en convertirse en uno
de los lugares más visitados de la ciudad.
El
25 de julio de 1936 los encargados del cuidado de los animales comprobaron con
horror que faltaba un leopardo negro, reciente regalo del Reino de Siam, la
actual Tailandia, al Imperio japonés. La búsqueda se inició de inmediato
mientras el pánico que extendió rápidamente por la ciudad y aunque el incidente
apenas duró 13 horas, (la fiera fue localizada en las cercanías y se dejó
atrapar sin oponer resistencia) ni se produjera ningún altercado el suceso
marcó un precedente, el gobierno tomó buena nota y exigió al director del
zoológico que no permitiría otro disturbio similar.
Durante
la invasión de China en 1937 nuevos animales fueron enviados desde las zonas
ocupadas a modo de trofeo de guerra sin tener en cuenta la capacidad ni la
viabilidad de las instalaciones pero eran tiempos de victoria y celebración, el
pueblo se mostraba agradecido, todo parecía ir a las mil maravillas. De entre
todos los animales los favoritos sin duda eran los elefantes, los cuales habían
sido adiestrados para alzarse sobre sus patas traseras mientras los visitantes
lanzaban vítores alzando sus brazos seguido de una lluvia de frutos secos y
gritos de júbilo por parte de los niños.
“MEDIDAS EXTRAORDINARIAS”
1941, Japón entra en
guerra con Estados Unidos, atendiendo a los consejos del general Yamamoto el
gobierno se prepara para una victoria rápida o una lenta derrota, para ello es
necesaria una preparación exhaustiva, se tiene en cuenta hasta el más mínimo
detalle. El conflicto no había afectado al pacífico zoológico…hasta ahora.
Aprovechando
la visita del director al continente se ordena la ejecución de “todo animal
sobrante”, a pesar de las protestas de los encargados cuatro osos negros son
fusilados.
Tras su regreso es movilizado y relevado por el señor Fukuda un
nuevo encargado, sin apenas darle tiempo a acomodarse a su nuevo puesto se le
informa del “plan de medidas extraordinarias en zoológicos” De acuerdo con
dicho plan los animales serían divididos en cuatro categorías. La primera estaba
reservada para los animales potencialmente peligrosos e incluía a osos, grandes
felinos, coyotes, hienas, lobos, hipopótamos, bisontes, elefantes, monos y
serpientes venenosas. La segunda era para los animales “menos peligrosos”, como
los zorros, jirafas, canguros, cocodrilos, ciervos, águilas y los emús.
Categoría tres para “animales domésticos”, búfalos, cabras, pavos, cerdos… Y la cuarta para el resto, que
apenas incluía algunos pájaros cantores y tortugas. Se facilitaban las dosis
recomendadas para acabar con cada uno de ellos, usando según el caso estricnina
o arsénico. Para casos especiales se entregaron un par de rifles winchester
pero se aconsejó evitar su uso “para no herir la sensibilidad de la gente”.
Si
la ciudad se viese amenazada por algún ataque aéreo el plan debería ponerse en
marcha nada más sonar las alarmas, si las defensas antiaéreas no lograsen
detener el ataque y se iniciase el bombardeo comenzaría el sacrificio de los
animales de la categoría uno y dos en este orden y en caso de daños graves
dentro del complejo también los de
tercera. Para asegurar la obediencia de los cuidadores se destacó a una unidad
de kempeitai (policía militar) los
cuales ejecutarían personalmente el plan si fuese necesario.
Según
los registros oficiales de Fukuda el plan llegó a activarse cuatro veces, los
visitantes fueron desalojados del zoo y todo el personal se preparó para acatar
las órdenes. De esas cuatro alarmas solo una fue real, la del 18 de abril de
1942, cuando el general Doolitle perpetró su infame ataque sobre población
civil japonesa utilizando para ello dieciséis bombarderos B-25, ninguno de
ellos daño el recinto pero un aparato voló tan bajo y cerca que según algunos
testigos llegó a proyectar su sombra sobre los visitantes, se ordenó a los
cuidadores que iniciaran los sacrificios pero tal vez intencionadamente
parecieron dudar, tras unos momentos de confusión se comprobó que el ataque
había terminado. Los animales se habían salvado.
MARTIRES
Verano de 1943, los cánticos
“katta, katta” (victoria, victoria)
fueron sustituidos por “kessen, kessen” (batalla decisiva, batalla sangrienta),
por primera vez el Imperio japonés perdía terreno, el gobierno aún mantenía
el control en las islas principales, la población ignoraba la gravedad de la
situación pero el alto mando sabía que el
engaño no podría mantenerse por mucho tiempo. Había que preparar a la gente
para las penurias que estaban por llegar.
La
primera medida fue nombrar al implacable Odachi Shigeo como nuevo gobernador de
toda la provincia de Tokio. Se reclamó la asistencia del director Fukuda a una
reunión secreta en la que el ex-director Koga, ahora profesor de veterinaria
militar también estaba presente, se les informó que el exterminio de todos los
animales era inminente e iniciaran los preparativos para cuando se diera la
orden. A pesar de las enérgicas protestas de ambos hombres se les explicó que
el ejército no estaba preparado para repeler los ataques aéreos, era cuestión
de tiempo que algunas bombas cayeran sobre el zoológico, los animales escapasen
y sembraran el caos entre la población, se le recordó al ex – director Koga el “incidente
del leopardo”. No había vuelta atrás, el destino de los animales estaba
sellado.
Sin embargo el director Fukuda no quiso darse por vencido, se puso en
contacto con sus colegas de Sendai y Nagoya los cuales aceptaron acoger en sus
respectivos zoológicos a un elefante y cuatro leopardos.
El
mismo día en el que iba a iniciarse el traslado de los animales el director
Fukuda fue arrestado por la Kempeitai, la
operación se paralizó. El director fue amonestado directamente por el gobernador
Odachi, el fin de los animales era el “animar” a la población, especialmente
los elefantes que seguían siendo la principal atracción del lugar, “¿Qué iban a
pensar los niños si veían cómo se los llevaban a otro lugar? ¿Cómo iban a
querer seguir luchando?” Estas fueron las palabras que Fukuda escuchó de Odachi
y así constan en su diario personal, publicado años más tarde. Desde siempre
todos los tiranos, dictadores y criminales sin escrúpulos no han dudado en
utilizar a los niños para sus oscuros fines, se hacía entonces y se sigue haciendo
ahora, el mal es metódico pero suele seguir una pauta predecible. Repasad la
historia y luego encended la televisión, son los mismos pero con otros
disfraces, con otros nombres (o no) y bajo otros colores.
La
carnicería comenzó el 17 de agosto de ese mismo año, se insistió en no utilizar
armas de fuego para “no alarmar a la gente”, el proceso fue lento y despiadado.
Dispongo del listado de fechas, ejemplares y técnicas utilizadas pero puesto que
la información está en la red dejo en manos de cada uno el buscar y consultar
dichos documentos, el que suscribe se siente incapaz de reproducirlos, se me
parte el alma cada vez que los leo.
La
situación se mantuvo en secreto hasta el 2 de septiembre, la propaganda supo
manejar magistralmente la situación. Se quiso conectar la derrota en las islas
Aleutianas, donde se dieron los primeros casos de ataques suicidas con el
principio del gyokusai (rotura de la
joya), una licencia poética para denominar a una muerte honorable. Los animales
fueron presentados como mártires de la patria, “portadores del sufrimiento del
pueblo japonés y sus valientes soldados”, también se alababa el esfuerzo del
gobierno por evitar “percances” en caso de fuga.
LOS ELEFANTES
La historia de
amor-odio entre Japón y los elefantes se remonta a 1728, cuando el shogun
Tokugawa trajo el primer ejemplar desde Vietnam y lo mostró a los atónitos
nipones que sólo conocían a dicho animal a través de leyendas o pinturas. Desde
entonces todos en el país, especialmente los niños adoraron a los paquidermos.
Tras
el gran terremoto de Kanto (1923) el único ejemplar del zoológico de Ueno,
regalo del rey de Siam enloqueció, embestía a todo aquel que intentaba aproximársele,
en especial tras las numerosas réplicas del seísmo. La casa imperial encargó la
tarea de abatirlo a Tokugawa Yoshichika, marqués y gran cazador. El noble se
encaminó al zoológico con un impresionante rifle importado decidido a dar
muerte al animal. Los asombrados trabajadores del zoo fueron testigos de cómo
Yoshichika se plantaba delante del elefante y le apuntaba cuidadosamente con el
arma. Contra todo pronóstico el animal se paró justo delante, el cazador bajó el
arma y durante unos segundos que para los espectadores parecieron horas
cruzaron sus miradas. Tokugawa Yoshichika se dirigió al encargado. “Tiene un
alma noble, no voy a matarle” dijo, acto seguido dio media vuelta y se marchó.
El emperador exigió
una explicación, el marqués expuso que no sería apropiado “deshacerse” de un
regalo hecho por un monarca a otro, el hijo del cielo aceptó sus disculpas y no
se tuvo en cuenta su desobediencia. Lamentablemente ordenó que el elefante pasara
el resto de sus días encadenado. Su castigo duró nueve años.
John y Tonki |
El
príncipe Hiroito contrajo matrimonio el año 1924 y en agradecimiento hacia sus
súbditos “donó” el zoológico de Ueno, que hasta entonces pertenecía a la casa
imperial, a la ciudad de Tokio, siendo a partir de entonces “propiedad de todos los japoneses”. Lamentablemente el lugar no disponía de ningún elefante y los
visitantes clamaban por uno, por lo que el gobierno de la ciudad adquirió dos
ejemplares indios en octubre de ese año: John un macho de seis años y Tonki una
hembra de cuatro. En 1935 se les unió un tercero, otra hembra llamada Hanako (o
Wanli, posiblemente una variación de su nombre original), regalo de una organización dependiente de la
corona de Siam. Juntos (especialmente Tonki) se convirtieron en la principal
atracción y no sólo para los niños.
En el plan de 1941 los elefantes entraban en la categoría de “potencialmente
peligrosos”, para John eso equivalía a una sentencia de muerte, ya que había
mostrado en el pasado ciertas tendencias agresivas.
Según
sus memorias de entre los tres, el que Fukuda intentó salvar enviándolo a
Sendai fue Hanako, era indudablemente la más mansa y cariñosa.
El director
Fukuda afirma que la responsabilidad de la eliminación de los elefantes recayó
sobre el (ahora) Jefe Veterinario Koga y que el procedimiento escogido fue la
administración de patatas envenenadas con cianuro. Los animales rechazaron los
alimentos por lo que se probó la inyección directa de estricnina en la parte posterior
de las orejas, donde la piel es menos gruesa, sin embargo las agujas no
lograron penetrar las duras epidermis. Ante la prohibición de utilizar armas de
fuego Koga decidió retirarles toda comida y bebida para que murieran de
inanición, comenzando con John el 24 de agosto . A Hanako y a Tonki se les retiró
el alimento al día siguiente. John muere rápidamente el día 29. Hanako aguanta
hasta el 11 de septiembre. Según Fukuda, Koga hace un último intento
envenenando el agua de Tonki el día 14. Su agonía se alargó dos días más,
falleciendo el 16 de septiembre. Por último Fukuda alega que intentó engañar a
sus superiores haciéndoles creer que los elefantes se estaban volviendo locos
por el hambre, obtener permiso para dispararles y así acabar con su
sufrimiento.
La
versión del jefe veterinario Koga difiere en varios puntos. En primer lugar
niega rotundamente que la responsabilidad recayera sobre él ni nadie de su
equipo. También declara que en todo momento el plan de actuación es conducido por Fukuda que en ese momento ejerce como director del zoológico, admite
haber inyectado veneno en las patatas de los elefantes pero siempre según el
plan de actuación entregado a Fukuda mientras él fue reclutado y servía en el
continente. Acusa también a Fukuda de ser una persona maleable, le echa en cara
las primeras muertes (el fusilamiento de los osos) nada más llegar al cargo y
no presentar ninguna alternativa, como el traslado a otros centros cuando esto
aún era posible, de hecho Koga trató de convencer al alto mando
del posible uso militar de los elefantes en un intento desesperado por evitar
sus muertes. Niega también el haber propuesto, ni tan siquiera intentado
inyectar directamente veneno a los animales, cualquier veterinario sabría que
era imposible con los materiales de que disponían en ese momento. Por último
añade que el alimento fue retirado a los tres elefantes simultáneamente.
Tonki
no fue el último animal en morir, desgraciadamente muchos más corrieron la
misma suerte, siendo especialmente doloroso el caso de la hipopótamo Kyoko y su
pequeña cría, y cuya carne fue “aprovechada” para alimentar a la población.
Hanako dejó de hacer ´trucos´para conseguir comida al undécimo día, a pesar de su sufrimiento siempre se alegraba de ver a su cuidador. |
Kyoko
estuvo cuidado de su pequeña incluso después de morir y protegió su cuerpo inerte hasta el último momento.
PENITENCIA
La animadversión
entre Fukuda Saburo y Koga Tadamichi se acentuó tras el conflicto, ambos
hombres publicaron numerosos libros y hasta el día de hoy pocos datos pueden
tomarse como seguros.
Por
un lado Fukuda siempre quiso mostrarse como una persona que se limitaba a
cumplir las órdenes recibidas, sin embargo cae en numerosas contradicciones en
sus propias publicaciones a pesar de contar con numerosa documentación, gran parte de ella redactada por él mismo o elaborada por sus subordinados. En su
defensa se verificó que el intento de salvar a Tonki fue real y que fue arrestado por ello.
Koga
siguió dedicando su vida al mundo animal, su versión es según la opinión
pública más creíble, consiguió detectar las numerosas contradicciones de
Fukuda y es rotundamente cierto que fue apartado de la dirección del zoológico
justo antes de la elaboración del plan de sacrificios y que estuvo fuera de las
islas hasta bien entrado el año 1941.
Ambos
hombres coinciden en que la fatídica orden fue dada por el gobernador Odachi
Shigeo, esto no pudo ser demostrado hasta 1954, suya fue la responsabilidad de
modificar el plan de sacrificios y la de negar el traslado de los animales a
otras zonas más seguras. El zoológico de Ueno no fue dañado hasta 1944, no
todas las ciudades con zoos fueron atacadas, sin duda algunos animales podrían
haberse salvado.
En
1975 se erigió un monumento en honor a los animales sacrificados durante la
guerra. Koga Tadamichi murió en el año 1986, era raro el día en el que no
visitaba el monumento, depositaba una ofrenda y musitaba una oración, fue la
penitencia que quiso imponerse. Tras su fallecimiento se añadió un anexo al
monumento con su nombre.
El
zoológico de Ueno conserva un aluvión de cartas escritas por niños, apenas un
puñado culpa a los bombardeos, o a la guerra. Lo que te parte el corazón son
las palabras que más se repiten en ellas: “Kawaiisona
zo”, significan “POBRECITOS”, no sé qué más puedo decir.
EPÍLOGO
Si,
aún tengo cosas que decir, durante la elaboración de este artículo me he
encontrado con opiniones enfrentadas y una de las que más me chocó fue un comentario donde alguien condenaba la crueldad de los japoneses con los animales durante
la guerra. Quiero aclarar un par de puntos.
El
primero es que durante el blitz el zoológico de Londres sacrificó animales que
creían peligrosos y en el bombardeo sobre Alemania el de Berlín hizo exactamente
lo mismo, incluso en el año 2003 el ejército estadounidense ametralló a algunos
animales del zoológico de Bagdag y a su vez el ejército iraquí saqueó ese mismo
lugar robando animales para venderlos, alimentar a sus familias o tal vez
porque el imán de turno los consideró impuros. Lo que quiero decir es que TODOS
somos culpables, el ser humano es el único que disfruta haciendo daño, bueno,
quizá a excepción de mi gato.
Agrietado, hambriento, aun así hermoso y siempre fiero. Dignidad hecha carne. |
Lo
segundo que quisiera decir es que amar a los animales no es tirarle pintura a
ningún monumento ni hacer el mamarracho en mitad de la calle, eso se llama
buscar una excusa para llenarse los bolsillos con subvenciones y ser el más “cool”
del mundo haciendo creer que defiendes las causas más “solidarias” (entiéndase
la ironía) del momento. Amar a los
animales es abrir un libro y hacerse veterinario, es recoger un perro o un gato
abandonado en la calle, es emocionarse mientras tu mascota da a luz, es coger
una pala y ponerse de mierda de caballo hasta los tobillos, es dejar de comer
un día para llevar a tu bichito al veterinario porque se ha puesto malo.
Una
cosa es hacerse llamar “animalista” y otra cosa muy distinta es querer a los
animales. Soy consciente que con esto me gano muchas enemistades, pues
atreverse a romper las cadenas de lo políticamente correcto es muy peligroso en
estos oscuros tiempos en los que vivimos, pero también sé que lo que digo es
verdad… y tú también lo sabes.
Quiero
despedirme contándoos una última cosilla, un regalo para todos los que habéis
aguantado leyendo hasta el final.
Hace
exactamente 27 años después de la muerte de Tonki, nació en el zoológico de
Osaka una elefanta hindú, su nombre es Hiroba,
algunos piensan que es ella reencarnada.
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