EL
ESPÍRITU RISUEÑO
Tras un baño reparador
el joven Satoshi se fue quedando dormido. A pesar del escandaloso cricrí de los
grillos se sentía muy contento, era verano y ese año sus padres pudieron
permitirse el ir a un balneario, las
primeras vacaciones en mucho tiempo y como además había obtenido unas calificaciones
excelentes en la escuela no debía preocuparse de mucho más. Ellos le querían y
el los amaba y respetaba, todo era perfecto.
Algo le despertó, aunque
no sabía qué ya que en la habitación todo estaba en calma.
-“Un momento”. pensó. “! Los grillos!”.
Satoshi se percató
del sepulcral silencio que le rodeaba, roto solo por su agitada respiración.
“-¿Acaso sigo soñando?”
De repente unos
minúsculos orbes de luz comenzaron a formarse a su alrededor. Se desplazaban
lentamente, como movidos por una brisa inexistente. Para su asombro Satoshi no
se sintió asustado, invadido más bien de una felina curiosidad, pues si en
realidad seguía soñando no tardaría en despertar, él siempre fue un buen chico
y ninguna persona, o espíritu, o lo que fuera podría reprocharle nada.
-“¿Quién o qué eres?”
La respuesta le llegó
en forma de risita infantil. Aunque no supo determinar si realmente la había
escuchado o eran sonidos dentro de su cabeza.
Volvió a oírse la
risita, a la vez que poco a poco se iba materializando la figura de un niño,
uno muy pequeño, con un precioso vestido ceremonial, muy antiguo, parecido al
que él mismo vistió hace no mucho, cuando cumplió los siete años.
El niño no dejaba de
mirar con indisimulado interés un cuadernito medio abierto que se
encontraba tirado en el suelo, al lado
de la cama. Era de Satoshi, un librito en el que podía apreciarse un gran
número de pájaros de colores, aves raras de países con nombres aún más raros.
Azules verdes, rojos, amarillos o todos juntos a la vez.
-“¿Te gusta esto?”
El pequeño se cubrió
la boquita y volvió a reir. El libro comenzó a hojearse por sí solo alocadamente
y Satoshi creyó por un momento oir el
batir de cien pares de alas, colores, colores por todas partes invadiéndolo
todo, saturando sus sentidos.
-“! Detenlo, por
favor!”- rogó Satoshi.
Para su asombro volvió
a encontrase solo, sudando, acompañado por el rítmico cantar de los grillos en
la noche.
Años después del
suceso el joven Satoshi sería conocido por todos como Hara Takashi, primer ministro
del Japón. El primer plebeyo que ocupó dicho cargo.
ZASHIKI-WARASHI
El zashiki-warashi (座敷童子) es
un espíritu japonés portador de buena fortuna, muy similar a los “manes” o
“lares” de la tradición latina pero con notables peculiaridades.
Es encarnado por un niño de muy corta edad y
como tal le encanta jugar, se siente atraído por cualquier tipo de juguete y
sobre todo por las personas inocentes y de corazón puro (la pureza es un
elemento omnipresente en el shintoismo, religión animista japonesa).
Los lugares donde aparecen estos espíritus
son siempre muy antiguos y suelen haber sido
habitados durante largos periodos de tiempo por una misma familia o grupo de
personas, aunque su influencia benefactora
no se limita a los miembros de la familia, ya que a este espíritu le
encantan las visitas.
Una vez instalado un zashiki-warashi jamás
abandonará su nuevo hogar y protegerá a sus habitantes de todo mal, estos a su
vez, con el paso del tiempo, aprenderán a intuir su presencia bien sea con una
suave brisa que les acaricia el pelo o un súbito cosquilleo tras una oreja. En
caso de que los propietarios decidieran marcharse no les acompañará, retirará
su protección y se limitará a esperar indefinidamente a que algún miembro de la
familia regrese sin importar si son los hijos, nietos o personas aún por nacer.
El espíritu les reconocerá inmediatamente.
Siempre se manifiestan en un punto determinado, normalmente una habitación, así que buscarle en otra parte es inútil. La protección se limita a su propio hogar aunque las zonas donde se sabe que habita una de estas entidades suelen gozar de una gran prosperidad.
Son extremadamente
curiosos y se aconseja a aquellos que deseen atraer su atención llevar consigo algún tipo de juguete y simular
estar jugando y divirtiéndose aunque hay
que tener en cuenta que a veces pueden sentirse un poco intimidados, al fin y
al cabo son solo niños.
En muchas ocasiones el zashiki-warashi
esperará a que el visitante se quede dormido y aprovechará entonces para buscar
entre sus pertenencias cualquier cosa que le sirva para entretenerse. En
cualquier caso siempre dejará alguna prueba de su presencia, son invitaciones
al juego y si se responde a éstas es muy probable que se muestre abiertamente.
La mera visita del zashiki-warashi es
beneficiosa, no es necesario verle, ni ser consciente de ello, el hecho de
haber despertado la curiosidad de una de estas entidades es ya de por sí una
bendición.
El
sexo del espíritu es muy importante a la hora de determinar la clase de bendición
que trae consigo. Si es un niño, la persona objeto de su visita obtendrá el
éxito en su profesión, un triunfo rotundo, extraordinario e innegable. Si es
una niña la que se aparece garantizará un matrimonio feliz que de sucederse en
circunstancias normales habría sido imposible, asegura una gran felicidad y una
vida próspera y dichosa.
KAMEMARO
Cerca de la ciudad de
Ninohe, en la provincia de Iwate existe una zona de aguas termales llamada
Kindaichi (金田一).De entre sus numerosas atracciones destacaba el ryokufusou, un
ryokan (posada tradicional japonesa) de más de 350 años de antigüedad y famoso
en todo el país por la presencia de un espíritu infantil que solía aparecerse a
algunos de los huéspedes que decidían pernoctar allí, su nombre Kamemaro, el
lugar la habitación Enjyuu.
La habitación Enjyuu, donde se aparecía el zashiki-warashi |
La historia de
Kamemaro es, como casi todo en Japón, centenaria. Hijo de un guerrero caído en
desgracia, con tan solo seis años él y su hermano menor se vieron obligados a
abandonar la corte junto con varios miembros de su familia durante el conflicto
que asoló el país durante el siglo XII, en una larga travesía que le llevaría
desde Nara hasta la provincia de Mutsu, en el por aquel entonces salvaje e inhóspito
norte. Acabaron por instalarse en una hermosa zona a la que llamaron Kindaichi,
en honor al fundador del clan para que su nombre jamás cayera en el olvido.
El amor de Kamemaro
hacia su familia era grande y prometió que les protegería siempre pasase lo que
pasase. Lamentablemente ese invierno fue especialmente duro y el joven Kamemaro
sucumbió a las inclemencias del tiempo. La familia, entristecida por la pérdida
levantó un pequeño santuario en su honor. Agradecido y resuelto a cumplir su promesa, el
espíritu de Kamemaro decidió permanecer cerca de su familia y librarlas de todo
mal. Se cuenta que había noches en las que regresaba para jugar con su
hermanito pequeño y sus risitas podían oírse cuando alguien entraba en su
dormitorio.
Mucho tiempo después
se construyó un ryokan en ese mismo lugar, el templete, aparentemente inmune al
paso del tiempo, presidía el recinto.
Entre los visitantes que aseguraron
encontrarse con el espíritu figuran Soichiro Honda, fundador de la empresa que
lleva su apellido o Hara Takashi, primer ministro de Japón. Ambos se alojaron en la misma habitación y con
posterioridad confesaron haber tenido experiencias similares.
El
4 de octubre del 2009 se produjo un terrible incendio que arrasó el
establecimiento. En el instante del suceso había en la casa 21 personas entre
empleados y huéspedes, ninguno de ellos sufrió el más mínimo daño. A pesar de
estar construidas de madera el fuego no se extendió a las casas colindantes. No
quedó piedra sobre piedra si exceptuamos al templete, el cual permaneció
intacto.
Santuario de Kamemaro |
El 11 de marzo del 2011 el gran terremoto de Tohoku y su infame tsunami devastó la zona aunque según se cuenta los primeros equipos de reconstrucción quedaron asombrados al ver que de entre los escombros de los edificios un pequeño santuario se erguía triunfante.
Según asegura el
ex-propietario gracias al incendio del 2009 se salvaron muchas vidas, pues las
estructuras del lugar ya eran viejas y el incidente impidió que nadie muriera
en el desastre de 2011. Kamemaro prefirió inmolar la casa para proteger a los
suyos y está convencido de que su espíritu aún les aguarda allí, esperando a
que el Ryokufusou sea reconstruido.
Esta no es la única
teoría sobre el origen de los yashiki-warashi. Otros cuentan que podría ser la
evolución de unos espíritus aún más antiguos, los yashiki-arashi, o fantasmas
ladrones (semejante a los espíritus burlones) que con el tiempo se tornaron en
yashiki-warakashi o espíritus que se ríen, (del japonés warau, reír), aunque
según el dialecto usado en el norte wara-kashi también es una manera de llamar
a los niños pequeños.
Otra historia apunta a
una anciana campesina, viuda y sin hijos que acoge en su hogar a un huérfano moribundo
y le presta toda clase de atenciones, cuidándolo con el celo de una madre. El
pequeño había tenido hasta entonces una vida desdichada y llena de sufrimiento.
A pesar de todo el infante es víctima de unas terribles fiebres. Una noche,
mientras la anciana intentaba aliviar su padecimiento, el chico le dedicó una
tierna mirada y dijo “estos días he sido muy feliz” tras lo cual murió. Su
espíritu permaneció con la anciana y la protegió durante el resto de sus días.
El Ryokufuso antes de su destrucción en el 2009 |
Afortunadamente el
Ryokufuso no es el único lugar donde habita un yashiki-warashi, existen otros
lugares, como el Sugahara Bekkan donde residió un tiempo el escritor Yanagida Kunio, quien más tarde documentó extensamente en su obra Tono Monogatari todo
el saber sobre estas criaturas. Es considerado uno de los folkloristas más
importantes de su país.
Así que ya sabéis, si
en alguna ocasión visitáis tierras niponas y una noche se os aparece un niño
pequeño con ganas de jugar no os asustéis, abridle vuestro corazón y sonreíd,
no os arrepentiréis.
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