15 feb 2016

ZASHIKI-WARASHI

EL ESPÍRITU RISUEÑO


            Tras un baño reparador el joven Satoshi se fue quedando dormido. A pesar del escandaloso cricrí de los grillos se sentía muy contento, era verano y ese año sus padres pudieron permitirse el  ir a un balneario, las primeras vacaciones en mucho tiempo y como además había obtenido unas calificaciones excelentes en la escuela no debía preocuparse de mucho más. Ellos le querían y el los amaba y respetaba, todo era perfecto.

            Algo le despertó, aunque no sabía qué ya que en la habitación todo estaba en calma.

-“Un momento”. pensó.  “! Los grillos!”.

Satoshi se percató del sepulcral silencio que le rodeaba, roto solo por su agitada respiración.

“-¿Acaso sigo soñando?”

            De repente unos minúsculos orbes de luz comenzaron a formarse a su alrededor. Se desplazaban lentamente, como movidos por una brisa inexistente. Para su asombro Satoshi no se sintió asustado, invadido más bien de una felina curiosidad, pues si en realidad seguía soñando no tardaría en despertar, él siempre fue un buen chico y ninguna persona, o espíritu, o lo que fuera podría reprocharle nada.

            -“¿Quién o qué eres?”

            La respuesta le llegó en forma de risita infantil. Aunque no supo determinar si realmente la había escuchado o eran sonidos dentro de su cabeza.

            Volvió a oírse la risita, a la vez que poco a poco se iba materializando la figura de un niño, uno muy pequeño, con un precioso vestido ceremonial, muy antiguo, parecido al que él mismo vistió hace no mucho, cuando cumplió los siete años.

            El niño no dejaba de mirar con indisimulado interés un cuadernito medio abierto que se encontraba  tirado en el suelo, al lado de la cama. Era de Satoshi, un librito en el que podía apreciarse un gran número de pájaros de colores, aves raras de países con nombres aún más raros. Azules verdes, rojos, amarillos o todos juntos a la vez.

            -“¿Te gusta esto?”

            El pequeño se cubrió la boquita y volvió a reir. El libro comenzó a hojearse por sí solo alocadamente y Satoshi creyó  por un momento oir el batir de cien pares de alas, colores, colores por todas partes invadiéndolo todo, saturando sus sentidos.

            -“! Detenlo, por favor!”- rogó Satoshi.

            Para su asombro volvió a encontrase solo, sudando, acompañado por el rítmico cantar de los grillos en la noche.

            Años después del suceso el joven Satoshi sería conocido por todos como Hara Takashi, primer ministro del Japón. El primer plebeyo que ocupó dicho cargo.


ZASHIKI-WARASHI


            El zashiki-warashi (座敷童子) es un espíritu japonés portador de buena fortuna, muy similar a los “manes” o “lares” de la tradición latina pero con notables peculiaridades.

             Es encarnado por un niño de muy corta edad y como tal le encanta jugar, se siente atraído por cualquier tipo de juguete y sobre todo por las personas inocentes y de corazón puro (la pureza es un elemento omnipresente en el shintoismo, religión animista japonesa).

Los lugares donde aparecen estos espíritus son siempre  muy antiguos y suelen haber sido habitados durante largos periodos de tiempo por una misma familia o grupo de personas, aunque su influencia benefactora  no se limita a los miembros de la familia, ya que a este espíritu le encantan las visitas.

Una vez instalado un zashiki-warashi jamás abandonará su nuevo hogar y protegerá a sus habitantes de todo mal, estos a su vez, con el paso del tiempo, aprenderán a intuir su presencia bien sea con una suave brisa que les acaricia el pelo o un súbito cosquilleo tras una oreja. En caso de que los propietarios decidieran marcharse no les acompañará, retirará su protección y se limitará a esperar indefinidamente a que algún miembro de la familia regrese sin importar si son los hijos, nietos o personas aún por nacer. El espíritu les reconocerá inmediatamente.


Siempre se manifiestan en un punto determinado, normalmente una habitación, así que buscarle en otra parte es inútil. La protección se limita a su propio hogar aunque las zonas donde se sabe que habita una de estas entidades suelen gozar de una gran prosperidad.

            Son extremadamente curiosos y se aconseja a aquellos que deseen atraer su atención  llevar consigo algún tipo de juguete y simular estar jugando y divirtiéndose  aunque hay que tener en cuenta que a veces pueden sentirse un poco intimidados, al fin y al cabo son solo niños.

En muchas ocasiones el zashiki-warashi esperará a que el visitante se quede dormido y aprovechará entonces para buscar entre sus pertenencias cualquier cosa que le sirva para entretenerse. En cualquier caso siempre dejará alguna prueba de su presencia, son invitaciones al juego y si se responde a éstas es muy probable que se muestre abiertamente.



La mera visita del zashiki-warashi es beneficiosa, no es necesario verle, ni ser consciente de ello, el hecho de haber despertado la curiosidad de una de estas entidades es ya de por sí una bendición.

            El sexo del espíritu es muy importante a la hora de determinar la clase de bendición que trae consigo. Si es un niño, la persona objeto de su visita obtendrá el éxito en su profesión, un triunfo rotundo, extraordinario e innegable. Si es una niña la que se aparece garantizará un matrimonio feliz que de sucederse en circunstancias normales habría sido imposible, asegura una gran felicidad y una vida próspera y dichosa.
           


KAMEMARO


            Cerca de la ciudad de Ninohe, en la provincia de Iwate existe una zona de aguas termales llamada Kindaichi (金田一).De entre sus numerosas atracciones destacaba el ryokufusou, un ryokan (posada tradicional japonesa) de más de 350 años de antigüedad y famoso en todo el país por la presencia de un espíritu infantil que solía aparecerse a algunos de los huéspedes que decidían pernoctar allí, su nombre Kamemaro, el lugar la habitación Enjyuu.

La habitación Enjyuu, donde se aparecía el zashiki-warashi 

            La historia de Kamemaro es, como casi todo en Japón, centenaria. Hijo de un guerrero caído en desgracia, con tan solo seis años él y su hermano menor se vieron obligados a abandonar la corte junto con varios miembros de su familia durante el conflicto que asoló el país durante el siglo XII, en una larga travesía que le llevaría desde Nara hasta la provincia de Mutsu, en el por aquel entonces salvaje e inhóspito norte. Acabaron por instalarse en una hermosa zona a la que llamaron Kindaichi, en honor al fundador del clan para que su nombre jamás cayera en el olvido.

            El amor de Kamemaro hacia su familia era grande y prometió que les protegería siempre pasase lo que pasase. Lamentablemente ese invierno fue especialmente duro y el joven Kamemaro sucumbió a las inclemencias del tiempo. La familia, entristecida por la pérdida levantó un pequeño santuario en su honor.  Agradecido y resuelto a cumplir su promesa, el espíritu de Kamemaro decidió permanecer cerca de su familia y librarlas de todo mal. Se cuenta que había noches en las que regresaba para jugar con su hermanito pequeño y sus risitas podían oírse cuando alguien entraba en su dormitorio.

            Mucho tiempo después se construyó un ryokan en ese mismo lugar, el templete, aparentemente inmune al paso del tiempo, presidía el recinto.

Entre los visitantes que aseguraron encontrarse con el espíritu figuran Soichiro Honda, fundador de la empresa que lleva su apellido o Hara Takashi, primer ministro de Japón. Ambos se alojaron en la misma habitación y con posterioridad confesaron haber tenido experiencias similares.

            El 4 de octubre del 2009 se produjo un terrible incendio que arrasó el establecimiento. En el instante del suceso había en la casa 21 personas entre empleados y huéspedes, ninguno de ellos sufrió el más mínimo daño. A pesar de estar construidas de madera el fuego no se extendió a las casas colindantes. No quedó piedra sobre piedra si exceptuamos al templete, el cual permaneció intacto.



Santuario de Kamemaro

            El 11 de marzo del 2011 el gran terremoto de Tohoku y su infame tsunami devastó la zona aunque según se cuenta los primeros equipos de reconstrucción quedaron asombrados al ver que de entre los escombros de los edificios un pequeño santuario se erguía triunfante.

            Según asegura el ex-propietario gracias al incendio del 2009 se salvaron muchas vidas, pues las estructuras del lugar ya eran viejas y el incidente impidió que nadie muriera en el desastre de 2011. Kamemaro prefirió inmolar la casa para proteger a los suyos y está convencido de que su espíritu aún les aguarda allí, esperando a que el Ryokufusou sea reconstruido.

            Esta no es la única teoría sobre el origen de los yashiki-warashi. Otros cuentan que podría ser la evolución de unos espíritus aún más antiguos, los yashiki-arashi, o fantasmas ladrones (semejante a los espíritus burlones) que con el tiempo se tornaron en yashiki-warakashi o espíritus que se ríen, (del japonés warau, reír), aunque según el dialecto usado en el norte wara-kashi también es una manera de llamar a los niños pequeños.

            Otra historia apunta a una anciana campesina, viuda y sin hijos que acoge en su hogar a un huérfano moribundo y le presta toda clase de atenciones, cuidándolo con el celo de una madre. El pequeño había tenido hasta entonces una vida desdichada y llena de sufrimiento. A pesar de todo el infante es víctima de unas terribles fiebres. Una noche, mientras la anciana intentaba aliviar su padecimiento, el chico le dedicó una tierna mirada y dijo “estos días he sido muy feliz” tras lo cual murió. Su espíritu permaneció con la anciana y la protegió durante el resto de sus días.


El Ryokufuso antes de su destrucción en el 2009
            Afortunadamente el Ryokufuso no es el único lugar donde habita un yashiki-warashi, existen otros lugares, como el Sugahara Bekkan donde residió un tiempo el escritor Yanagida Kunio, quien más tarde documentó extensamente en su obra Tono Monogatari todo el saber sobre estas criaturas. Es considerado uno de los folkloristas más importantes de su país.

            Así que ya sabéis, si en alguna ocasión visitáis tierras niponas y una noche se os aparece un niño pequeño con ganas de jugar no os asustéis, abridle vuestro corazón y sonreíd, no os arrepentiréis.

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