29 feb 2016

BAKENEKO

ONCE FLECHAS


                Hace mucho, mucho tiempo, cuando el hombre aún era inocente y los kami  no temían mostrase públicamente, vivía en una solitaria montaña una familia de nobles de bajo rango.  Eran felices a pesar de su baja posición y disfrutaban de sus recién adquiridas tierras.

            De entre todos sus miembros destacaba el hijo mayor, al que llamaré Taro (Mi memoria ya no es la que era desde que un malvado Onmyouji me descubriera mientras leía unos viejos textos, desde entonces no deja de atormentarme enviando a sus Shikigami, los cuales nublan mi juicio y me provocan terribles dolores de espalda).

            Taro tenía por costumbre salir a cazar, pues encontraba en esta ocupación cierto equilibrio entre su deseo juvenil de acción y aventuras y el contacto con la naturaleza que siempre mantienen puros el cuerpo y el alma.

            Todos los días repetía la misma ceremonia; una silente plegaria a sus antepasados, tras ello un agradecimiento a las presas a las que iba a abatir y luego preparaba su indumentaria: algo de agua fresca, un par de bolas de arroz blanco, su arco perfectamente tenso y diez flechas que encajaba en su carcaj. Diez flechas, ni una más, diez flechas ni una menos.



            Una mañana la madre de Taro le hizo una extraña petición.

            -“Hijo mío, desearía que hoy llevaras contigo esta flecha que te he preparado yo misma.”

            -“Pero Madre, ya llevo mis diez, y los antepasados podrían ofenderse si rompo mi ritual”- contestó.

            -“No lo harán Taro, ya he rezado a los Kami . Haz caso a esta anciana que tanto te quiere y llévatela junto con las otras”

            -“Está bien Madre, pero la apartaré del resto y no la utilizaré a menos que sea necesario”- Sentenció el chico.

            La jornada transcurrió lentamente para Taro. No vislumbró ninguna presa, ni siquiera una liebre, todos los animales parecían haberse esfumado. Llegó la noche y como el joven era muy tenaz decidió no abandonar el bosque hasta obtener al menos una pieza. Miró al cielo y se deleitó al comprobar que había luna llena, dio las gracias a Tsuki-yomi, diosa de la luna, su luz inundaría el lugar y le ayudaría en su tarea. Mas su alegría se tornó rápidamente en asombro, tras la copa de un árbol pudo divisar ¡una segunda luna! ¿Cómo era aquello posible? ¿Qué clase de magia o brujería pudo obrar tal portento?

            Taro reaccionó instintivamente, colocó una flecha en su arco y disparó hacia el nuevo astro.

            El proyectil rebotó y creyó oír una risilla maléfica entre las ramas de los árboles. Con temor al principio, después con impotencia y al final con rabia, una por una fue descargando sus flechas sobre la esfera luminosa, dostrescuatro, y así hasta agotarlas todas. La risa se tornó en un gruñido amenazante, penetrante, aterrador.

            Taro, al borde del pánico y casi asumiendo su fin dedicó un último pensamiento a su querida madre. En ese preciso instante recordó la conversación que habían mantenido esa misma mañana. Desesperado buscó entre sus pertenencias la decimoprimera flecha.

            Rápidamente preparó su arco,  cerró los ojos y tal y como le enseñaron pellizcó suavemente la cuerda, pues como todo el mundo sabe, los espíritus son caprichosos y gustan de hacer errar hasta el disparo más preciso, así de ese modo y con el tañido del arma los engañaría haciéndoles perseguir una saeta inexistente.

            Taro aguantó la respiración, vació su mente, alzó el arco con lentitud, primero sobre su cabeza, luego extendió sus brazos formando un ángulo perfecto, las plumas de la flecha sobre su hombro. Con mirada serena apuntó a la esfera de luz.

            “Namu Amida Butsu, confío en ti, Buda de la vida y en tu luz inconmensurable”.

            Liberó la flecha, pero incluso antes de impactar ya había alcanzado su objetivo, no había error en el tiro ni mácula en el tirador.



            Un agudo aullido seguido de un ruido como estallido de cristales y del árbol cayó muerto un gato de gran tamaño con dos colas, a su lado un espejo redondo  quebrado.

            Al volver a su casa Taro relató los hechos a su familia y le preguntó a su madre porqué insistió en que llevara una flecha más y qué poder había en ella.

            -“Ninguno, hijo mío”-contestó su madre

            -“¿Entonces?”

            -“Verás, hace algunos días hablé con un monje errante que decía estar persiguiendo a una horrible bestia que había estado aterrorizando a los vecinos de su pueblo, atacaba a los viajeros y devoraba a niños pequeños. Para mayor desgracia también robó una antigua reliquia del templo local, un espejo bendito que otorgaba a su portador protección contra diez impactos de flecha. Anoche, al volver de tu cacería diaria pude ver cómo te seguía. Al salir a tu encuentro la bestia se percató de mi presencia y huyó, por eso insistí en que te llevaras esa flecha más no tenía nada de especial.”

            -“En eso te equivocas”-corrigió Taro- “Esa flecha tenía un gran poder, uno que ningún escudo podría detener, pues en su punta llevaba el amor de mi madre”.


BAKENEKO


                Los gatos siempre han sido animales enigmáticos, no importa cuánto creamos conocerlos siempre estarán rodeados de un halo de misterio, más despiertos que dormidos durante la noche y más dormidos que despiertos durante el día pareciera que vivieran la mitad de sus vidas en este mundo terrenal y la otra mitad en el espiritual.

            A pesar de su nombre, el bakeneko (化け猫) literalmente gato fantasma no es una aparición al uso y aunque entra dentro de la categoría de los yokai (espectros), subcategoría hengeyokai (cambia formas) poseen características muy particulares que los diferencian del resto.

            Para empezar todo gato es un yokai  durmiente, no depende de un hecho traumático ni de una muerte antinatural o de una maldición que lo transforme, solo el tiempo determinará si se despierta y si se dan las circunstancias apropiadas casi con toda seguridad lo hará.



            Cuando uno de estos animales alcanza una edad respetable (cada fuente dará una cifra distinta, por lo que hay que considerar que cada caso es único), un tamaño mayor que la media y conserva su cola es muy posible que comience el proceso de mutación.

            Hay varios indicios que pueden hacernos sospechar que el gato está transformándose en un bakeneko, por ejemplo si vemos que hace intentos por articular palabras y hablar o si trata de ponerse en pie y caminar erguido ayudado por su cola y en general si muestra comportamientos “extrañamente humanos”.

            Los bakeneko tienen la capacidad de transformarse en personas, siendo el único entre los hengeyokai  que puede hacerlo permanentemente, de hecho su fin último es encontrar a alguien a quien imitar y robarle su identidad. Estos seres tienen  poder sobre los vivos y los muertos, así si uno de ellos se lanza sobre una persona tumbada y le mira a los ojos le arrebatará la vida, luego adoptará su forma y hará desaparecer el cuerpo original.

            El bakeneko protegerá ferozmente su nueva identidad y eliminará a cualquiera que descubra su secreto, cosa que no suele ser difícil ya que a pesar de su apariencia este ser conservará todos sus instintos felinos. Una forma típica para desenmascararlos era observar si bebía el aceite de las lámparas, ya que en el antiguo Japón éste fluido se obtenía del pescado.

            Entre sus formas favoritas estaba la de una muchacha hermosa, solía vérsela tocando un shamisen, instrumento de cuerda que se fabricaba con piel de gato. Este tipo de yokai era denominado Nekomusume.



            El color del gato también podrá indicarnos el nivel de poder del animal. Se dice que los blancos o negros tenían la capacidad de predecir el tiempo y los desastres naturales, razón por la cual los marinos japoneses solían llevarlos en sus barcos y eran muy bien cuidados por los capitanes de las embarcaciones.

            El más temido de todos es el llamado “gato flor dorada”, que presenta un pelaje rojizo o pardo rosado, se cuenta entre los más poderosos de su especie y exige el mayor cuidado y respeto.

            Aquellos que presenten una mezcla de los colores anteriores gozan de bendiciones mixtas aunque, como siempre ocurrirá en la cultura japonesa, se tendrán muy en cuenta los colores puros.

            Aunque los bakeneko  son tremendamente rencorosos no son seres benignos ni malignos, hay sin embargo una terrible excepción



NEKOMATA


                Si alguna vez un gato prueba la carne o la sangre humana se transformará en un nekomata (猫又) o “cola bifurcada”. Su rabo se dividirá en dos o más partes y caminará erguido apoyado sobre su particular apéndice, a partir de entonces vivirá obsesionado con satisfacer sus nuevos apetitos.

            Al igual que los bakeneko, podrán suplantar a sus víctimas y utilizarán esta argucia para ir acabando con todos los miembros de la familia, comenzando por los menos importantes (criados, sirvientes, ancianos) hasta ser descubierto, momento en el cual tratará de escapar.

            El nekomata adopta la forma de cualquier individuo, no así su personalidad , siempre tratará de improvisar, preferirá estar solo y se mostrará poco comunicativo. Un caso muy conocido ocurrido durante el siglo XII fue“El gato vampiro de Nabeshima” . La concubina favorita del señor de Hizen fué suplantada por un enorme gato que noche tras noche iba robándole las fuerzas, al no encontrar explicación médica de tan repentina enfermedad  un valiente vasallo se prestó a vigilar la puerta de su señor durante la noche, pero no podía evitar el quedarse dormido una y otra vez. Decidió pedir consejo al abad local el cual le enseñó una plegaria y le indicó que debía pasar toda la noche recitándola. Al hacerlo el malvado nekomata se enfureció al verse atrapado, el vasallo irrumpió en la habitación y descubrió a la criatura a medio transformar intentando escapar acabando en el acto con ella. Días más tarde encontraron el cuerpo de la joven concubina enterrado en el patio del palacio.




            Otro caso muy popular fue el de la señora Takasu: Un día, un hombre llamado Takasu Genbei encontró en la calle a un precioso gato rojizo, hipnotizado por sus brillantes colores y amarillentos ojos decidió llevárselo a su casa, lo que Genbei ignoraba es que el animal se trataba en realidad de un nekomata flor dorada. A las pocas semanas la señora de la casa, madre de Genbei sufrió un brusco cambio de actitud, se negaba a abandonar su habitación alegando estar enferma, también se quejaba de la excesiva iluminación de la estancia. No consintió que la viera ningún médico y rara vez quería hablar con nadie. Al poco desaparecieron dos sirvientas, cosa que no levantó sospechas pues todos pensaron que el arisco comportamiento de la señora podría haber provocado que las muchachas se marcharan.

            Un mes más tarde un criado encontró las ropas de las mujeres manchadas de sangre mientras arreglaba el jardín y tras cavar un poco encontró sus huesos, alarmado le contó lo sucedido a su señor, el cual escandalizado se limitó a reprenderle y a ocultar el hecho para evitar escándalos.

            En otra ocasión un samurái visitó la casa de los Takasu y contó a Genbei la increíble visión que había tenido esa misma tarde. Estando de paseo por el río divisó a una mujer que se estaba lavando junto a la orilla, al aproximarse reconoció a la señora Takasu, pero cuál fue su sorpresa cuando apreció que su boca estaba empapada en sangre y de sus labios asomaban unos afiladísimos dientes. Un perro que vagabundeaba por las inmediaciones comenzó a ladrar y la señora Takasu saltó sobre una piedra con una agilidad antinatural y escapó entre los arbustos.

            Genbei y el samurái reunieron varios perros y entraron en la habitación de su madre, los animales comenzaron a ladrar enloquecidos mientras la anciana mostró una fila de monstruosos dientes y sus manos peludas y con uñas como garfios. Los hombres aprovecharon la sorpresa y acabaron con ella ahí mismo.



            Está claro que los nekomata son criaturas malignas y que los bakeneko actúan a sus anchas y pueden también serlo, sin embargo estos últimos también pueden mostrarse agradecidos si se les trata adecuadamente. El ejemplo más famoso es la historia de Tama, un orondo e indolente gato blanco que vivía en el templo de Gotokuji, en la provincia de Edo. Compartía techo (o lo que quedaba de él) con un monje que trataba afanosamente de mantener en pié la estructura a la vez que asistía a todo aquel que lo necesitara, y en esa época eran muchos.

            Un día el monje reprendió a Tama

            -“Te he acogido, te he cuidado, te alimentado y te he protegido, tú también podrías hacer algo por mí alguna vez, ¿No crees?”

            El gato lo miró sorprendido, como si le hubieran tirado del rabo. Lentamente se dio la vuelta y siguió durmiendo farfullando algo entre dientes.
           
            Unas semanas después el señor de Hikone, Ii Naotaka cruzaba esa zona de la ciudad cuando le sorprendió una tremenda tormenta. Buscó refugio bajo un árbol, cerca del templo y se quedó allí, viendo la cantidad de goteras que tenía el destartalado lugar no le pareció una buena idea el entrar. Algo le hizo pensar en que tal vez se había excedido con la bebida esa tarde. Un extraño gato blanco, casi tan gordo como una dama encinta, le empezó a hacer señas desde la puerta del templo…!de pié sobre sus patas traseras! El señor Naotaka, como valiente guerrero que era, lejos de asustarse optó por disfrutar del espectáculo. El gato insistía y le hacía señas con las patas para que se acercase, cada vez más desesperado.

            Finalmente el samurái cedió a la curiosidad y se aproximó, momento en el cual una terrible explosión le hizo caer al suelo, al girarse contempló asombrado cómo el árbol bajo el que hace unos momentos había estado apoyado se encontraba partido en dos, sin duda alcanzado por un rayo.

            El señor Naotaka se mostró muy agradecido con Tama, que en realidad era un bakeneko  que habitaba el lugar. Desde entonces la casa de Hikone reconstruyó el templo e hizo grandes donaciones con lo que el monje pudo ayudar a muchos necesitados. Naotaka y Tama se hicieron muy amigos, le concedió el nombre de Hikonyan y tras la muerte del felino el señor ordenó construir un santuario en su honor, el cual puede visitarse hoy día.

Templo de Gotokuji, donde descansan los restos de Tama.

            Y estoy seguro que vosotros habéis visto a Tama en más de una ocasión, aunque no sabíais su nombre, ni tampoco su historia, en Japón también se le conoce con otro nombre y este quizá si os suene más porque Tama no es otro que MANEKI NEKO.

Tumba de Tama, el auténtico Manekineko.

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