LA HIJA
DEL VERDULERO
A finales del siglo XVII,
vivía en Edo (la actual Tokio) la joven Oshichi, hija de un verdulero y de 16
años de edad. Un desafortunado día un incendio arrasó su casa, por lo que se
vio obligada a refugiarse en el templo local hasta que su nuevo hogar fuese
reconstruido. Durante su estancia se enamoró profundamente del monje Saemon.
Desde entonces Oshichi
buscaba cualquier excusa para visitar el templo y así ver a su amado. Su
obsesión llegó a tal grado que provocó otro incendio en su nueva casa para
poder hospedarse de nuevo junto a Saemon.
El magistrado local
comenzó a sospechar y tras detener e interrogar a la joven ésta confesó.
Durante el juicio se le dijo:"
”Oshichi, tienes quince
años, ¿verdad?”
" La chica corrigió
al juez declarando su verdadera edad, dieciseis años.
-”He dicho que tienes
quince años, ¿verdad?”- insistió el magistrado.
Ella volvió a negarlo,
por lo que la condenaron a la pena capital. La edad penal durante esa época era
de 16 años.
Esta historia ha sido
representada en numerosas ocasiones tanto en teatro como en el cine y dependiendo
del autor se muestra a una mujer que antepone el amor a su propia vida o a
alguien que prefiere morir a mentir.
Lo que sí es cierto es
que en la tradición japonesa todas las historias de amor suelen tener un
final trágico. Hay varios motivos que apuntan a esto, uno es el religioso, ya
que según la tradición budista el origen de todos los males nace de las
pasiones humanas y el amor es una de las más poderosas. Por otra parte, en una
sociedad claramente gregaria el deber filial y el bien del grupo están siempre
por encima de los deseos personales, siendo el enamoramiento la máxima expresión del egoísmo. Por último en
una sociedad de castas los matrimonios solían ser concertados (omiai) y todos
los estratos de la sociedad debían someterse a él, en especial las clases altas
(buke y kuge) en las que el deber (hon) hacia un señor feudal prevalecía sobre
cualquier otro.
Tumba de Oshichi en el templo de Enjo. |
Los matrimonios por amor
(renai) solían ser muy escasos y extraños y por lo general poco recomendables.
Osichi fue crucificada y quemada viva. Sus restos descansan en el templo Enjo-ji, en Tokio.
"”Un beso es como el agua
salada, bebes y aumenta tu sed”"
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