29 feb 2016

BAKENEKO

ONCE FLECHAS


                Hace mucho, mucho tiempo, cuando el hombre aún era inocente y los kami  no temían mostrase públicamente, vivía en una solitaria montaña una familia de nobles de bajo rango.  Eran felices a pesar de su baja posición y disfrutaban de sus recién adquiridas tierras.

            De entre todos sus miembros destacaba el hijo mayor, al que llamaré Taro (Mi memoria ya no es la que era desde que un malvado Onmyouji me descubriera mientras leía unos viejos textos, desde entonces no deja de atormentarme enviando a sus Shikigami, los cuales nublan mi juicio y me provocan terribles dolores de espalda).

            Taro tenía por costumbre salir a cazar, pues encontraba en esta ocupación cierto equilibrio entre su deseo juvenil de acción y aventuras y el contacto con la naturaleza que siempre mantienen puros el cuerpo y el alma.

            Todos los días repetía la misma ceremonia; una silente plegaria a sus antepasados, tras ello un agradecimiento a las presas a las que iba a abatir y luego preparaba su indumentaria: algo de agua fresca, un par de bolas de arroz blanco, su arco perfectamente tenso y diez flechas que encajaba en su carcaj. Diez flechas, ni una más, diez flechas ni una menos.



            Una mañana la madre de Taro le hizo una extraña petición.

            -“Hijo mío, desearía que hoy llevaras contigo esta flecha que te he preparado yo misma.”

            -“Pero Madre, ya llevo mis diez, y los antepasados podrían ofenderse si rompo mi ritual”- contestó.

            -“No lo harán Taro, ya he rezado a los Kami . Haz caso a esta anciana que tanto te quiere y llévatela junto con las otras”

            -“Está bien Madre, pero la apartaré del resto y no la utilizaré a menos que sea necesario”- Sentenció el chico.

            La jornada transcurrió lentamente para Taro. No vislumbró ninguna presa, ni siquiera una liebre, todos los animales parecían haberse esfumado. Llegó la noche y como el joven era muy tenaz decidió no abandonar el bosque hasta obtener al menos una pieza. Miró al cielo y se deleitó al comprobar que había luna llena, dio las gracias a Tsuki-yomi, diosa de la luna, su luz inundaría el lugar y le ayudaría en su tarea. Mas su alegría se tornó rápidamente en asombro, tras la copa de un árbol pudo divisar ¡una segunda luna! ¿Cómo era aquello posible? ¿Qué clase de magia o brujería pudo obrar tal portento?

            Taro reaccionó instintivamente, colocó una flecha en su arco y disparó hacia el nuevo astro.

            El proyectil rebotó y creyó oír una risilla maléfica entre las ramas de los árboles. Con temor al principio, después con impotencia y al final con rabia, una por una fue descargando sus flechas sobre la esfera luminosa, dostrescuatro, y así hasta agotarlas todas. La risa se tornó en un gruñido amenazante, penetrante, aterrador.

            Taro, al borde del pánico y casi asumiendo su fin dedicó un último pensamiento a su querida madre. En ese preciso instante recordó la conversación que habían mantenido esa misma mañana. Desesperado buscó entre sus pertenencias la decimoprimera flecha.

            Rápidamente preparó su arco,  cerró los ojos y tal y como le enseñaron pellizcó suavemente la cuerda, pues como todo el mundo sabe, los espíritus son caprichosos y gustan de hacer errar hasta el disparo más preciso, así de ese modo y con el tañido del arma los engañaría haciéndoles perseguir una saeta inexistente.

            Taro aguantó la respiración, vació su mente, alzó el arco con lentitud, primero sobre su cabeza, luego extendió sus brazos formando un ángulo perfecto, las plumas de la flecha sobre su hombro. Con mirada serena apuntó a la esfera de luz.

            “Namu Amida Butsu, confío en ti, Buda de la vida y en tu luz inconmensurable”.

            Liberó la flecha, pero incluso antes de impactar ya había alcanzado su objetivo, no había error en el tiro ni mácula en el tirador.



            Un agudo aullido seguido de un ruido como estallido de cristales y del árbol cayó muerto un gato de gran tamaño con dos colas, a su lado un espejo redondo  quebrado.

            Al volver a su casa Taro relató los hechos a su familia y le preguntó a su madre porqué insistió en que llevara una flecha más y qué poder había en ella.

            -“Ninguno, hijo mío”-contestó su madre

            -“¿Entonces?”

            -“Verás, hace algunos días hablé con un monje errante que decía estar persiguiendo a una horrible bestia que había estado aterrorizando a los vecinos de su pueblo, atacaba a los viajeros y devoraba a niños pequeños. Para mayor desgracia también robó una antigua reliquia del templo local, un espejo bendito que otorgaba a su portador protección contra diez impactos de flecha. Anoche, al volver de tu cacería diaria pude ver cómo te seguía. Al salir a tu encuentro la bestia se percató de mi presencia y huyó, por eso insistí en que te llevaras esa flecha más no tenía nada de especial.”

            -“En eso te equivocas”-corrigió Taro- “Esa flecha tenía un gran poder, uno que ningún escudo podría detener, pues en su punta llevaba el amor de mi madre”.


BAKENEKO


                Los gatos siempre han sido animales enigmáticos, no importa cuánto creamos conocerlos siempre estarán rodeados de un halo de misterio, más despiertos que dormidos durante la noche y más dormidos que despiertos durante el día pareciera que vivieran la mitad de sus vidas en este mundo terrenal y la otra mitad en el espiritual.

            A pesar de su nombre, el bakeneko (化け猫) literalmente gato fantasma no es una aparición al uso y aunque entra dentro de la categoría de los yokai (espectros), subcategoría hengeyokai (cambia formas) poseen características muy particulares que los diferencian del resto.

            Para empezar todo gato es un yokai  durmiente, no depende de un hecho traumático ni de una muerte antinatural o de una maldición que lo transforme, solo el tiempo determinará si se despierta y si se dan las circunstancias apropiadas casi con toda seguridad lo hará.



            Cuando uno de estos animales alcanza una edad respetable (cada fuente dará una cifra distinta, por lo que hay que considerar que cada caso es único), un tamaño mayor que la media y conserva su cola es muy posible que comience el proceso de mutación.

            Hay varios indicios que pueden hacernos sospechar que el gato está transformándose en un bakeneko, por ejemplo si vemos que hace intentos por articular palabras y hablar o si trata de ponerse en pie y caminar erguido ayudado por su cola y en general si muestra comportamientos “extrañamente humanos”.

            Los bakeneko tienen la capacidad de transformarse en personas, siendo el único entre los hengeyokai  que puede hacerlo permanentemente, de hecho su fin último es encontrar a alguien a quien imitar y robarle su identidad. Estos seres tienen  poder sobre los vivos y los muertos, así si uno de ellos se lanza sobre una persona tumbada y le mira a los ojos le arrebatará la vida, luego adoptará su forma y hará desaparecer el cuerpo original.

            El bakeneko protegerá ferozmente su nueva identidad y eliminará a cualquiera que descubra su secreto, cosa que no suele ser difícil ya que a pesar de su apariencia este ser conservará todos sus instintos felinos. Una forma típica para desenmascararlos era observar si bebía el aceite de las lámparas, ya que en el antiguo Japón éste fluido se obtenía del pescado.

            Entre sus formas favoritas estaba la de una muchacha hermosa, solía vérsela tocando un shamisen, instrumento de cuerda que se fabricaba con piel de gato. Este tipo de yokai era denominado Nekomusume.



            El color del gato también podrá indicarnos el nivel de poder del animal. Se dice que los blancos o negros tenían la capacidad de predecir el tiempo y los desastres naturales, razón por la cual los marinos japoneses solían llevarlos en sus barcos y eran muy bien cuidados por los capitanes de las embarcaciones.

            El más temido de todos es el llamado “gato flor dorada”, que presenta un pelaje rojizo o pardo rosado, se cuenta entre los más poderosos de su especie y exige el mayor cuidado y respeto.

            Aquellos que presenten una mezcla de los colores anteriores gozan de bendiciones mixtas aunque, como siempre ocurrirá en la cultura japonesa, se tendrán muy en cuenta los colores puros.

            Aunque los bakeneko  son tremendamente rencorosos no son seres benignos ni malignos, hay sin embargo una terrible excepción



NEKOMATA


                Si alguna vez un gato prueba la carne o la sangre humana se transformará en un nekomata (猫又) o “cola bifurcada”. Su rabo se dividirá en dos o más partes y caminará erguido apoyado sobre su particular apéndice, a partir de entonces vivirá obsesionado con satisfacer sus nuevos apetitos.

            Al igual que los bakeneko, podrán suplantar a sus víctimas y utilizarán esta argucia para ir acabando con todos los miembros de la familia, comenzando por los menos importantes (criados, sirvientes, ancianos) hasta ser descubierto, momento en el cual tratará de escapar.

            El nekomata adopta la forma de cualquier individuo, no así su personalidad , siempre tratará de improvisar, preferirá estar solo y se mostrará poco comunicativo. Un caso muy conocido ocurrido durante el siglo XII fue“El gato vampiro de Nabeshima” . La concubina favorita del señor de Hizen fué suplantada por un enorme gato que noche tras noche iba robándole las fuerzas, al no encontrar explicación médica de tan repentina enfermedad  un valiente vasallo se prestó a vigilar la puerta de su señor durante la noche, pero no podía evitar el quedarse dormido una y otra vez. Decidió pedir consejo al abad local el cual le enseñó una plegaria y le indicó que debía pasar toda la noche recitándola. Al hacerlo el malvado nekomata se enfureció al verse atrapado, el vasallo irrumpió en la habitación y descubrió a la criatura a medio transformar intentando escapar acabando en el acto con ella. Días más tarde encontraron el cuerpo de la joven concubina enterrado en el patio del palacio.




            Otro caso muy popular fue el de la señora Takasu: Un día, un hombre llamado Takasu Genbei encontró en la calle a un precioso gato rojizo, hipnotizado por sus brillantes colores y amarillentos ojos decidió llevárselo a su casa, lo que Genbei ignoraba es que el animal se trataba en realidad de un nekomata flor dorada. A las pocas semanas la señora de la casa, madre de Genbei sufrió un brusco cambio de actitud, se negaba a abandonar su habitación alegando estar enferma, también se quejaba de la excesiva iluminación de la estancia. No consintió que la viera ningún médico y rara vez quería hablar con nadie. Al poco desaparecieron dos sirvientas, cosa que no levantó sospechas pues todos pensaron que el arisco comportamiento de la señora podría haber provocado que las muchachas se marcharan.

            Un mes más tarde un criado encontró las ropas de las mujeres manchadas de sangre mientras arreglaba el jardín y tras cavar un poco encontró sus huesos, alarmado le contó lo sucedido a su señor, el cual escandalizado se limitó a reprenderle y a ocultar el hecho para evitar escándalos.

            En otra ocasión un samurái visitó la casa de los Takasu y contó a Genbei la increíble visión que había tenido esa misma tarde. Estando de paseo por el río divisó a una mujer que se estaba lavando junto a la orilla, al aproximarse reconoció a la señora Takasu, pero cuál fue su sorpresa cuando apreció que su boca estaba empapada en sangre y de sus labios asomaban unos afiladísimos dientes. Un perro que vagabundeaba por las inmediaciones comenzó a ladrar y la señora Takasu saltó sobre una piedra con una agilidad antinatural y escapó entre los arbustos.

            Genbei y el samurái reunieron varios perros y entraron en la habitación de su madre, los animales comenzaron a ladrar enloquecidos mientras la anciana mostró una fila de monstruosos dientes y sus manos peludas y con uñas como garfios. Los hombres aprovecharon la sorpresa y acabaron con ella ahí mismo.



            Está claro que los nekomata son criaturas malignas y que los bakeneko actúan a sus anchas y pueden también serlo, sin embargo estos últimos también pueden mostrarse agradecidos si se les trata adecuadamente. El ejemplo más famoso es la historia de Tama, un orondo e indolente gato blanco que vivía en el templo de Gotokuji, en la provincia de Edo. Compartía techo (o lo que quedaba de él) con un monje que trataba afanosamente de mantener en pié la estructura a la vez que asistía a todo aquel que lo necesitara, y en esa época eran muchos.

            Un día el monje reprendió a Tama

            -“Te he acogido, te he cuidado, te alimentado y te he protegido, tú también podrías hacer algo por mí alguna vez, ¿No crees?”

            El gato lo miró sorprendido, como si le hubieran tirado del rabo. Lentamente se dio la vuelta y siguió durmiendo farfullando algo entre dientes.
           
            Unas semanas después el señor de Hikone, Ii Naotaka cruzaba esa zona de la ciudad cuando le sorprendió una tremenda tormenta. Buscó refugio bajo un árbol, cerca del templo y se quedó allí, viendo la cantidad de goteras que tenía el destartalado lugar no le pareció una buena idea el entrar. Algo le hizo pensar en que tal vez se había excedido con la bebida esa tarde. Un extraño gato blanco, casi tan gordo como una dama encinta, le empezó a hacer señas desde la puerta del templo…!de pié sobre sus patas traseras! El señor Naotaka, como valiente guerrero que era, lejos de asustarse optó por disfrutar del espectáculo. El gato insistía y le hacía señas con las patas para que se acercase, cada vez más desesperado.

            Finalmente el samurái cedió a la curiosidad y se aproximó, momento en el cual una terrible explosión le hizo caer al suelo, al girarse contempló asombrado cómo el árbol bajo el que hace unos momentos había estado apoyado se encontraba partido en dos, sin duda alcanzado por un rayo.

            El señor Naotaka se mostró muy agradecido con Tama, que en realidad era un bakeneko  que habitaba el lugar. Desde entonces la casa de Hikone reconstruyó el templo e hizo grandes donaciones con lo que el monje pudo ayudar a muchos necesitados. Naotaka y Tama se hicieron muy amigos, le concedió el nombre de Hikonyan y tras la muerte del felino el señor ordenó construir un santuario en su honor, el cual puede visitarse hoy día.

Templo de Gotokuji, donde descansan los restos de Tama.

            Y estoy seguro que vosotros habéis visto a Tama en más de una ocasión, aunque no sabíais su nombre, ni tampoco su historia, en Japón también se le conoce con otro nombre y este quizá si os suene más porque Tama no es otro que MANEKI NEKO.

Tumba de Tama, el auténtico Manekineko.

17 feb 2016

YAOYA OSHICHI

LA HIJA DEL VERDULERO



A finales del siglo XVII, vivía en Edo (la actual Tokio) la joven Oshichi, hija de un verdulero y de 16 años de edad. Un desafortunado día un incendio arrasó su casa, por lo que se vio obligada a refugiarse en el templo local hasta que su nuevo hogar fuese reconstruido. Durante su estancia se enamoró profundamente del monje Saemon.


          Desde entonces Oshichi buscaba cualquier excusa para visitar el templo y así ver a su amado. Su obsesión llegó a tal grado que provocó otro incendio en su nueva casa para poder hospedarse de nuevo junto a Saemon.

Saemon y Oshichi.


El magistrado local comenzó a sospechar y tras detener e interrogar a la joven ésta confesó. Durante el juicio se le dijo:"

”Oshichi, tienes quince años, ¿verdad?”

" La chica corrigió al juez declarando su verdadera edad, dieciseis años.



-”He dicho que tienes quince años, ¿verdad?”- insistió el magistrado.

Ella volvió a negarlo, por lo que la condenaron a la pena capital. La edad penal durante esa época era de 16 años.

Lugar de la ejecución de Oshichi.


Esta historia ha sido representada en numerosas ocasiones tanto en teatro como en el cine y dependiendo del autor se muestra a una mujer que antepone el amor a su propia vida o a alguien que prefiere morir a mentir.

Dramatización para la televisión.
Lo que sí es cierto es que en la tradición japonesa todas las historias de amor suelen tener un final trágico. Hay varios motivos que apuntan a esto, uno es el religioso, ya que según la tradición budista el origen de todos los males nace de las pasiones humanas y el amor es una de las más poderosas. Por otra parte, en una sociedad claramente gregaria el deber filial y el bien del grupo están siempre por encima de los deseos personales, siendo el enamoramiento  la máxima expresión del egoísmo. Por último en una sociedad de castas los matrimonios solían ser concertados (omiai) y todos los estratos de la sociedad debían someterse a él, en especial las clases altas (buke y kuge) en las que el deber (hon) hacia un señor feudal prevalecía sobre cualquier otro.
 Tumba de Oshichi en el templo de Enjo.


 Los matrimonios por amor (renai) solían ser muy escasos y extraños y por lo general poco recomendables.

Osichi fue crucificada y quemada viva. Sus restos descansan en el templo Enjo-ji, en Tokio.


"”Un beso es como el agua salada, bebes y aumenta tu sed”"


15 feb 2016

ZASHIKI-WARASHI

EL ESPÍRITU RISUEÑO


            Tras un baño reparador el joven Satoshi se fue quedando dormido. A pesar del escandaloso cricrí de los grillos se sentía muy contento, era verano y ese año sus padres pudieron permitirse el  ir a un balneario, las primeras vacaciones en mucho tiempo y como además había obtenido unas calificaciones excelentes en la escuela no debía preocuparse de mucho más. Ellos le querían y el los amaba y respetaba, todo era perfecto.

            Algo le despertó, aunque no sabía qué ya que en la habitación todo estaba en calma.

-“Un momento”. pensó.  “! Los grillos!”.

Satoshi se percató del sepulcral silencio que le rodeaba, roto solo por su agitada respiración.

“-¿Acaso sigo soñando?”

            De repente unos minúsculos orbes de luz comenzaron a formarse a su alrededor. Se desplazaban lentamente, como movidos por una brisa inexistente. Para su asombro Satoshi no se sintió asustado, invadido más bien de una felina curiosidad, pues si en realidad seguía soñando no tardaría en despertar, él siempre fue un buen chico y ninguna persona, o espíritu, o lo que fuera podría reprocharle nada.

            -“¿Quién o qué eres?”

            La respuesta le llegó en forma de risita infantil. Aunque no supo determinar si realmente la había escuchado o eran sonidos dentro de su cabeza.

            Volvió a oírse la risita, a la vez que poco a poco se iba materializando la figura de un niño, uno muy pequeño, con un precioso vestido ceremonial, muy antiguo, parecido al que él mismo vistió hace no mucho, cuando cumplió los siete años.

            El niño no dejaba de mirar con indisimulado interés un cuadernito medio abierto que se encontraba  tirado en el suelo, al lado de la cama. Era de Satoshi, un librito en el que podía apreciarse un gran número de pájaros de colores, aves raras de países con nombres aún más raros. Azules verdes, rojos, amarillos o todos juntos a la vez.

            -“¿Te gusta esto?”

            El pequeño se cubrió la boquita y volvió a reir. El libro comenzó a hojearse por sí solo alocadamente y Satoshi creyó  por un momento oir el batir de cien pares de alas, colores, colores por todas partes invadiéndolo todo, saturando sus sentidos.

            -“! Detenlo, por favor!”- rogó Satoshi.

            Para su asombro volvió a encontrase solo, sudando, acompañado por el rítmico cantar de los grillos en la noche.

            Años después del suceso el joven Satoshi sería conocido por todos como Hara Takashi, primer ministro del Japón. El primer plebeyo que ocupó dicho cargo.


ZASHIKI-WARASHI


            El zashiki-warashi (座敷童子) es un espíritu japonés portador de buena fortuna, muy similar a los “manes” o “lares” de la tradición latina pero con notables peculiaridades.

             Es encarnado por un niño de muy corta edad y como tal le encanta jugar, se siente atraído por cualquier tipo de juguete y sobre todo por las personas inocentes y de corazón puro (la pureza es un elemento omnipresente en el shintoismo, religión animista japonesa).

Los lugares donde aparecen estos espíritus son siempre  muy antiguos y suelen haber sido habitados durante largos periodos de tiempo por una misma familia o grupo de personas, aunque su influencia benefactora  no se limita a los miembros de la familia, ya que a este espíritu le encantan las visitas.

Una vez instalado un zashiki-warashi jamás abandonará su nuevo hogar y protegerá a sus habitantes de todo mal, estos a su vez, con el paso del tiempo, aprenderán a intuir su presencia bien sea con una suave brisa que les acaricia el pelo o un súbito cosquilleo tras una oreja. En caso de que los propietarios decidieran marcharse no les acompañará, retirará su protección y se limitará a esperar indefinidamente a que algún miembro de la familia regrese sin importar si son los hijos, nietos o personas aún por nacer. El espíritu les reconocerá inmediatamente.


Siempre se manifiestan en un punto determinado, normalmente una habitación, así que buscarle en otra parte es inútil. La protección se limita a su propio hogar aunque las zonas donde se sabe que habita una de estas entidades suelen gozar de una gran prosperidad.

            Son extremadamente curiosos y se aconseja a aquellos que deseen atraer su atención  llevar consigo algún tipo de juguete y simular estar jugando y divirtiéndose  aunque hay que tener en cuenta que a veces pueden sentirse un poco intimidados, al fin y al cabo son solo niños.

En muchas ocasiones el zashiki-warashi esperará a que el visitante se quede dormido y aprovechará entonces para buscar entre sus pertenencias cualquier cosa que le sirva para entretenerse. En cualquier caso siempre dejará alguna prueba de su presencia, son invitaciones al juego y si se responde a éstas es muy probable que se muestre abiertamente.



La mera visita del zashiki-warashi es beneficiosa, no es necesario verle, ni ser consciente de ello, el hecho de haber despertado la curiosidad de una de estas entidades es ya de por sí una bendición.

            El sexo del espíritu es muy importante a la hora de determinar la clase de bendición que trae consigo. Si es un niño, la persona objeto de su visita obtendrá el éxito en su profesión, un triunfo rotundo, extraordinario e innegable. Si es una niña la que se aparece garantizará un matrimonio feliz que de sucederse en circunstancias normales habría sido imposible, asegura una gran felicidad y una vida próspera y dichosa.
           


KAMEMARO


            Cerca de la ciudad de Ninohe, en la provincia de Iwate existe una zona de aguas termales llamada Kindaichi (金田一).De entre sus numerosas atracciones destacaba el ryokufusou, un ryokan (posada tradicional japonesa) de más de 350 años de antigüedad y famoso en todo el país por la presencia de un espíritu infantil que solía aparecerse a algunos de los huéspedes que decidían pernoctar allí, su nombre Kamemaro, el lugar la habitación Enjyuu.

La habitación Enjyuu, donde se aparecía el zashiki-warashi 

            La historia de Kamemaro es, como casi todo en Japón, centenaria. Hijo de un guerrero caído en desgracia, con tan solo seis años él y su hermano menor se vieron obligados a abandonar la corte junto con varios miembros de su familia durante el conflicto que asoló el país durante el siglo XII, en una larga travesía que le llevaría desde Nara hasta la provincia de Mutsu, en el por aquel entonces salvaje e inhóspito norte. Acabaron por instalarse en una hermosa zona a la que llamaron Kindaichi, en honor al fundador del clan para que su nombre jamás cayera en el olvido.

            El amor de Kamemaro hacia su familia era grande y prometió que les protegería siempre pasase lo que pasase. Lamentablemente ese invierno fue especialmente duro y el joven Kamemaro sucumbió a las inclemencias del tiempo. La familia, entristecida por la pérdida levantó un pequeño santuario en su honor.  Agradecido y resuelto a cumplir su promesa, el espíritu de Kamemaro decidió permanecer cerca de su familia y librarlas de todo mal. Se cuenta que había noches en las que regresaba para jugar con su hermanito pequeño y sus risitas podían oírse cuando alguien entraba en su dormitorio.

            Mucho tiempo después se construyó un ryokan en ese mismo lugar, el templete, aparentemente inmune al paso del tiempo, presidía el recinto.

Entre los visitantes que aseguraron encontrarse con el espíritu figuran Soichiro Honda, fundador de la empresa que lleva su apellido o Hara Takashi, primer ministro de Japón. Ambos se alojaron en la misma habitación y con posterioridad confesaron haber tenido experiencias similares.

            El 4 de octubre del 2009 se produjo un terrible incendio que arrasó el establecimiento. En el instante del suceso había en la casa 21 personas entre empleados y huéspedes, ninguno de ellos sufrió el más mínimo daño. A pesar de estar construidas de madera el fuego no se extendió a las casas colindantes. No quedó piedra sobre piedra si exceptuamos al templete, el cual permaneció intacto.



Santuario de Kamemaro

            El 11 de marzo del 2011 el gran terremoto de Tohoku y su infame tsunami devastó la zona aunque según se cuenta los primeros equipos de reconstrucción quedaron asombrados al ver que de entre los escombros de los edificios un pequeño santuario se erguía triunfante.

            Según asegura el ex-propietario gracias al incendio del 2009 se salvaron muchas vidas, pues las estructuras del lugar ya eran viejas y el incidente impidió que nadie muriera en el desastre de 2011. Kamemaro prefirió inmolar la casa para proteger a los suyos y está convencido de que su espíritu aún les aguarda allí, esperando a que el Ryokufusou sea reconstruido.

            Esta no es la única teoría sobre el origen de los yashiki-warashi. Otros cuentan que podría ser la evolución de unos espíritus aún más antiguos, los yashiki-arashi, o fantasmas ladrones (semejante a los espíritus burlones) que con el tiempo se tornaron en yashiki-warakashi o espíritus que se ríen, (del japonés warau, reír), aunque según el dialecto usado en el norte wara-kashi también es una manera de llamar a los niños pequeños.

            Otra historia apunta a una anciana campesina, viuda y sin hijos que acoge en su hogar a un huérfano moribundo y le presta toda clase de atenciones, cuidándolo con el celo de una madre. El pequeño había tenido hasta entonces una vida desdichada y llena de sufrimiento. A pesar de todo el infante es víctima de unas terribles fiebres. Una noche, mientras la anciana intentaba aliviar su padecimiento, el chico le dedicó una tierna mirada y dijo “estos días he sido muy feliz” tras lo cual murió. Su espíritu permaneció con la anciana y la protegió durante el resto de sus días.


El Ryokufuso antes de su destrucción en el 2009
            Afortunadamente el Ryokufuso no es el único lugar donde habita un yashiki-warashi, existen otros lugares, como el Sugahara Bekkan donde residió un tiempo el escritor Yanagida Kunio, quien más tarde documentó extensamente en su obra Tono Monogatari todo el saber sobre estas criaturas. Es considerado uno de los folkloristas más importantes de su país.

            Así que ya sabéis, si en alguna ocasión visitáis tierras niponas y una noche se os aparece un niño pequeño con ganas de jugar no os asustéis, abridle vuestro corazón y sonreíd, no os arrepentiréis.