4 ene 2017

ESPIRITUS HAMBRIENTOS (2ª PARTE)

           
               Continuamos con los espíritus hambrientos. En el artículo anterior nos centramos en los gaki de la tradición budista pero comprobaréis que el folclore japonés es mucho más rico y variado. Os invito a una velada en el bufete del misterio. Bon apetit!

BEBEDORES DE ACEITE


            En la antigüedad el aceite de ballena era un bien muy preciado. Hasta el desarrollo del queroseno era el principal combustible de las lámparas y su comercio generaba grandes beneficios. Su luz atraía igualmente a insectos, comerciantes, maleantes e incluso criaturas del más allá.

            Dejemos a un lado la entomología y la economía y centrémonos en los amigos de lo ajeno, principalmente en los ladrones de aceite ya sean vivos o muertos. Como ya vimos anteriormente los pecados de los humanos tienen su justo castigo en la otra vida y los infractores son condenados a regresar a este mundo conservando sus malos hábitos. Una de estas singulares criaturas es el  Aburakago o niño del aceite. Este yokai  suele rondar por las lámparas de las casas con el objeto de sorber su contenido. Empieza su aproximación bajo la forma de un hitodama  (almas humanas con forma de esfera ardiente similares a los fuegos fatuos). Una vez que localiza su objetivo se transforma en un niño pequeño y comienza a succionar el aceite del interior de la lámpara hasta vaciarla y luego se aleja volando.




            Caso parecido es el del Abura Sumashi  (exprimidor de aceite) pero en este caso no es un niño, sino un anciano de rasgos grotescos, de cabeza calva parecida a una patata, viste una capa de paja (atuendo que se usaba como impermeable) y porta un bastón sobre el que se apoya.  Las leyendas lo sitúan en el paso de Kusazumigoe que une las poblaciones de Amakusa y Ariake, en la provincia de Kumamoto.  Gusta de robar botellas del aceite que se extrae de las plantas de té de esa zona y asustar a los caminantes haciendo toda clase de inofensivas travesuras.



            Nos encontramos ante una tradición muy localizada, no existiendo ésta fuera de su provincia. El primero que la dio a conocer fue el escritor Yanagita Kunio en su obra ´sobre los yokai´, donde cuenta cómo en una ocasión una anciana y su nieto caminaban por el paso cuando dijo en voz alta ´Acabo de ver una enorme botella de aceite´, a lo que una extraña voz le contestó ´Pues ahora mismo voy a por ella´.

            Ryuichi Hamada, en su revista ´Isla de Amakusa´ vuelve a mencionar al Abura sumashi. Sin embargo ninguno de ellos la describe. El concepto del viejo con bastón, traje de paja y cara de patata es creación del dibujante Shigeru Mizuki. El famoso manga´Gegege no Kitaro´  junto con la película de 1968 ´Yokai Daisensou´ (Yokai Monsters) y su versión del 2005 (La gran guerra Yokai) ayudaron a consolidar esta criatura en el imaginario colectivo japonés.

            En el 2005 se encontraron en las montañas de la zona unas antiguas tallas sagradas, debido a lo recóndito del lugar el alcalde de la ciudad de Amakusa decidió trasladarlas a un punto más próximo de la población. Durante el traslado las cabezas de las estatuas desaparecieron. Todos culparon al Abura sumashi.

Estatuas decapitadas en Amakusa

            A Estas dos criaturas se les suele confundir con los Jiki-kwa-gaki, que comen fuego y se arrojan al interior de las lámparas. Todos ellos son reencarnaciones de ladrones de aceite pero mientras que el origen del mito de los gaki es religioso y sus características están ampliamente documentadas, en el caso de los Aburakago y los Abura sumashi  la fuente es popular y se ha ido trasmitiendo de manera oral.

JIKININKI, LOS NECRÓFAGOS


            A finales del siglo XIII el famoso monje Muso Soseki , el más famoso de su tiempo  y cuyas obras de caligrafía y jardinería zen se conservan aún hoy día, se perdió en las montañas mientras se encontraba de peregrinación por la provincia de Mino. Afortunadamente encontró una de las capillas budistas que tan abundantes eran en aquellos tiempos y allí se dirigió.

            Como vio que estaba habitada anunció su llegada en voz alta. En la puerta apareció un anciano sacerdote que de muy malas maneras le dijo que se buscara otro sitio, quizá en una aldea que había en las proximidades, le indicó donde estaba y sin esperar respuesta volvió al interior de templete.

            No tardó Soseki  en encontrar el poblado, diez o doce casas desperdigadas aquí y allá. Entró en la más grande donde parecía congregarse la mayor parte de la gente. Pidió asilo a un muchacho que aguardaba en la entrada. Los aldeanos acogieron al monje muy amablemente y le proporcionaron alimentos y una cama en una pequeña habitación.

            Durante la noche no pudo evitar oír unos lamentos que provenían de la estancia principal, abrió suavemente la puerta corredera y comprobó que los allí reunidos estaban velando a un cadáver. Al advertir su presencia el joven anfitrión le explicó que él era ahora el hombre de la casa pues el fallecido era su padre que murió esa misma tarde unas horas antes de que llegara el monje y que no le dijeron nada pensando que estaría muy cansado. También le dijo que debían pasar la noche fuera de la aldea, pues esa era la costumbre en ese lugar.

             ´Siempre suceden cosas extrañas la noche siguiente a una muerte´- le dijo con voz grave.

            ´Aunque un hombre santo como vos no temerá ni a fantasma ni a demonio, si es vuestro deseo podéis permanecer en esta casa´- añadió.

            Soseki  se ofreció para realizar los servicios religiosos y velar el cadáver hasta su regreso.

            Recitó las plegarias se sumió en una profunda meditación y así permaneció durante unas horas cuando de repente una figura difusa, como una nube de humo, comenzó a deslizarse en la habitación. El monje comprobó horrorizado que estaba completamente inmovilizado, la cosa se acercó al cadáver, lo alzó sin esfuerzo y empezó a comérselo. No dejó nada, engulló hasta los huesos, el pelo, la ropa, todo. Después se dirigió hasta las ofrendas funerarias y también se las tragó. Cuando hubo terminado con su macabro festín se marchó de la misma forma que vino.



            Cuando regresaron Soseki  contó a los aldeanos lo sucedido la noche anterior que no se sorprendieron en absoluto de sus palabras. Al parecer no era la primera vez que esto sucedía. Cada vez que alguien fallecía la gente se reunía y al caer la noche abandonaba el lugar, al día siguiente el cuerpo desaparecía.

            -¿Es que el sacerdote que vive en la capilla de la colina no oficia funerales?- preguntó Soseki

            - ¿De quién habláis? En la colina que decís no hay ninguna capilla.- le dijeron extrañados.

            El monje aceptó la respuesta sin discutir y se despidió de ellos dando las gracias por su hospitalidad.

            Cuando se hubo alejado lo suficiente volvió sobre sus pasos y se dirigió a la colina y allí volvió a ver la capilla, en esta ocasión el anciano le invitó a entrar. Una vez dentro le dedicó varias reverencias y le pidió perdón vehementemente.

            Soseki  le disculpó y le explicó que no había razón para sentirse avergonzado pues siguiendo sus indicaciones pudo llegar a un pueblo donde le dieron cobijo muy amablemente.

            -No me avergüenzo- dijo -por no haberos acogido, pues no me es posible dar alojamiento a hombre alguno, sino porque anoche contemplasteis mi verdadera forma y os debo una aclaración por ello: Hace mucho tiempo yo era un sacerdote, me encargaba de los oficios religiosos de los pueblos circundantes. Todos acudían a mí y yo les prestaba un buen servicio, mas no había religiosidad alguna en mi proceder ya que yo lo veía como un negocio y muy lucrativo por cierto. Tras mi muerte y debido a mi ambición me reencarné en un Jikininki y por ello me veo obligado a alimentarme de la carne de los muertos. Os ruego buen señor que realicéis una ceremonia de segaki y me liberéis de tan terrible existencia.

            Soseki  accedió, preparó incienso, el arroz que le habían dado los lugareños y un poco de agua . Cerró los ojos y comenzó a rezar. Nada más terminar vio que se hallaba a la intemperie, la capilla había desaparecido. Ante él solo quedaba la lápida de un sacerdote muerto hace ya muchos años.

. . . . . .

            Los Jikininki  son espíritus necrófagos estrechamente vinculados a los Jiki-niku-gaki  o comedores de carne, de hecho se trata de la misma criatura con distinto nombre. Su apariencia es la de un ser humano normal y corriente pero con dientes muy afilados y en ocasiones con dedos como garras. En vida fueron personas codiciosas, son conscientes de su naturaleza y se avergüenzan profundamente de sí mismos. Intentan evitar el contacto con otros humanos y se suelen ocultar en edificios abandonados o en zonas abruptas e inaccesibles. No son muertos animados, son entidades espirituales que se materializan puntualmente para calmar (momentáneamente) su hambre eterna.

AKANAME, REYES DE LA INMUNDICIA


            La suciedad, las impurezas, la desidia, la enfermedad, las plagas y la muerte. Ambiente ideal para atraer a espíritu hambriento en cualquiera de sus variantes, y si el lugar en cuestión destaca en alguno de estos aspectos es muy probable que se quede a vivir en él. Es el caso de los Akaname o libadores de mugre. Son seres repugnantes de baja estatura y con el pelo descuidado y grasiento. Habitan en los baños, especialmente si se encuentran sucios o reciben pocos cuidados. Tienen una lengua muy larga con el que succionan la porquería. Suelen ser bastante tímidos y se ocultarán siempre que les sea posible.



            A primera vista puede parecer un yokai  inofensivo e incluso beneficioso ya que elimina la suciedad pero estos seres entrañan dos grandes peligros, el primero de ellos es que es portador de enfermedades, mientras más tiempo resida en una casa más personas caerán enfermas e incluso morirán si no reciben los cuidados adecuados. El segundo es que atraen a otros seres sobrenaturales no siempre amistosos.

            Es muy sencillo expulsar a un Akaname, basta con limpiar un poco. Una vez que desaparezca la basura la buscará en otro sitio. El socorrido segaki  es siempre eficaz pero como ya dijimos es una medida temporal y si no se cambia de hábitos acabará regresando y la próxima vez es probable que no venga solo.

            El mito del Akaname cobra relevancia durante el siglo XVIII cuando el famoso artista Toriyama Sekien publica su Gazu Hiakki Yako (la parada ilustrada de los cien demonios) pero tiene un predecesor, el Fujo-ko-hyaku-gaki (ver entrada anterior) y un antecesor, la conocida como Toire no Hanako (Hanako la de los retretes).

            Toire no Hanako  es una leyenda urbana que nos habla del fantasma de una chica que se esconde en el cuarto  cubículo de los baños femeninos de las escuelas japonesas. El número cuatro y nueve (shi y ku) se pronuncian igual que las palabras muerte y dolor, el asunto se toma tan en serio que los hospitales de este país no tienen ni cuarta ni novena planta. Para invocarla hay que llamar tres veces a la puerta del servicio y preguntar ´¿Estás ahí Hanako?´  Entonces contestará ´Si, estoy aquí´. En ese momento el invocador tendrá que tomar una decisión o bien dejarla en paz e irse o abrir la puerta. Lo que te aguarda tras la puerta depende de la provincia y a veces de la escuela pero no suele ser agradable. El origen de Hanako es incierto, en algunos lugares se cuenta que murió durante los bombardeos estadounidenses, en otros la presentan como una víctima del acoso  escolar. En todo caso todas estas afirmaciones son pura invención, se trata de una prueba de valor para jóvenes y a veces de una mera broma pesada (alguien se esconde dentro del baño y se hace pasar por Hanako para asustar a los novatos).



             Hay varias similitudes entre Hanako y los  Akaname. Ambos seres viven en un baño y hay más probabilidades de que se manifiesten si el lugar está sucio o descuidado. Además a Hanako se la describe como una chica que viste una falda colorada y la palabra Aka también significa rojo. Es muy probable que Toire no Hanako  no sea más que una evolución del Akaname.

LOS DIOSES DEL HAMBRE


            La siguiente es una de las entidades más peligrosas, malignas y desconocidas de todos los espíritus hambrientos.

            Hablo de los Hidarugami  cuyo nombre lo constituyen las palabras Hidaru  del verbo hidarui, que en el dialecto de la prefectura de Gifu, en el centro de Japón, significa hambre y kami  que significa Dios. Este término puede inducir a error ya que la palabra Kami  también puede traducirse como ´ser superior´ por lo que no debe interpretarse que estas criaturas tengan origen divino.

            Los hidarugami  son espíritus de aquellos que murieron de hambre mientras deambulaban perdidos por las montañas. Fallecieron solos, sufriendo, posiblemente sintiéndose abandonados y odiando al resto del mundo. No recibieron los rituales apropiados, nadie les buscó, se convirtieron en muembotoke (muertos sin familia). Ninguno de ellos cometió pecados tan graves como para no poder reencarnarse pero la puerta hacia una nueva vida se les cerró para siempre. No son fantasmas vengativos pues a nadie  pueden culpar de su desgracia. No son demonios aunque sientan el mismo rencor por la raza humana. No son lastimosos gaki que penan por algo que llevarse a sus patéticas bocas. Son algo más, la gente, temerosa, les llama dioses pero ellos no quieren tu respeto, ni tu miedo, ni siquiera te buscan a ti pero reza por que nunca te cruces en su camino pues te consumirán como quien exprime una naranja, ellos no tienen hambre, ellos son el hambre misma.  

            Los Hidarugami  no tienen forma física. Atacan a sus víctimas mediante la posesión. Los afectados sufren hambre y fatiga repentinas así como desorientación y rigidez muscular, en algunos casos el vientre del desdichado se hincha de manera grotesca. Otras veces el poseso puede actuar de manera muy violenta, si no viaja solo y su compañero ha comido algo, por poco que sea, se abalanzará sobre él y le desgarrará el abdomen hasta vaciarle el estómago.

            Siempre atacarán en grupo, llegando a poseer a varias personas simultáneamente y aquellos que no logren sobrevivir se unirán a la siniestra comitiva.



            Combatirlos es relativamente sencillo, basta con llevarse un puñado de comida a la boca y no dejar de masticarla hasta abandonar su área de influencia, la cual nunca abandonarán.

            Los sucesos más antiguos de que se tiene constancia se remontan al año 1736 cuando un hombre llamado Senkichi  fue hallado medio muerto en un paso de montaña, tras recuperarse el hombre explicó lo sucedido y los habitantes del lugar identificaron en su testimonio el ataque de un Hidarugami. Mucho tiempo después, en 1861 un comerciante que atravesaba las montañas en dirección a la antigua ciudad de Onohara (la actual Kanonji, en la isla de Shikoku) salvó la vida al conseguir llegar exhausto y a rastras a un templo cercano. Contó que apenas una hora después de comer sufrió un hambre repentina y totalmente desproporcionada y que sintió cómo le abandonaban las fuerzas.

            El caso más impactante es sin duda el que acaeció el 23 de julio del año 2001 en las cercanías del monte Haku, situado entre las prefecturas de Ishikawa y Gifu. Dos turistas australianos, Thomas Harris de 31 años y su novia Evelyn Nguyen de 25 decidieron acampar en el interior del bosque próximo al monte. Aunque la zona contaba con varias zonas de acampada gratuitas, servicios para visitantes, información turística sobre rutas y medios de transporte la joven pareja tenía sus propios planes.



            Al día siguiente se dio aviso a las autoridades de un macabro hallazgo. No muy lejos del camino principal yacían los cuerpos sin vida de Thomas y Evelyn . A él lo encontraron fuera de la tienda de campaña, en sus manos sujetaba una bolsa de patatas a medio comer. Ella estaba tendida en el interior, rodeada de envoltorios de chocolatinas, aperitivos y una docena de botellas de agua vacías.

            Cuando la prensa habló con el responsable de la investigación, el señor Takahashi Akira, averiguaron que no había signos de violencia en el lugar de los hechos y que se barajaba la posibilidad de envenenamiento o sobredosis. El resultado de la autopsia dejó atónitos a propios y extraños, causa de la muerte: inanición. La doctora Aihara Mitsuko, encargada de examinar los cuerpos, reveló que tanto los intestinos como los estómagos de la pareja estaban completamente vacíos y presentaban un avanzado estado de deshidratación, sin embargo se encontraron restos de comida reciente entre los dientes de los fallecidos.

            La prensa no dudó en culpar a los cuatro chicos que encontraron a los turistas. El señor Takahashi  se apresuró a desmentir este rumor, no tenía sentido pues Evelyn  apareció acostada y no había sido forzada, además las pertenencias de los dos chicos permanecían intactas. Nadie se explica cómo pudieron, en una sola noche, morir de hambre.

            Un año después un periódico local publicó un titular que decía ´¿Los hidarugami  matan a dos personas? Un año sin respuestas´.
El caso sigue sin resolver, solo existe una explicación posible, pero nadie la creería.

EL COME-SUEÑOS

           
            He querido dejar al Baku  en último lugar por ser la única criatura abiertamente benigna. Su dieta es muy peculiar: se come las pesadillas.

            Las descripciones del baku son de lo más bizarras: cuerpo de oso, pies de tigre, trompa de elefante, cola de buey y ojos de rinoceronte (¿Alguien dijo Quimera?). Lo cierto es que este animal... !si, es un animal!... existe, es tan real como el plato de lentejas que me acabo de comer. Señoras y señores el baku no es ni más ni menos que un tapir. ¿Alguien no sabe lo que es un tapir? No os preocupéis, a continuación os mostraré una foto del bicho y una vez la examinéis bien volved a leer la descripción, observad el cuerpo, las patas, la trompa, la cola, los ojos... curioso ¿verdad?



            ¿Y cómo se comportan estos seres? Pues empecemos por el principio. En la antigua China, durante la dinastía T´ang (siglos del VII al X más o menos) los afortunados propietarios de un tapir empezaron a darse cuenta de que dormían divinamente y que nada perturbaba sus sueños (de hecho no tenían, se los comía el bicho) otros los usaban como almohada, sus curvadas formas se amoldaban al cuello a la perfección y además estaban calentitos. De repente todos querían uno. La gente como loca preguntaba a los comerciantes más reputados pero oh desgracia, las existencias de baku  se habían agotado y con esto de las guerras intestinas cualquiera era el listo que se atrevía a cruzar la frontera. Así que tuvieron que ingeniárselas para beneficiarse de los que ya vivían entre ellos. Algunas familias encargaron pinturas con su imagen otros compraron preciosas almohadas con la forma de un baku. Los más humildes, cuando tenían una pesadilla, simplemente repetían tres veces ´Baku cómete este sueño´ ¿Y sabéis qué? !Funcionaba!!El baku acudía allá donde lo llamaban, llegaba durante la noche y se comía tus malos sueños. Los demonios y espíritus malignos se negaban a entrar en las casas donde hubiera algún tipo de representación del baku. !Era... como robarle el wifi a tu vecino! Pero el abuso tiene siempre sus peligros, los baku comenzaron a ser más exigentes, si se le llamaba por alguna banalidad y no se sentía saciado el animal seguía comiendo y cuando acababa con tus miedos absorbía también tus anhelos y tus esperanzas convirtiéndote en una persona fría y gris, un hombre sin sueños.



            Otras veces podían negarse por razones que ni nosotros mismos llegamos a entender del todo. Por ejemplo recuerdo una historia, ocurrida ya en Japón durante el siglo XIV en la que un noble señor invocó al baku a raíz de unas pesadillas recurrentes que le atormentaban cada noche, el animal apareció y el señor le explicó que mientras dormía presenciaba su propio funeral, veía su cuerpo inerte ante él rodeado de mujeres compungidas. Las damas al verle a él (al vivo) se asustaron y una tras otra abandonaron la estancia hasta dejarlo solo consigo mismo. Un gran aura de maldad inundó la habitación, se podía respirar. Las manos del muerto se agitaron espasmódicamente y el señor, paralizado por el miedo no pudo apartar la mirada. Los párpados se abrieron y el difunto se abalanzó hacia el vivo intentando estrangularle.  El señor lo apartó de un fuerte empujón y de súbito una poderosa hacha se materializó en sus manos. Arma que no dudo en utilizar contra su siniestro agresor. Descargó la hoja con furia una y otra vez hasta reducir a su oponente a una masa sanguinolenta. Después de aquello siempre se despertaba, y gritaba ´Baku kurae! Baku kurae! Baku kurae!´ (baku cómete mi sueño).



            El Baku , tras escucharle pacientemente dijo ´No lo haré, no me comeré ese sueño tuyo´. El señor no daba crédito a lo que estaba oyendo y le reprochó ´¿Pero qué me estáis contando Baku-san?´  El ser, haciendo gala de una paciencia infinita le explicó. ´Amigo, yo nunca como sueños felices, el arma es el hacha de la buena ley, el gran Buda te la envió para acabar con el YO que te atrapa en esta existencia material. Enhorabuena buen señor, la fortuna os sonríe, disfrutad de vuestro sueño´. Y se esfumó volando por la ventana y dejó a nuestro querido señor con una media sonrisa muy parecida a la de la estatua de buda que hay en el templo Toji, esa que está justo al entrar a la derecha, no, lo rojo es un buzón, está justo detrás, ahí, esa es.

            Pues así por encima os he explicado la vida y milagros de una especie en peligro de extinción, no me refiero al baku, hablaba de los soñadores. Yo intento con toda mi alma seguir soñando pero las pastillas de colores que me manda mi psiquiatra me provocan alucinaciones con sabor a limón y hasta he llegado a ver naves arder más allá de la puerta de Tanhauser, no me extraña que mi pobre baku  haya pedido la baja por agotamiento nervioso.




            Espero que tras este desfile de monstruos infectos haya podido en el último momento haceros sonreír. Si habéis aguantado leyendo hasta el final os lo merecéis.  Felices sueños amigos, y hasta la próxima. 

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