Continuamos con los
espíritus hambrientos. En el artículo anterior nos centramos en los gaki de la tradición budista pero
comprobaréis que el folclore japonés es mucho más rico y variado. Os invito a
una velada en el bufete del misterio. Bon
apetit!
BEBEDORES
DE ACEITE
En la antigüedad el aceite de ballena era
un bien muy preciado. Hasta el desarrollo del queroseno era el principal
combustible de las lámparas y su comercio generaba grandes beneficios. Su luz
atraía igualmente a insectos, comerciantes, maleantes e incluso criaturas del más
allá.
Dejemos a un lado la
entomología y la economía y centrémonos en los amigos de lo ajeno,
principalmente en los ladrones de aceite ya sean vivos o muertos. Como ya vimos
anteriormente los pecados de los humanos tienen su justo castigo en la otra
vida y los infractores son condenados a regresar a este mundo conservando sus
malos hábitos. Una de estas singulares criaturas es el Aburakago
o niño del aceite. Este yokai suele rondar por las lámparas de las casas con
el objeto de sorber su contenido. Empieza su aproximación bajo la forma de un hitodama (almas humanas con forma de esfera ardiente
similares a los fuegos fatuos). Una vez que localiza su objetivo se transforma
en un niño pequeño y comienza a succionar el aceite del interior de la lámpara
hasta vaciarla y luego se aleja volando.
Caso parecido es el
del Abura Sumashi (exprimidor de aceite) pero en este caso no es
un niño, sino un anciano de rasgos grotescos, de cabeza calva parecida a una
patata, viste una capa de paja (atuendo que se usaba como impermeable) y porta
un bastón sobre el que se apoya. Las
leyendas lo sitúan en el paso de Kusazumigoe
que une las poblaciones de Amakusa y Ariake, en la provincia de Kumamoto.
Gusta de robar botellas del aceite que se extrae de las plantas de
té de esa zona y asustar a los caminantes haciendo toda clase de inofensivas
travesuras.
Nos encontramos ante
una tradición muy localizada, no existiendo ésta fuera de su provincia. El
primero que la dio a conocer fue el escritor Yanagita Kunio en su obra ´sobre los yokai´, donde cuenta cómo en
una ocasión una anciana y su nieto caminaban por el paso cuando dijo en voz
alta ´Acabo de ver una enorme botella de aceite´, a lo que una extraña voz le
contestó ´Pues ahora mismo voy a por ella´.
Ryuichi Hamada, en su revista ´Isla
de Amakusa´ vuelve a mencionar al Abura
sumashi. Sin embargo ninguno de ellos la describe. El concepto del viejo
con bastón, traje de paja y cara de patata es creación del dibujante Shigeru Mizuki. El famoso manga´Gegege no Kitaro´ junto con la película de 1968 ´Yokai Daisensou´ (Yokai Monsters) y su
versión del 2005 (La gran guerra Yokai) ayudaron a consolidar esta criatura en
el imaginario colectivo japonés.
En el 2005 se
encontraron en las montañas de la zona unas antiguas tallas sagradas, debido a
lo recóndito del lugar el alcalde de la ciudad de Amakusa decidió trasladarlas a un punto más próximo de la
población. Durante el traslado las cabezas de las estatuas desaparecieron.
Todos culparon al Abura sumashi.
A Estas dos criaturas se les suele
confundir con los Jiki-kwa-gaki, que
comen fuego y se arrojan al interior de las lámparas. Todos ellos son
reencarnaciones de ladrones de aceite pero mientras que el origen del mito de
los gaki es religioso y sus características
están ampliamente documentadas, en el caso de los Aburakago y los Abura sumashi
la fuente es popular y se ha ido
trasmitiendo de manera oral.
JIKININKI,
LOS NECRÓFAGOS
A finales del siglo XIII el famoso monje Muso Soseki , el más famoso de su tiempo
y cuyas obras de caligrafía y jardinería
zen se conservan aún hoy día, se perdió en las montañas mientras se encontraba
de peregrinación por la provincia de Mino.
Afortunadamente encontró una de las capillas budistas que tan abundantes
eran en aquellos tiempos y allí se dirigió.
Como vio que estaba
habitada anunció su llegada en voz alta. En la puerta apareció un anciano
sacerdote que de muy malas maneras le dijo que se buscara otro sitio, quizá en
una aldea que había en las proximidades, le indicó donde estaba y sin esperar
respuesta volvió al interior de templete.
No tardó Soseki en encontrar el poblado, diez o doce casas
desperdigadas aquí y allá. Entró en la más grande donde parecía congregarse la
mayor parte de la gente. Pidió asilo a un muchacho que aguardaba en la entrada.
Los aldeanos acogieron al monje muy amablemente y le proporcionaron alimentos y
una cama en una pequeña habitación.
Durante la noche no
pudo evitar oír unos lamentos que provenían de la estancia principal, abrió
suavemente la puerta corredera y comprobó que los allí reunidos estaban velando
a un cadáver. Al advertir su presencia el joven anfitrión le explicó que él era
ahora el hombre de la casa pues el fallecido era su padre que murió esa misma
tarde unas horas antes de que llegara el monje y que no le dijeron nada
pensando que estaría muy cansado. También le dijo que debían pasar la noche
fuera de la aldea, pues esa era la costumbre en ese lugar.
´Siempre
suceden cosas extrañas la noche siguiente a una muerte´- le dijo con voz
grave.
´Aunque un hombre santo como vos no temerá ni a fantasma ni a demonio,
si es vuestro deseo podéis permanecer en esta casa´- añadió.
Soseki se ofreció para realizar
los servicios religiosos y velar el cadáver hasta su regreso.
Recitó las plegarias
se sumió en una profunda meditación y así permaneció durante unas horas cuando
de repente una figura difusa, como una nube de humo, comenzó a deslizarse en la
habitación. El monje comprobó horrorizado que estaba completamente
inmovilizado, la cosa se acercó al cadáver, lo alzó sin esfuerzo y empezó a
comérselo. No dejó nada, engulló hasta los huesos, el pelo, la ropa, todo.
Después se dirigió hasta las ofrendas funerarias y también se las tragó. Cuando
hubo terminado con su macabro festín se marchó de la misma forma que vino.
Cuando regresaron Soseki contó a los aldeanos lo sucedido la noche
anterior que no se sorprendieron en absoluto de sus palabras. Al parecer no era
la primera vez que esto sucedía. Cada vez que alguien fallecía la gente se
reunía y al caer la noche abandonaba el lugar, al día siguiente el cuerpo
desaparecía.
-¿Es que el sacerdote que vive en la capilla de la colina no oficia
funerales?- preguntó Soseki
- ¿De quién habláis? En la colina
que decís no hay ninguna capilla.- le dijeron extrañados.
El monje aceptó la
respuesta sin discutir y se despidió de ellos dando las gracias por su
hospitalidad.
Cuando se hubo alejado
lo suficiente volvió sobre sus pasos y se dirigió a la colina y allí volvió a
ver la capilla, en esta ocasión el anciano le invitó a entrar. Una vez dentro
le dedicó varias reverencias y le pidió perdón vehementemente.
Soseki le disculpó y le
explicó que no había razón para sentirse avergonzado pues siguiendo sus
indicaciones pudo llegar a un pueblo donde le dieron cobijo muy amablemente.
-No me avergüenzo- dijo -por no
haberos acogido, pues no me es posible dar alojamiento a hombre alguno, sino
porque anoche contemplasteis mi verdadera forma y os debo una aclaración por
ello: Hace mucho tiempo yo era un sacerdote, me encargaba de los oficios
religiosos de los pueblos circundantes. Todos acudían a mí y yo les prestaba un
buen servicio, mas no había religiosidad alguna en mi proceder ya que yo lo
veía como un negocio y muy lucrativo por cierto. Tras mi muerte y debido a mi
ambición me reencarné en un Jikininki y por ello me veo obligado a alimentarme
de la carne de los muertos. Os ruego buen señor que realicéis una ceremonia de
segaki y me liberéis de tan terrible existencia.
Soseki accedió, preparó incienso, el arroz que le
habían dado los lugareños y un poco de agua . Cerró los ojos y comenzó a rezar.
Nada más terminar vio que se hallaba a la intemperie, la capilla había
desaparecido. Ante él solo quedaba la lápida de un sacerdote muerto hace ya
muchos años.
. . . . . .
Los Jikininki son espíritus necrófagos estrechamente
vinculados a los Jiki-niku-gaki o comedores de carne, de hecho se trata de
la misma criatura con distinto nombre. Su apariencia es la de un ser humano
normal y corriente pero con dientes muy afilados y en ocasiones con dedos como
garras. En vida fueron personas codiciosas, son conscientes de su naturaleza y
se avergüenzan profundamente de sí mismos. Intentan evitar el contacto con
otros humanos y se suelen ocultar en edificios abandonados o en zonas abruptas
e inaccesibles. No son muertos animados, son entidades espirituales que se
materializan puntualmente para calmar (momentáneamente) su hambre eterna.
AKANAME,
REYES DE LA INMUNDICIA
La suciedad, las impurezas, la desidia, la
enfermedad, las plagas y la muerte. Ambiente ideal para atraer a espíritu
hambriento en cualquiera de sus variantes, y si el lugar en cuestión destaca en
alguno de estos aspectos es muy probable que se quede a vivir en él. Es el caso
de los Akaname o libadores de mugre.
Son seres repugnantes de baja estatura y con el pelo descuidado y grasiento.
Habitan en los baños, especialmente si se encuentran sucios o reciben pocos
cuidados. Tienen una lengua muy larga con el que succionan la porquería. Suelen
ser bastante tímidos y se ocultarán siempre que les sea posible.
A primera vista puede
parecer un yokai inofensivo e incluso beneficioso ya que
elimina la suciedad pero estos seres entrañan dos grandes peligros, el primero
de ellos es que es portador de enfermedades, mientras más tiempo resida en una
casa más personas caerán enfermas e incluso morirán si no reciben los cuidados
adecuados. El segundo es que atraen a otros seres sobrenaturales no siempre
amistosos.
Es muy sencillo
expulsar a un Akaname, basta con
limpiar un poco. Una vez que desaparezca la basura la buscará en otro sitio. El
socorrido segaki es siempre eficaz pero como ya dijimos es una
medida temporal y si no se cambia de hábitos acabará regresando y la próxima
vez es probable que no venga solo.
El mito del Akaname cobra relevancia durante el
siglo XVIII cuando el famoso artista Toriyama
Sekien publica su Gazu Hiakki Yako (la
parada ilustrada de los cien demonios) pero tiene un predecesor, el Fujo-ko-hyaku-gaki (ver entrada anterior)
y un antecesor, la conocida como Toire no
Hanako (Hanako la de los retretes).
Toire no Hanako es una
leyenda urbana que nos habla del fantasma de una chica que se esconde en el
cuarto cubículo de los baños femeninos
de las escuelas japonesas. El número cuatro y nueve (shi y ku) se pronuncian
igual que las palabras muerte y dolor, el asunto se toma tan en serio que los
hospitales de este país no tienen ni cuarta ni novena planta. Para invocarla
hay que llamar tres veces a la puerta del servicio y preguntar ´¿Estás ahí
Hanako?´ Entonces contestará ´Si, estoy
aquí´. En ese momento el invocador tendrá que tomar una decisión o bien dejarla
en paz e irse o abrir la puerta. Lo que te aguarda tras la puerta depende de la
provincia y a veces de la escuela pero no suele ser agradable. El origen de
Hanako es incierto, en algunos lugares se cuenta que murió durante los
bombardeos estadounidenses, en otros la presentan como una víctima del
acoso escolar. En todo caso todas estas
afirmaciones son pura invención, se trata de una prueba de valor para jóvenes y
a veces de una mera broma pesada (alguien se esconde dentro del baño y se hace
pasar por Hanako para asustar a los novatos).
Hay varias similitudes entre
Hanako y los Akaname. Ambos seres viven en un baño y hay más probabilidades de
que se manifiesten si el lugar está sucio o descuidado. Además a Hanako se la
describe como una chica que viste una falda colorada y la palabra Aka también significa rojo. Es muy
probable que Toire no Hanako no sea más que una evolución del Akaname.
LOS
DIOSES DEL HAMBRE
La siguiente es una de
las entidades más peligrosas, malignas y desconocidas de todos los espíritus
hambrientos.
Hablo de los Hidarugami cuyo nombre lo constituyen las palabras Hidaru del verbo hidarui, que en el dialecto de la
prefectura de Gifu, en el centro de Japón, significa hambre y kami que significa Dios. Este término puede inducir
a error ya que la palabra Kami también puede traducirse como ´ser superior´
por lo que no debe interpretarse que estas criaturas tengan origen divino.
Los hidarugami son espíritus de aquellos que murieron de
hambre mientras deambulaban perdidos por las montañas. Fallecieron solos,
sufriendo, posiblemente sintiéndose abandonados y odiando al resto del mundo.
No recibieron los rituales apropiados, nadie les buscó, se convirtieron en muembotoke (muertos sin familia).
Ninguno de ellos cometió pecados tan graves como para no poder reencarnarse
pero la puerta hacia una nueva vida se les cerró para siempre. No son fantasmas
vengativos pues a nadie pueden culpar de
su desgracia. No son demonios aunque sientan el mismo rencor por la raza
humana. No son lastimosos gaki que penan por algo que llevarse a sus patéticas
bocas. Son algo más, la gente, temerosa, les llama dioses pero ellos no quieren
tu respeto, ni tu miedo, ni siquiera te buscan a ti pero reza por que nunca te
cruces en su camino pues te consumirán como quien exprime una naranja, ellos no
tienen hambre, ellos son el hambre misma.
Los Hidarugami no tienen forma física. Atacan a sus víctimas
mediante la posesión. Los afectados sufren hambre y fatiga repentinas así como
desorientación y rigidez muscular, en algunos casos el vientre del desdichado
se hincha de manera grotesca. Otras veces el poseso puede actuar de manera muy
violenta, si no viaja solo y su compañero ha comido algo, por poco que sea, se
abalanzará sobre él y le desgarrará el abdomen hasta vaciarle el estómago.
Siempre atacarán en
grupo, llegando a poseer a varias personas simultáneamente y aquellos que no
logren sobrevivir se unirán a la siniestra comitiva.
Combatirlos es
relativamente sencillo, basta con llevarse un puñado de comida a la boca y no
dejar de masticarla hasta abandonar su área de influencia, la cual nunca
abandonarán.
Los sucesos más
antiguos de que se tiene constancia se remontan al año 1736 cuando un hombre
llamado Senkichi fue hallado medio muerto en un paso de
montaña, tras recuperarse el hombre explicó lo sucedido y los habitantes del
lugar identificaron en su testimonio el ataque de un Hidarugami. Mucho tiempo después, en 1861 un comerciante que
atravesaba las montañas en dirección a la antigua ciudad de Onohara (la actual Kanonji, en la isla de Shikoku)
salvó la vida al conseguir llegar exhausto y a rastras a un templo cercano.
Contó que apenas una hora después de comer sufrió un hambre repentina y
totalmente desproporcionada y que sintió cómo le abandonaban las fuerzas.
El caso más impactante
es sin duda el que acaeció el 23 de julio del año 2001 en las cercanías del
monte Haku, situado entre las
prefecturas de Ishikawa y Gifu. Dos turistas australianos, Thomas Harris de 31 años y su novia Evelyn
Nguyen de 25 decidieron acampar en el interior del bosque próximo al monte.
Aunque la zona contaba con varias zonas de acampada gratuitas, servicios para
visitantes, información turística sobre rutas y medios de transporte la joven
pareja tenía sus propios planes.
Al día siguiente se
dio aviso a las autoridades de un macabro hallazgo. No muy lejos del camino
principal yacían los cuerpos sin vida de Thomas
y Evelyn . A él lo encontraron fuera
de la tienda de campaña, en sus manos sujetaba una bolsa de patatas a medio
comer. Ella estaba tendida en el interior, rodeada de envoltorios de
chocolatinas, aperitivos y una docena de botellas de agua vacías.
Cuando la prensa habló
con el responsable de la investigación, el señor Takahashi Akira, averiguaron que no había signos de violencia en el
lugar de los hechos y que se barajaba la posibilidad de envenenamiento o
sobredosis. El resultado de la autopsia dejó atónitos a propios y extraños,
causa de la muerte: inanición. La doctora Aihara
Mitsuko, encargada de examinar los cuerpos, reveló que tanto los intestinos
como los estómagos de la pareja estaban completamente vacíos y presentaban un
avanzado estado de deshidratación, sin embargo se encontraron restos de comida
reciente entre los dientes de los fallecidos.
La prensa no dudó en
culpar a los cuatro chicos que encontraron a los turistas. El señor Takahashi se apresuró a desmentir este rumor, no tenía
sentido pues Evelyn apareció acostada y no había sido forzada,
además las pertenencias de los dos chicos permanecían intactas. Nadie se
explica cómo pudieron, en una sola noche, morir de hambre.
Un año después un
periódico local publicó un titular que decía ´¿Los hidarugami matan a dos
personas? Un año sin respuestas´.
El caso sigue sin resolver, solo existe una explicación posible, pero
nadie la creería.
EL
COME-SUEÑOS
He querido dejar al Baku en último lugar por ser la única criatura abiertamente
benigna. Su dieta es muy peculiar: se come las pesadillas.
Las descripciones del baku son de lo más bizarras: cuerpo de
oso, pies de tigre, trompa de elefante, cola de buey y ojos de rinoceronte (¿Alguien
dijo Quimera?). Lo cierto es que este animal... !si, es un animal!... existe,
es tan real como el plato de lentejas que me acabo de comer. Señoras y señores
el baku no es ni más ni menos que un
tapir. ¿Alguien no sabe lo que es un tapir? No os preocupéis, a continuación os
mostraré una foto del bicho y una vez la examinéis bien volved a leer la descripción,
observad el cuerpo, las patas, la trompa, la cola, los ojos... curioso ¿verdad?
¿Y cómo se comportan
estos seres? Pues empecemos por el principio. En la antigua China, durante la
dinastía T´ang (siglos del VII al X más o menos) los afortunados propietarios
de un tapir empezaron a darse cuenta de que dormían divinamente y que nada
perturbaba sus sueños (de hecho no tenían, se los comía el bicho) otros los
usaban como almohada, sus curvadas formas se amoldaban al cuello a la
perfección y además estaban calentitos. De repente todos querían uno. La gente
como loca preguntaba a los comerciantes más reputados pero oh desgracia, las
existencias de baku se habían agotado y con esto de las guerras
intestinas cualquiera era el listo que se atrevía a cruzar la frontera. Así que
tuvieron que ingeniárselas para beneficiarse de los que ya vivían entre ellos.
Algunas familias encargaron pinturas con su imagen otros compraron preciosas
almohadas con la forma de un baku. Los más humildes, cuando tenían una
pesadilla, simplemente repetían tres veces ´Baku cómete este sueño´ ¿Y sabéis
qué? !Funcionaba!!El baku acudía allá donde lo llamaban, llegaba durante la
noche y se comía tus malos sueños. Los demonios y espíritus malignos se negaban
a entrar en las casas donde hubiera algún tipo de representación del baku. !Era... como robarle el wifi a tu
vecino! Pero el abuso tiene siempre sus peligros, los baku comenzaron a ser más exigentes, si se le llamaba por alguna
banalidad y no se sentía saciado el animal seguía comiendo y cuando acababa con
tus miedos absorbía también tus anhelos y tus esperanzas convirtiéndote en una
persona fría y gris, un hombre sin sueños.
Otras veces podían
negarse por razones que ni nosotros mismos llegamos a entender del todo. Por
ejemplo recuerdo una historia, ocurrida ya en Japón durante el siglo XIV en la
que un noble señor invocó al baku a raíz
de unas pesadillas recurrentes que le atormentaban cada noche, el animal
apareció y el señor le explicó que mientras dormía presenciaba su propio
funeral, veía su cuerpo inerte ante él rodeado de mujeres compungidas. Las
damas al verle a él (al vivo) se asustaron y una tras otra abandonaron la
estancia hasta dejarlo solo consigo mismo. Un gran aura de maldad inundó la
habitación, se podía respirar. Las manos del muerto se agitaron
espasmódicamente y el señor, paralizado por el miedo no pudo apartar la mirada.
Los párpados se abrieron y el difunto se abalanzó hacia el vivo intentando estrangularle.
El señor lo apartó de un fuerte empujón
y de súbito una poderosa hacha se materializó en sus manos. Arma que no dudo en
utilizar contra su siniestro agresor. Descargó la hoja con furia una y otra vez
hasta reducir a su oponente a una masa sanguinolenta. Después de aquello
siempre se despertaba, y gritaba ´Baku
kurae! Baku kurae! Baku kurae!´ (baku cómete mi sueño).
El Baku , tras escucharle pacientemente dijo ´No lo haré, no me comeré ese sueño tuyo´. El señor no daba crédito
a lo que estaba oyendo y le reprochó ´¿Pero
qué me estáis contando Baku-san?´ El
ser, haciendo gala de una paciencia infinita le explicó. ´Amigo, yo nunca como sueños felices, el arma es el hacha de la buena
ley, el gran Buda te la envió para acabar con el YO que te atrapa en esta
existencia material. Enhorabuena buen señor, la fortuna os sonríe, disfrutad de
vuestro sueño´. Y se esfumó volando por la ventana y dejó a nuestro querido
señor con una media sonrisa muy parecida a la de la estatua de buda que hay en
el templo Toji, esa que está justo al entrar a la derecha, no, lo rojo es un
buzón, está justo detrás, ahí, esa es.
Pues así por encima os
he explicado la vida y milagros de una especie en peligro de extinción, no me
refiero al baku, hablaba de los
soñadores. Yo intento con toda mi alma seguir soñando pero las pastillas de
colores que me manda mi psiquiatra me provocan alucinaciones con sabor a limón y hasta
he llegado a ver naves arder más allá de la puerta de Tanhauser, no me extraña
que mi pobre baku haya pedido la baja por agotamiento nervioso.
Espero que tras este
desfile de monstruos infectos haya podido en el último momento haceros sonreír.
Si habéis aguantado leyendo hasta el final os lo merecéis. Felices sueños amigos, y hasta la próxima.
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