Todas las fábulas comienzan con un ´Erase
una vez´, suelen hablar sobre animales y personas extraordinarias y ocurren en
lugares o épocas lejanas. La historia que os voy a contar reúne casi todos esos
requisitos pero lejos de ser un cuento con moraleja es una lección de vida. Los
lugares, los hechos y las criaturas (humanas o no) son reales y demuestran que
si un pequeño conejito fue capaz de salvar a un tren no hay empresa en este mundo
que no sea realizable, solo hacen falta ilusión, ganas, esperanza y mucha,
muchísima imaginación.
Así que señoras,
señores, vamos al lío.
VÍAS SOLITARIAS
La compañía ferroviaria de Yamagata (Yamagata tetsudou ) era una pequeña
empresa de más de 100 años de antigüedad que operaba al noreste del país. En su
día daba servicio a toda la prefectura conectando la capital con la zona rural.
En un tiempo donde poseer un vehículo era privilegio reservado para una selecta
minoría la llegada del tren supuso un gran impulso a la economía del lugar.
El paso de dos guerras
mundiales y la posterior despoblación del campo azotaron duramente a la compañía.
La crisis que sufrió Japón a principios del siglo XXI puso contra las cuerdas a
la Yamagata Tetsudou. En el año 2009 su plantilla se redujo a 34 empleados y su flota a un obsoleto tren diésel que realizaba 24
servicios al día en la última de sus líneas, la ´Flower Nagaisen´ , llamada así por la peculiar decoración de su
único vagón, repleto de flores autóctonas sobre un fondo azul.
UNA
CHICA DE CAMPO
Matsuyama
Ai había crecido en la granja familiar. Era feliz,
le gustaba aquel rústico ambiente, incluso se licenció como perito agrónomo,
aunque si había algo que realmente amaba eran los animales, sólo en casa de su
abuelo habitaban dos perros, diez gatos y dos pájaros. No es de extrañar que Ai
terminara dedicándose a la ganadería. Y así hubieran podido terminar sus días, contenta
y rodeada de bucólicos paisajes, amables labriegos y boñigas de vaca de no ser
por un infortunado accidente que la dejó incapacitada para la dura vida campesina.
Pero era una chica fuerte y a sus 29 años no iba a darse por vencida. Decidida
a retomar las riendas de su destino se despidió de los suyos y partió hacia la
ciudad en busca de una segunda oportunidad. Sabía que ya no era joven y no le
sería fácil encontrar un trabajo, y menos en esos días, pero Ai no estaba
dispuesta a tirar la toalla, no señor, no sin luchar.
Matsuyama Ai |
¿Departamento de
marketing en una empresa ferroviaria? ¿Eso era todo lo que había para ella?
Bueno, pensó, hubiera deseado algo que tuviese que ver más con los animales,
auxiliar en alguna clínica veterinaria por ejemplo, con su currículum y
experiencia... Pero está bien, mejor esto que nada, además se piensa mejor con
la barriga llena así que ya se me ocurrirá algo más tarde.
LA
ENTREVISTA
La idea de incorporar
cuatro nuevas personas a la plantilla de una empresa al borde de la quiebra
partió del director Nomura. Muchos
pensaron que era una locura, pero comprobaréis que esta historia está llena de
ideas descabelladas en apariencia y geniales en el fondo.
El señor Nomura pensó
que la compañía necesitaba savia nueva, era como un enfermo que requiriese
urgentemente una transfusión y estaba dispuesto a hacerlo a ciegas, si erraba
el tipo de sangre el paciente moriría, en caso contrario podría salvarse, era
un todo o nada y él estaba dispuesto a arriesgarse.
Durante la entrevista,
el director preguntó a cada candidato qué creía que haría falta para atraer más
pasajeros. La mayoría dio una respuesta genérica, del tipo que un director
ejecutivo le gustaría oír, cosa que no le satisfizo pero al llegarle el turno a
Ai la contestación de esta no dejó le dejó indiferente:
´Me gustaría montar un pequeño
zoológico en alguna de las estaciones´.
El director la miró sorprendido, revisó sus credenciales y comprobó que
la chica no tenía ninguna experiencia en el sector del transporte o de la
administración. Parecía muy segura de sí misma, algo ingenua tal vez. Sonrió
condescendientemente y le dijo que dudaba mucho de la viabilidad de tal idea.
´Pero yo sé que es posible´
insistió Ai, -ya se ha hecho antes-
dijo a la vez que le mostraba unos
recortes de prensa en los que se podía apreciar la foto de un gato -´Mírelo, se llama Tama y es la atracción principal de una de las estaciones de Japan Railways, !Nada menos que
la JR! Si ellos han sido capaces nosotros también. Señor Nomura usted busca a
gente porque cree que es posible reflotar esta empresa, !y yo también lo creo! Solo
le pido la oportunidad para demostrarle que soy digna de su confianza. Señor
Nomura acépteme y le aseguro que no se arrepentirá.´
El viejo director
ejecutivo, que estuvo aguantando la respiración durante tan apasionada
exposición, soltó el aire poco a poco como una olla a presión a punto de
reventar. Parpadeó un par de veces y tendiéndole la mano dijo:
-Está bien señorita Matsuyama, bienvenida a Yamagata Tetsudou.
El director Nomura. Matsuyama Ai es la segundaa la derecha |
EL
CONEJO BLANCO
Ai pasó los primeros meses intentando
adaptarse a su nuevo puesto, pudo comprobar de primera mano lo mal que iban las
cosas, lo dramático de la situación y de la precariedad de los recursos de los
que disponían. Un ambiente de pesimismo inundaba el lugar pero ella se negaba a
dejarse contagiar por el desánimo, su cabeza era un hervidero de ideas e
intentaba encontrar la manera de fusionar su actual trabajo con su verdadera
pasión, los animales.
Un día mientras
repasaba las rutas Ai se fijó en que una de las paradas llevaba el nombre de shirousagi que en japonés significa conejo blanco. Era la
señal que estaba esperando, la había tenido delante todo el tiempo, escondida
entre tantos números. El conejo blanco, como el personaje del cuento de
Carroll. ´!Ay Dios, ay Dios, voy a llegar
tarde!´ Cómo le había gustado esa parte cuando era niña. ´! Y con lo lento que va este tren no me
extraña que llegue tarde!´- rió maliciosamente.
Ni corta ni perezosa
se puso manos a la obra, visitó las tiendas de mascotas de la zona. Encontró
conejos, por supuesto, pero no del tipo que ella quería, uno completamente
blanco, sin manchas pero todos presentaban algún tipo de imperfección. Le
ofrecieron conejillos de indias, jerbos, incluso algún que otro roedor exótico
pero ella sabía exactamente lo que quería y no iba a aceptar otra cosa.
Pasó al lado de una
escuela de secundaria, recordó esos días felices de su juventud, donde todo era
más fácil y los problemas de la vida eran invisibles a sus inocentes ojos. Fue
entonces cuando recordó a su querido profesor de agricultura, tal vez él pudiera
ayudarla. Con paso renovado se dirigió a su casa, con las manos vacías y la
cabeza repleta de ideas. Se había olvidado de comprar algo para la cena pero
sonreía como una colegiala, así era Ai.
´Creo que tengo lo que buscas´- le dijo el viejo profesor. La
condujo a un edificio prefabricado donde criaba a un gran número de animales de
granja. Se dirigió a una conejera y con sumo cuidado extrajo de ella a una
hembra visiblemente preñada.
-´Aquí está, va a parir dentro de poco, puede que en una semana o diez
días´
Ai le miró contrariada
´Pero esta coneja es de color marrón y yo
busco un conejito blanco´
El anciano maestro
sorió. ´Ai-chan, siempre has sido una
chica muy cabezota´.
Ai le miró sin entender muy bien lo que quería decirle.
´Tú solo ves lo que quieres ver, y
eso te impide ver lo que necesitas ver. Vuelve a mirarla y dime, ¿De verdad crees que los conejitos no serán blancos?´- inquirió el
profesor.
´Pero la madre es marrón y...´- hizo una pausa- ´...ya le entiendo, no lo sabremos hasta que
nazcan !y no hay que perder la esperanza!´- flexionó las rodillas varias
veces de pura excitación- ´!Gracias
maestro!´. Exclamó mientras salía del edificio a toda velocidad dejando
atrás a un cariacontecido anciano.
Dos semanas más tarde
Ai recibió una llamada de teléfono en su
oficina, era el profesor, ella le preguntó cómo conocía ese número, el viejo le
dijo que en su última visita, con las prisas se dejó olvidado el tarjetero y
ahora tenía un buen montoncito de tarjetas de visita de color crema y
ligeramente perfumadas, se sonrojó y siguió al teléfono. Todos se sobresaltaron
cuando de repente gritó: ´!!!!BLANCOOO, HAY UNO BLANCOOOO!!!!
LA
ESTACIÓN
Habían nacido cinco conejitos y uno de
ellos era blanco como una bola de nieve. ´Me lo llevo´- le dijo al profesor
´ah, y ese marrón con cara de pillo también... aunque ese otro... es tan
mono...´.
Mochi, Peter y Ten se convirtieron en los tres nuevos compañeros de Ai.
Al día siguiente llevó
a Mochi , que era el conejo blanco, a la
oficina. Lo llamó así por los típicos dulces a base de pasta de arroz. Los
compañeros, que no terminaban de acostumbrarse a las excentricidades de su
nueva colega la miraron con incredulidad, aunque todo hay que decirlo, el
animalito causó sensación. Todos querían acariciarlo, acunarlo en sus brazos,
hacerse fotos con él. Ai vio en ello el preludio de lo que debía ser un éxito
rotundo para sus planes, creía haber dado el primer paso.
Pero lo dio con el pié
izquierdo. Y es que el director tras escuchar pacientemente el proyecto para la
promoción de la estación shirousagi con ayuda del conejo Mochi negó con la
cabeza. Mostró a Ai fotografías y planos de la estación. Era diminuta y estaba
totalmente automatizada, no había personal que la dirigiera, el último revisor
fue sustituido por una máquina expendedora de billetes para ahorrar costes y la
sala de espera era diminuta. Mandó a la decepcionada empleada a su mesa y le
indicó que volviera a verle cuando se le ocurriera alguna otra idea un poco más
viable.
La estación Miyauchi |
Supuso un duro golpe para
nuestra chica, todos miraron hacia otra parte cuando a duras penas trató de
aguantarse las lágrimas. Mochi no volvió a pisar las oficinas nunca más.
Ai continuó con su
trabajo, su siguiente idea si que fue aprobada, contratar a un animador que
fuese contando historias y cuentos a los pasajeros, no dudó en incluir entre
los mismos las aventuras del conejo Mochi y sus hermanos Ten y Peter.
Los resultados no
fueron los esperados, la cantidad de pasajeros no aumentaba y cada día que
pasaba les acercaba un poco más al abismo. Ante lo desesperado de la situación
quiso igualmente adoptar medidas igualmente desesperadas. Se acercó a la mesa
de Ai con una carpeta, la dejó en la mesa y suspiró:
-´De acuerdo Matsuyama-san, ahí tiene su estación´.
DIOSES,
HOMBRES, GAZAPOS Y TORTUGAS
Cabría suponer que Ai
tendría motivos para estar contenta pero no era alegría lo que mostraba su
cara, su compañero de departamento no lo comprendía, había conseguido lo que
quería, un lugar donde emprender su proyecto ¿Qué mas daba si era en una
estación u otra?
´No, en la estación Miyauchi no,
ahí no´- repetía nerviosamente.
Para que el plan
tuviera éxito necesitaba la estación Shirousagi, la del conejo blanco, por eso
la había elegido, no tendría sentido de otra manera. No podía exigirle al
director una inversión demasiado fuerte y por otro lado le había dado una
tarea, le había confiado esa estación y ahora no podía fallarle. Ai se sentía
desolada.
Su compañero quiso
invitarla a almorzar en un restaurante de soba
(fideos japoneses) que había cerca de la estación, de esa manera tendría la
oportunidad de ver el lugar con sus propios ojos y de paso tomar un poco el
aire.
Al llegar a Miyauchi
Ai deseó que se la tragase la tierra. El edificio se encontraba en un estado
lamentable, incluso habían utilizado la otrora sala de espera en un almacén
improvisado donde los reyes eran el polvo, los trastos viejos, el óxido y las
ratas.
Se dirigieron al
restaurante y allí una desconsolada Ai explicó a su compañero que aquel no era
lugar para albergar animales y además ¿Quién querría venir hasta Miyauchi para
ver a unos conejos? Hasta ella misma se daba cuenta de la estupidez de su idea.
´Se equivoca señorita´- dijo alguien a sus espaldas- ´Ha venido usted
al lugar perfecto´.
La voz pertenecía al dueño del
local que junto con un cliente observaban divertidos a la trajeada pareja.
´Siguiendo la carretera principal´- prosiguió- ´llegaréis al santuario de Kunamo, id allí y preguntad al kannushi (sacerdote shintoista) por el secreto que allí guardan... y no olvidéis nombrar a los
conejos´- apostilló entre risas.
Ai decidió ir sola, su
compañero optó por regresar visiblemente molesto por la actitud de aquellos
provincianos. Aunque no estaba lejos el trayecto se le hizo duro, caminó en
línea recta hasta los pies de una pronunciada colina y desde allí tuvo que
ascender por un sendero salpicado por escalones labrados en piedra.
El santuario de Kumano
cuenta con más de mil años de antigüedad. Su tsurigane (campana) es centenaria, durante la guerra el noventa por
ciento de las campanas de los templos se fundieron para fabricar tanques y
cañones, el emperador mismo la indultó y su relevancia cultural es hoy día
incuestionable.
El gran santuario de Kumano |
Cuando Ai hubo
terminado de contar su historia el kannushi hizo una leve inclinación y le
dedicó una amable sonrisa. Era un hombre joven y a Ai le pareció bastante
guapo, vestía su kariginu (ropa
tradicional).
-´Así que adoptasteis a los tres conejos´- dijo el sacerdote
Ai asentía tímidamente
y no paraba de toquetearse el pelo entre sonrisas nerviosas.
El sacerdote se incorporó con un
movimiento suave pero firme, con sus ropas daba la sensación de estar flotando.
Salió al patio trasero sin girarse ni una sola vez. Ella le siguió torpemente,
tal y como le habían ido las cosas hasta ahora lo mínimo que se esperaba era
algún sermón moralista sobre lo efímero de la vida y la inutilidad de
resistirse a... Ensimismada casi tropieza con el sacerdote, el cual se había
detenido bruscamente y ahora giraba grácilmente sobre sí mismo. Señalando una
piedra le indicó con la palma abierta que se sentara, cosa que hizo. Luego le
señaló la parte más alta del edificio, en ella lucía un magnífico friso de madera
que representaba una gran variedad de animales tanto reales como mitológicos.
-´El gran santuario de Kumano guarda el secreto de la felicidad, en ese
grabado se ocultan unos pequeños animales, tres conejos para ser exactos,
encuentralos y será tuya.´- explicó
el kannushi.
-´Tres conejos´- pensó Ai- ´los
mismos que yo misma adopté, y están aquí, junto a la estación Miyauchi!´. De
repente todo empezó a cobrar sentido.
El sacerdote le sonrió
como si de alguna manera hubiera podido leer sus pensamientos, luego se alejó
lentamente para que realizase la tarea que le había encomendado.
Justo antes de ponerse
el sol Ai entró en el templo. Vio al kannushi arrodillado de cara al altar
sumido en una profunda meditación. Le dedicó una profunda reverencia y en voz
muy baja, temiendo sacarle de su sagrado .trance le dio las gracias.
Al día siguiente Ai
encargó imprimir unos folletos promocionando la linea Flower Nagaisen destacando en
ellos a la estación Miyauchi, donde podía visitarse su milenario templo y como
no, a sus tres nuevas mascotas. Por falta de fondos ella misma los
repartió se esforzó al máximo pero no podía evitar un sentimiento de
inquietud y tristeza cada vez que pasaba
por la estación y la veía en ese estado tan lamentable.
Uno de esos días
observó algo extraño en Miyauchi, le pareció ver gente dentro, pulsó el botón
que activaba la parada de emergencia y corrió a lo largo del andén. Allí
encontró junto a un montón de maderos apilados ordenadamente a un grupo de
personas que parecían estar trabajando. Algunos barriendo, otros pintando y
algunos más cortando tablones. Todos la saludaron alegremente. Ai creyó
reconocer a algunos pasajeros habituales entre ellos, a otros les había visto
en el restaurante de soba, en cambio el joven con el pañuelo en la cabeza que
parecía dirigir todo aquello... no cayó en la cuenta de quien era hasta que la
miró y sonrió, sin su traje ceremonial parecía un chico cualquiera. Ai no pudo
reprimir unas lágrimas de alegría.
El director no daba
crédito, de hecho apenas sí lograba comprender el torrente de atropelladas
palabras que le lanzaba la iluminada cara de su peculiar empleada. Hablaba de
la estación, de mucha gente trabajando, las fotografías que le mostraba con su
teléfono móvil dejaban claro que una gran reforma estaba teniendo lugar, cosa
que le preocupó ya que él no había autorizado tal cosa y los costes que tal
obra supondría se salia con creces del ajustado presupuesto del que disponía.
Intentó decirle que aquello no era posible y que siguiera con el plan de
actuación previsto.
-´¿Pero es que no lo entiende señor director? !Ya está pasando!´.-
exclamó Ai.
-´Matsuyama-san
en el supuesto caso de que esas reformas estuvieran terminadas en el plazo
previsto la compañía no podría permitirse el contratar a más personal
permanente ¿No pretenderá que también trabajen los animales?´
Cuando Ai asintió con la cabeza el director se llevó una
mano a la cabeza y con la otra trató de encontrar en el cajón sus pastillas
para la tensión.
Y
así fue como Mochi llegó a serjefe de estación, junto con sus hermanos Ten y
Peter que ocuparían otros cargos de gran responsabilidad. Los tres conejos del
templo de Kumano que darían la bienvenida a los pasajeros cuando llegaran a
Miyauchi y como aquellos de la leyenda serían portadores de felicidad.
La
reforma de la estación finalizó en solo tres semanas, los trabajos se
realizaron de manera voluntaria. Todo el que pudo se acercó y colaboró. La
empresa se comprometió a pagar los materiales utilizados y aún así la cifra
desembolsada se alejaba enormemente de los ocho millones de yenes que hubiera
costado la obra. Nadie pidió nada a cambio, a excepción de una persona, el
dueño de la tienda de soba, que preguntó si había lugar en la estación para una
empleada más, se trataba de kamekichi una vieja tortuga a la que le encantaban los
fideos. Aceptaron encantados y que en Asia siempre se ha considerado a este
animal como símbolo de buena fortuna.
LA
INAUGURACIÓN
El uno de agosto del
2010 tuvo lugar la reapertura de la estación de Miyauchi. Ai sujetaba entre sus
brazos a Mochi, en su cabeza lucía un sombrerito que ella le había tejido a
mano, a su lado otros dos empleados hacían lo propio con Ten, Peter y Kamekichi.
Nadie esperaba la
acogida que tal acontecimiento tuvo. Todos se asombraron cuando al llegar al
lugar lo encontraron abarrotado de personas, muchos habían venido incluso de
provincias vecinas, y los niños, !había decenas de ellos! Esperaban impacientes
poder ver con sus propios ojos a Mochi, el jefe de estación. Lo conocían de las
historias que les contaban sus padres al volver del trabajo, las mismas que Ai
escribió, también de los dibujos que incluyó en los panfletos que ella mismo
repartió. La multitud les recibió con una gran ovación, coreaban sus nombres.
Mientras tanto, al fondo, un viejo cocinero de soba y un joven sacerdote
intercambiaron una mirada cómplice y ambos sonrieron. La alegría había vuelto,
esta vez para quedarse.
EL
TREN DE LAS FLORES
A partir de ese día el número de pasajeros
fue aumentando, eran cada vez mas aquellos que no perdían la oportunidad de
visitar la pequeña estación y ver a su particular personal. Los colegios de las
localidades vecinas organizaban excursiones, el vagón renovado y repintado, se
escribieron canciones y se fabricaron peluches, todos querían llevarse a casa
un conejito con un sombrero de estación. La Flower nagaisen, la linea de las
flores convirtió cada trayecto en una fiesta y aún hoy día sigue repartiendo
risas e ilusión allá por donde pasa.
SOÑAR AGOTA
Tras el gran terremoto
de Tohoku la estación de Miyauchi sufrió daños y el servicio se interrumpió temporalmente aunque tras las reparaciones pertinentes la linea
retomó su ruta y hoy día la Flower nagaisen funciona con absoluta normalidad.
A partir de infausto
suceso el conejo Mochi no ha querido volver a ponerse su uniforme, aunque sigue
dirigiendo la estación como el buen profesional que es.
Mochi también es
famoso en la red e incluso ha abierto su propia cuenta de twitter, donde podéis
dejarle vuestros mensajes.
Aquí acaba nuestra
historia. Como dijo un buen amigo mío ´soñar agota, pero no pienso dejar de
hacerlo´. Matsuyama Ai consiguió que un conejito salvara a un tren, quien sabe
de lo que seríais capaces vosotros.
Ah, se me olvidaba, ´y
fueron felices y comieron... zanahorias!
Me encanta tu blog! Lo he encontrado por casualidad, estoy fascinada con las historias que tienes recopiladas.
ResponderEliminarTe sigo desde hoy!
Suzuko
Muchas gracias Suzuko.
EliminarPara mi es todo un honor, me esforzaré para seguir escribiendo nuevas historias.
Te animo a unirte al grupo de Facebook para disfrutar de contenido adicional.
Hakujya