3 dic 2016

EL CONEJO QUE SALVÓ A UN TREN


            Todas las fábulas comienzan con un ´Erase una vez´, suelen hablar sobre animales y personas extraordinarias y ocurren en lugares o épocas lejanas. La historia que os voy a contar reúne casi todos esos requisitos pero lejos de ser un cuento con moraleja es una lección de vida. Los lugares, los hechos y las criaturas (humanas o no) son reales y demuestran que si un pequeño conejito fue capaz de salvar a un tren no hay empresa en este mundo que no sea realizable, solo hacen falta ilusión, ganas, esperanza y mucha, muchísima imaginación.

            Así que señoras, señores, vamos al lío.


VÍAS SOLITARIAS


         La compañía ferroviaria de Yamagata (Yamagata tetsudou ) era una pequeña empresa de más de 100 años de antigüedad que operaba al noreste del país. En su día daba servicio a toda la prefectura conectando la capital con la zona rural. En un tiempo donde poseer un vehículo era privilegio reservado para una selecta minoría la llegada del tren supuso un gran impulso a la economía del lugar.

            El paso de dos guerras mundiales y la posterior despoblación del campo azotaron duramente a la compañía. La crisis que sufrió Japón a principios del siglo XXI puso contra las cuerdas a la Yamagata Tetsudou. En el año 2009 su plantilla se redujo a 34 empleados y su flota a un obsoleto tren diésel que realizaba 24 servicios al día en la última de sus líneas, la ´Flower Nagaisen´ , llamada así por la peculiar decoración de su único vagón, repleto de flores autóctonas sobre un fondo azul.


UNA CHICA DE CAMPO


            Matsuyama Ai  había crecido en la granja familiar. Era feliz, le gustaba aquel rústico ambiente, incluso se licenció como perito agrónomo, aunque si había algo que realmente amaba eran los animales, sólo en casa de su abuelo habitaban dos perros, diez gatos y dos pájaros. No es de extrañar que Ai terminara dedicándose a la ganadería. Y así hubieran podido terminar sus días, contenta y rodeada de bucólicos paisajes, amables labriegos y boñigas de vaca de no ser por un infortunado accidente que la dejó incapacitada para la dura vida campesina. Pero era una chica fuerte y a sus 29 años no iba a darse por vencida. Decidida a retomar las riendas de su destino se despidió de los suyos y partió hacia la ciudad en busca de una segunda oportunidad. Sabía que ya no era joven y no le sería fácil encontrar un trabajo, y menos en esos días, pero Ai no estaba dispuesta a tirar la toalla, no señor, no sin luchar.

Matsuyama Ai

            ¿Departamento de marketing en una empresa ferroviaria? ¿Eso era todo lo que había para ella? Bueno, pensó, hubiera deseado algo que tuviese que ver más con los animales, auxiliar en alguna clínica veterinaria por ejemplo, con su currículum y experiencia... Pero está bien, mejor esto que nada, además se piensa mejor con la barriga llena así que ya se me ocurrirá algo más tarde.

           

LA ENTREVISTA


            La idea de incorporar cuatro nuevas personas a la plantilla de una empresa al borde de la quiebra partió del director Nomura. Muchos pensaron que era una locura, pero comprobaréis que esta historia está llena de ideas descabelladas en apariencia y geniales en el fondo.

            El señor Nomura pensó que la compañía necesitaba savia nueva, era como un enfermo que requiriese urgentemente una transfusión y estaba dispuesto a hacerlo a ciegas, si erraba el tipo de sangre el paciente moriría, en caso contrario podría salvarse, era un todo o nada y él estaba dispuesto a arriesgarse.

            Durante la entrevista, el director preguntó a cada candidato qué creía que haría falta para atraer más pasajeros. La mayoría dio una respuesta genérica, del tipo que un director ejecutivo le gustaría oír, cosa que no le satisfizo pero al llegarle el turno a Ai la contestación de esta no dejó le dejó indiferente:

´Me gustaría montar un pequeño zoológico en alguna de las estaciones´.
El director la miró sorprendido, revisó sus credenciales y comprobó que la chica no tenía ninguna experiencia en el sector del transporte o de la administración. Parecía muy segura de sí misma, algo ingenua tal vez. Sonrió condescendientemente y le dijo que dudaba mucho de la viabilidad de tal idea.

´Pero yo sé que es posible´ insistió Ai, -ya se ha hecho antes- dijo  a la vez que le mostraba unos recortes de prensa en los que se podía apreciar la foto de un gato -´Mírelo, se llama Tama y es la atracción principal de una de las estaciones de Japan Railways, !Nada menos que la JR! Si ellos han sido capaces nosotros también. Señor Nomura usted busca a gente porque cree que es posible reflotar esta empresa, !y yo también lo  creo!  Solo le pido la oportunidad para demostrarle que soy digna de su confianza. Señor Nomura acépteme y le aseguro que no se arrepentirá.´

            El viejo director ejecutivo, que estuvo aguantando la respiración durante tan apasionada exposición, soltó el aire poco a poco como una olla a presión a punto de reventar. Parpadeó un par de veces y tendiéndole la mano dijo:

            -Está bien señorita Matsuyama, bienvenida a Yamagata Tetsudou.

El director Nomura. Matsuyama Ai es la segundaa la derecha


EL CONEJO BLANCO


            Ai pasó los primeros meses intentando adaptarse a su nuevo puesto, pudo comprobar de primera mano lo mal que iban las cosas, lo dramático de la situación y de la precariedad de los recursos de los que disponían. Un ambiente de pesimismo inundaba el lugar pero ella se negaba a dejarse contagiar por el desánimo, su cabeza era un hervidero de ideas e intentaba encontrar la manera de fusionar su actual trabajo con su verdadera pasión, los animales.

            Un día mientras repasaba las rutas Ai se fijó en que una de las paradas llevaba el nombre de shirousagi  que en japonés significa conejo blanco. Era la señal que estaba esperando, la había tenido delante todo el tiempo, escondida entre tantos números. El conejo blanco, como el personaje del cuento de Carroll. ´!Ay Dios, ay Dios, voy a llegar tarde!´ Cómo le había gustado esa parte cuando era niña. ´! Y con lo lento que va este tren no me extraña que llegue tarde!´- rió maliciosamente.

            Ni corta ni perezosa se puso manos a la obra, visitó las tiendas de mascotas de la zona. Encontró conejos, por supuesto, pero no del tipo que ella quería, uno completamente blanco, sin manchas pero todos presentaban algún tipo de imperfección. Le ofrecieron conejillos de indias, jerbos, incluso algún que otro roedor exótico pero ella sabía exactamente lo que quería y no iba a aceptar otra cosa.

            Pasó al lado de una escuela de secundaria, recordó esos días felices de su juventud, donde todo era más fácil y los problemas de la vida eran invisibles a sus inocentes ojos. Fue entonces cuando recordó a su querido profesor de agricultura, tal vez él pudiera ayudarla. Con paso renovado se dirigió a su casa, con las manos vacías y la cabeza repleta de ideas. Se había olvidado de comprar algo para la cena pero sonreía como una colegiala, así era Ai.

            ´Creo que tengo lo que buscas´- le dijo el viejo profesor. La condujo a un edificio prefabricado donde criaba a un gran número de animales de granja. Se dirigió a una conejera y con sumo cuidado extrajo de ella a una hembra visiblemente preñada.

            -´Aquí está, va a parir dentro de poco, puede que en una semana o diez días´

            Ai le miró contrariada ´Pero esta coneja es de color marrón y yo busco un conejito blanco´

            El anciano maestro sorió. ´Ai-chan, siempre has sido una chica muy cabezota´.

            Ai le miró sin entender muy bien lo que quería decirle.

            ´Tú solo ves lo que quieres ver, y eso te impide ver lo que necesitas ver. Vuelve a mirarla y dime, ¿De verdad  crees que los conejitos no serán blancos?´- inquirió el profesor.

            ´Pero la madre es marrón y...´- hizo una pausa- ´...ya le entiendo, no lo sabremos hasta que nazcan !y no hay que perder la esperanza!´- flexionó las rodillas varias veces de pura excitación- ´!Gracias maestro!´. Exclamó mientras salía del edificio a toda velocidad dejando atrás a un cariacontecido anciano.

            Dos semanas más tarde Ai recibió una llamada de teléfono  en su oficina, era el profesor, ella le preguntó cómo conocía ese número, el viejo le dijo que en su última visita, con las prisas se dejó olvidado el tarjetero y ahora tenía un buen montoncito de tarjetas de visita de color crema y ligeramente perfumadas, se sonrojó y siguió al teléfono. Todos se sobresaltaron cuando de repente gritó: ´!!!!BLANCOOO, HAY UNO BLANCOOOO!!!!


LA ESTACIÓN


            Habían nacido cinco conejitos y uno de ellos era blanco como una bola de nieve. ´Me lo llevo´- le dijo al profesor ´ah, y ese marrón con cara de pillo también... aunque ese otro... es tan mono...´.

            Mochi, Peter y Ten se convirtieron en los tres nuevos compañeros de Ai.

            Al día siguiente llevó a Mochi , que era el conejo  blanco, a la oficina. Lo llamó así por los típicos dulces a base de pasta de arroz. Los compañeros, que no terminaban de acostumbrarse a las excentricidades de su nueva colega la miraron con incredulidad, aunque todo hay que decirlo, el animalito causó sensación. Todos querían acariciarlo, acunarlo en sus brazos, hacerse fotos con él. Ai vio en ello el preludio de lo que debía ser un éxito rotundo para sus planes, creía haber dado el primer paso.

            Pero lo dio con el pié izquierdo. Y es que el director tras escuchar pacientemente el proyecto para la promoción de la estación shirousagi con ayuda del conejo Mochi negó con la cabeza. Mostró a Ai fotografías y planos de la estación. Era diminuta y estaba totalmente automatizada, no había personal que la dirigiera, el último revisor fue sustituido por una máquina expendedora de billetes para ahorrar costes y la sala de espera era diminuta. Mandó a la decepcionada empleada a su mesa y le indicó que volviera a verle cuando se le ocurriera alguna otra idea un poco más viable.

La estación Miyauchi

            Supuso un duro golpe para nuestra chica, todos miraron hacia otra parte cuando a duras penas trató de aguantarse las lágrimas. Mochi no volvió a pisar las oficinas nunca más.

            Ai continuó con su trabajo, su siguiente idea si que fue aprobada, contratar a un animador que fuese contando historias y cuentos a los pasajeros, no dudó en incluir entre los mismos las aventuras del conejo Mochi y sus hermanos Ten y Peter.

            Los resultados no fueron los esperados, la cantidad de pasajeros no aumentaba y cada día que pasaba les acercaba un poco más al abismo. Ante lo desesperado de la situación quiso igualmente adoptar medidas igualmente desesperadas. Se acercó a la mesa de Ai con una carpeta, la dejó en la mesa y suspiró:

            -´De acuerdo Matsuyama-san, ahí tiene su estación´.


DIOSES, HOMBRES, GAZAPOS Y TORTUGAS


            Cabría suponer que Ai tendría motivos para estar contenta pero no era alegría lo que mostraba su cara, su compañero de departamento no lo comprendía, había conseguido lo que quería, un lugar donde emprender su proyecto ¿Qué mas daba si era en una estación u otra?

            ´No, en la estación Miyauchi  no, ahí no´- repetía nerviosamente.

            Para que el plan tuviera éxito necesitaba la estación Shirousagi, la del conejo blanco, por eso la había elegido, no tendría sentido de otra manera. No podía exigirle al director una inversión demasiado fuerte y por otro lado le había dado una tarea, le había confiado esa estación y ahora no podía fallarle. Ai se sentía desolada.

            Su compañero quiso invitarla a almorzar en un restaurante de soba (fideos japoneses) que había cerca de la estación, de esa manera tendría la oportunidad de ver el lugar con sus propios ojos y de paso tomar un poco el aire.

            Al llegar a Miyauchi Ai deseó que se la tragase la tierra. El edificio se encontraba en un estado lamentable, incluso habían utilizado la otrora sala de espera en un almacén improvisado donde los reyes eran el polvo, los trastos viejos, el óxido y las ratas.

            Se dirigieron al restaurante y allí una desconsolada Ai explicó a su compañero que aquel no era lugar para albergar animales y además ¿Quién querría venir hasta Miyauchi para ver a unos conejos? Hasta ella misma se daba cuenta de la estupidez de su idea.

            ´Se equivoca señorita´- dijo alguien a sus espaldas- ´Ha venido usted al lugar perfecto´.    
       
            La voz pertenecía al dueño del local que junto con un cliente observaban divertidos a la trajeada pareja.

            ´Siguiendo la carretera principal´- prosiguió- ´llegaréis al santuario de Kunamo, id allí y preguntad al kannushi  (sacerdote shintoista) por el secreto que allí guardan... y no olvidéis nombrar a los conejos´- apostilló entre risas.

            Ai decidió ir sola, su compañero optó por regresar visiblemente molesto por la actitud de aquellos provincianos. Aunque no estaba lejos el trayecto se le hizo duro, caminó en línea recta hasta los pies de una pronunciada colina y desde allí tuvo que ascender por un sendero salpicado por escalones labrados en piedra.

            El santuario de Kumano cuenta con más de mil años de antigüedad. Su tsurigane (campana) es centenaria, durante la guerra el noventa por ciento de las campanas de los templos se fundieron para fabricar tanques y cañones, el emperador mismo la indultó y su relevancia cultural es hoy día incuestionable.

El gran santuario de Kumano

            Cuando Ai hubo terminado de contar su historia el kannushi hizo una leve inclinación y le dedicó una amable sonrisa. Era un hombre joven y a Ai le pareció bastante guapo, vestía su kariginu (ropa tradicional).

            -´Así que adoptasteis a los tres conejos´- dijo el sacerdote

            Ai asentía tímidamente y no paraba de toquetearse el pelo entre sonrisas nerviosas.

            -´Acompañadme´.

Kannushi del santuario de Kumano



            El sacerdote se incorporó con un movimiento suave pero firme, con sus ropas daba la sensación de estar flotando. Salió al patio trasero sin girarse ni una sola vez. Ella le siguió torpemente, tal y como le habían ido las cosas hasta ahora lo mínimo que se esperaba era algún sermón moralista sobre lo efímero de la vida y la inutilidad de resistirse a... Ensimismada casi tropieza con el sacerdote, el cual se había detenido bruscamente y ahora giraba grácilmente sobre sí mismo. Señalando una piedra le indicó con la palma abierta que se sentara, cosa que hizo. Luego le señaló la parte más alta del edificio, en ella lucía un magnífico friso de madera que representaba una gran variedad de animales tanto reales como mitológicos.

            -´El gran santuario de Kumano guarda el secreto de la felicidad, en ese grabado se ocultan unos pequeños animales, tres conejos para ser exactos, encuentralos y será tuya.´-  explicó el kannushi.

            -´Tres conejos´- pensó Ai- ´los mismos que yo misma adopté, y están aquí, junto a la estación Miyauchi!´. De repente todo empezó a cobrar sentido.

el retablo donde se ocultan los tres conejos

            El sacerdote le sonrió como si de alguna manera hubiera podido leer sus pensamientos, luego se alejó lentamente para que realizase la tarea que le había encomendado.

            Justo antes de ponerse el sol Ai entró en el templo. Vio al kannushi arrodillado de cara al altar sumido en una profunda meditación. Le dedicó una profunda reverencia y en voz muy baja, temiendo sacarle de su sagrado .trance le dio las gracias.

            Al día siguiente Ai encargó imprimir unos folletos promocionando la linea Flower Nagaisen destacando en ellos a la estación Miyauchi, donde podía visitarse su milenario templo y como no, a sus tres nuevas mascotas. Por falta de fondos ella misma los repartió se esforzó al máximo pero no podía evitar un sentimiento de inquietud  y tristeza cada vez que pasaba por la estación y la veía en ese estado tan lamentable.

            Uno de esos días observó algo extraño en Miyauchi, le pareció ver gente dentro, pulsó el botón que activaba la parada de emergencia y corrió a lo largo del andén. Allí encontró junto a un montón de maderos apilados ordenadamente a un grupo de personas que parecían estar trabajando. Algunos barriendo, otros pintando y algunos más cortando tablones. Todos la saludaron alegremente. Ai creyó reconocer a algunos pasajeros habituales entre ellos, a otros les había visto en el restaurante de soba, en cambio el joven con el pañuelo en la cabeza que parecía dirigir todo aquello... no cayó en la cuenta de quien era hasta que la miró y sonrió, sin su traje ceremonial parecía un chico cualquiera. Ai no pudo reprimir unas lágrimas de alegría.

            El director no daba crédito, de hecho apenas sí lograba comprender el torrente de atropelladas palabras que le lanzaba la iluminada cara de su peculiar empleada. Hablaba de la estación, de mucha gente trabajando, las fotografías que le mostraba con su teléfono móvil dejaban claro que una gran reforma estaba teniendo lugar, cosa que le preocupó ya que él no había autorizado tal cosa y los costes que tal obra supondría se salia con creces del ajustado presupuesto del que disponía. Intentó decirle que aquello no era posible y que siguiera con el plan de actuación previsto.

            -´¿Pero es que no lo entiende señor director? !Ya está pasando!´.- exclamó Ai.

            -´Matsuyama-san en el supuesto caso de que esas reformas estuvieran terminadas en el plazo previsto la compañía no podría permitirse el contratar a más personal permanente ¿No pretenderá que también trabajen los animales?´

            Cuando Ai asintió con la cabeza el director se llevó una mano a la cabeza y con la otra trató de encontrar en el cajón sus pastillas para la tensión.

            Y así fue como Mochi llegó a serjefe de estación, junto con sus hermanos Ten y Peter que ocuparían otros cargos de gran responsabilidad. Los tres conejos del templo de Kumano que darían la bienvenida a los pasajeros cuando llegaran a Miyauchi y como aquellos de la leyenda serían portadores de felicidad.

            La reforma de la estación finalizó en solo tres semanas, los trabajos se realizaron de manera voluntaria. Todo el que pudo se acercó y colaboró. La empresa se comprometió a pagar los materiales utilizados y aún así la cifra desembolsada se alejaba enormemente de los ocho millones de yenes que hubiera costado la obra. Nadie pidió nada a cambio, a excepción de una persona, el dueño de la tienda de soba, que preguntó si había lugar en la estación para una empleada más, se trataba de kamekichi  una vieja tortuga a la que le encantaban los fideos. Aceptaron encantados y que en Asia siempre se ha considerado a este animal como símbolo de buena fortuna.


LA INAUGURACIÓN


            El uno de agosto del 2010 tuvo lugar la reapertura de la estación de Miyauchi. Ai sujetaba entre sus brazos a Mochi, en su cabeza lucía un sombrerito que ella le había tejido a mano, a su lado otros dos empleados hacían lo propio con Ten, Peter y Kamekichi.

            Nadie esperaba la acogida que tal acontecimiento tuvo. Todos se asombraron cuando al llegar al lugar lo encontraron abarrotado de personas, muchos habían venido incluso de provincias vecinas, y los niños, !había decenas de ellos! Esperaban impacientes poder ver con sus propios ojos a Mochi, el jefe de estación. Lo conocían de las historias que les contaban sus padres al volver del trabajo, las mismas que Ai escribió, también de los dibujos que incluyó en los panfletos que ella mismo repartió. La multitud les recibió con una gran ovación, coreaban sus nombres. Mientras tanto, al fondo, un viejo cocinero de soba y un joven sacerdote intercambiaron una mirada cómplice y ambos sonrieron. La alegría había vuelto, esta vez para quedarse.





EL TREN DE LAS FLORES


            A partir de ese día el número de pasajeros fue aumentando, eran cada vez mas aquellos que no perdían la oportunidad de visitar la pequeña estación y ver a su particular personal. Los colegios de las localidades vecinas organizaban excursiones, el vagón renovado y repintado, se escribieron canciones y se fabricaron peluches, todos querían llevarse a casa un conejito con un sombrero de estación. La Flower nagaisen, la linea de las flores convirtió cada trayecto en una fiesta y aún hoy día sigue repartiendo risas e ilusión allá por donde pasa.

           


SOÑAR  AGOTA


            Tras el gran terremoto de Tohoku la estación de Miyauchi sufrió daños y el servicio se interrumpió temporalmente aunque tras las reparaciones pertinentes la linea retomó su ruta y hoy día la Flower nagaisen funciona con absoluta normalidad.

            A partir de infausto suceso el conejo Mochi no ha querido volver a ponerse su uniforme, aunque sigue dirigiendo la estación como el buen profesional que es.

            Mochi también es famoso en la red e incluso ha abierto su propia cuenta de twitter, donde podéis dejarle vuestros mensajes.

            Aquí acaba nuestra historia. Como dijo un buen amigo mío ´soñar agota, pero no pienso dejar de hacerlo´. Matsuyama Ai consiguió que un conejito salvara a un tren, quien sabe de lo que seríais capaces vosotros.




            Ah, se me olvidaba, ´y fueron felices y comieron... zanahorias!

2 comentarios:

  1. Me encanta tu blog! Lo he encontrado por casualidad, estoy fascinada con las historias que tienes recopiladas.
    Te sigo desde hoy!

    Suzuko

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    1. Muchas gracias Suzuko.

      Para mi es todo un honor, me esforzaré para seguir escribiendo nuevas historias.

      Te animo a unirte al grupo de Facebook para disfrutar de contenido adicional.

      Hakujya

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