16 may 2016

TSURU NO ONGAESHI


AGRADECIMIENTO


                 Cuentan a los niños que hace mucho tiempo vivía en Japón una pareja de ancianos muy pobres (os suena ¿verdad?). Un día el viejo marido salió a pescar cuando muy cerca del río encontró a una grulla herida que no podía volar de la cual se apiadó, la llevó consigo a casa y entre los dos la cuidaron hasta que el animal pudo valerse por sí mismo y entonces la liberaron.



            No pasó mucho tiempo cuando una noche en pleno invierno alguien llamó a su puerta. Se trataba de una joven  que parecía aterida de frío que decía encontrarse de viaje y que al perderse no sabía dónde dirigirse, rogaba entrar en la casa para evitar pasar la noche al raso. Los amables ancianos la invitaron a pasar y a pesar de que la chica no pidió nada compartieron con ella la poca comida que tenían preparada, una sopa caliente de miso que apenas sí podría llenar el estómago de una sola persona.

            Al día siguiente la joven, mostrando un sincero arrepentimiento les confesó que en realidad no se dirigía a ninguna parte y no tenía donde vivir. La pareja, que eran gentes de buen corazón lejos de enfadarse quisieron acogerla y tratarla como a una hija. Ella rebosante de felicidad prometió trabajar para ellos y cuidarlos.



            Pidió permiso para utilizar una vieja rueca con la que la anciana mujer solía tejer cuando sus dedos eran más ágiles y la joven comenzó a utilizarla. A la mañana siguiente los ancianos quedaron maravillados cuando ella les entregó una tela bordada de exquisita manufactura. “Vended esto y comprad lo que necesitéis”- les dijo.

            La pareja compró algo de comida, más tela y un hermoso peine como regalo para la abnegada jovencita. En esta ocasión les pidió que la dejaran trabajar durante la noche y que por favor no la molestaran. Los viejos sorprendidos no entendieron tan insólita petición pero la respetaron de todos modos. El resultado fue un hermoso vestido hecho con las telas que compraron el día anterior.

            La fortuna (y la felicidad que esta trae) comenzó a inundar la casa, pero la anciana no paraba de insistir a su marido que la chica quizá se esforzase demasiado, pues a pesar de trabajar toda la noche tampoco la veían descansar mucho durante el día.

            Debido a la insistencia de su mujer y viendo que su intención era buena decidieron pedir a la joven que dejara sus tareas esa noche y durmiera un poco. Se aproximaron a su habitación y al abrir la puerta quedaron paralizados al observar que no era como ellos esperaban una muchacha la que hilaba en el telar sino una grulla. El animal con mirada contrariada comenzó a hablar igual que lo haría una persona.



            -“Os advertí que no me molestarais mientras trabajaba, yo soy la grulla que salvasteis hace tiempo, desgraciadamente ahora habéis contemplado mi verdadera forma así que me veo en la obligación de marcharme, espero que las prendas que os he confeccionado os reporten el dinero suficiente para que seáis un poco más felices”- Acto seguido emprendió el vuelo.

            La anciana, con lágrimas en los ojos le gritó

            -“No nos olvides nunca hija mía”- mientras le arrojaba el peine que compró para ella. La grulla lo recogió con su pico y desapareció en el horizonte.



RETRIBUCIÓN


¿Se han ido a la cama ya los niños? Bueno, entonces podré contaros la verdadera historia, no la bonita fábula para libros de colorear o para “semanas culturales”. Permitidme que me quite éste traje de colores y a ver, tú, la chica que siempre me lee, acércame un vaso de sake y deja que bride por ti. En cuanto a los demás escuchad, escuchad.

Hace no mucho que un amigo me contó una asombrosa historia que un conocido suyo oyó en uno de sus viajes, y ese amigo es totalmente de fiar así que puedo afirmar que lo que me dijo pasó realmente (por cierto, que rico está este sake).

Pues como os iba diciendo vivía en una montaña, como era, si, esa con tanta nieve, no me acuerdo pero aquel con cara de haber leído mucho sabe cuál es. En esa montaña vivía un joven cazador, todas las mañanas cruzaba un bosque en dirección al río, donde sabía que los animales iban a saciar su sed y revisaba las trampas dejadas en el agua. Siempre era bueno asegurarse la cena con algún que otro pez en caso de que la jornada no le fuera bien.

Ese día encontró atrapada en una de las trampas a una grulla. Una de sus patas se había quedado enganchada entre el bambú y parecía que había pasado una noche un tanto atribulada. El cazador se relamió y dio gracias a los kami del bosque pues parecía que hoy iba a poder volver pronto a casa.

Al aproximarse, el animal le miró directamente a los ojos y bajó la cabeza como si de alguna manera estuviera pidiendo clemencia. El cazador se quedó impactado ante la expresión y la emotividad mostrada por el ave. Caminó muy despacio hacia ella y con manos temblorosas tomó una decisión.

La grulla se agitó nerviosa, pero el cazador alzó las manos y se agachó.

“Tranquila pequeña, tranquila, no te haré ningún daño”
Con mucho cuidado sacó un pequeño cuchillo y cortó el bambú que envolvía la pata del animal.

“Adiós cena y adiós peces, de acuerdo bonita, vuela a tu casa y la próxima vez ten más cuidado” La grulla volvió a mirarle fijamente y salió volando.

El joven cazador prosiguió con su vida hasta que un día, bien entrada la tarde alguien llamó a la puerta de su destartalada choza. Al preguntar quién es y abrir la puerta con cara de pocos amigos y pinta de haber bebido algo de mas sake (por cierto guapísima, ¿no te importaría servirme un poco más).



-“Buenas noches”- dijo una hermosa joven mientras entraba a la casa apartándolo con un suave empujón. “soy tu nueva esposa”.

El joven dijo algo parecido a “Ppeeeyomireesque.. no

La joven sonrió “No te preocupes, no me he confundido, no tienes vecinos, por cierto ¿Cómo te llamas?”

El cazador se excusó diciendo que no tenía nada que ofrecerle, ni tan siquiera algo que comer.

“No te preocupes”-contestó ella- “traigo la cena, arroz hervido, también pescado y he visto esas trampas para peces rotas, no te preocupes, se tejer”- las señaló mientras le guiñaba un ojo.

La sonrisa del joven bien le recorría la cara de parte a parte, el estómago ciertamente le gruñía pero no era la comida lo que tan ansiosamente observaba



A partir de entonces la vida del cazador cambió drásticamente, ahora su casa parecía un hogar, su esposa le preparaba sabrosas comidas con las piezas él le traía, incluso un día ella le propuso trabajar en casa y así ganar un poco más de dinero, si reunían lo suficiente tal mudarse a un lugar más grande, a la ciudad incluso, donde ya no tendría que cazar y encontrar otro trabajo. El muchacho, en parte por satisfacer a su maravillosa esposa y en parte soñando en probar los licores de la capital servidos en cuencos de porcelana china acepto.

“Fantástico”-dijo ella “Permíteme entonces comprar algunas telas y yo confeccionaré hermosos vestidos que luego venderé en el mercado local, aunque debo pedirte otra cosa, debido a que las tareas del hogar son numerosas tendré que trabajar por las noches, así sacaré tiempo suficiente”

“¿Por las noches?”- replicó el joven mientras arqueaba una ceja.

“Si, y mientras lo hago no podrás molestarme”

“¿Todas las noches?”- insistió el joven masticando un pedazo de bambú.

“Bueno, no todas”- contestó ella con una pícara sonrisa.

Y en verdad las prendas que la esposa producía eran de una hermosura sin par, parecían bordadas con hilo de plata y su tacto era suave como las plumas de las aves. Muy pronto se convirtió en la proveedora favorita del comerciante itinerante que ya no esperaba al día de mercado, sino que acudía a la casa y frotándose las manos compraba tan asombrosa mercadería.

Y a pesar de que el joven cazador ya poseía más de lo que hubiera podido aspirar unos años atrás fue sintiendo curiosidad y también celos, pues su hermosa mujer se había convertido en el pilar de la economía familiar y el apenas podía aportar algunos animales muertos. Comenzó a hacerse preguntas y sospechar de todo y de todos, se percató que entre las telas que compraba para elaborar los trajes no había ninguna que brillase tanto como la que lucían luego sus vestidos, ni tuviera ese tacto tan suave y natural, así que para saciar sus dudas decidió romper su promesa y espiar esa noche a su mujer, de ese modo descubriría el secreto de su técnica y ¿Quién sabe? Luego podría ofrecerle ayuda de modo que no tuviese que pernoctar tanto, seguro que lo entendería.

Llegó la noche, la oscuridad cubrió la tierra y con paso sigiloso se aproximó a las estancias de su mujer. Escuchó el traqueteo de la rueca y lentamente asomó la cabeza.





Nada lo preparó para lo que presenció. Una enorme grulla blanca manejaba con habilidad pasmosa la rueca a la vez que con el pico arrancaba partes de su plumaje que luego unía al tejido.



Un grito de asombro delató al joven, la grulla giró bruscamente el cuello. El cazador trató de huir pero sus pies quedaron atrapados entre los hilos y cayó de bruces al suelo. El ave se abalanzó sobre él, una de las patas agarró su cuello, con la otra sujetó su espalda. El joven, tumbado e inmovilizado pidió clemencia.

“Te avisé que nunca me molestaras mientras trabajaba, pero se ve que la simple felicidad no era suficiente, te lo di todo pero tú siempre querías más. Ya conoces mi secreto y ahora tendré que matarte”.- Amenazó la grulla.

El joven rompió a llorar entendiendo que por primera vez él era la presa.



“Una vez pudiste acabar con mi vida, el cuchillo que llevabas aquel día en el río no cortó mi cuello, liberó mis ataduras y me dejaste libre. Considera saldada mi deuda contigo”

Con un fuerte picotazo cortó los hilos que atrapaban el pié del cazador y al darse la vuelta pudo ver a la que una vez fue su esposa desaparecer entre el cielo de la noche.




¿Os ha gustado amigos míos? Quedáis advertidos que la historia que os he contado es real y que puede que algunas de vuestras mujeres no sean lo que aparentan, y si queréis arriesgaros a hacer la prueba levantad sus faldas cuando menos se lo esperen, consideraos afortunados si sólo recibís un tortazo, peor sería que os propinasen un picotazo, o un mordisco quien sabe

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