NOTA ACLARATORIA: Antes de comenzar a escribir este texto quisiera pedir su permiso al
espíritu de OIWA-SAMA, espero estar a la
altura y poder relatar una vez más su historia como muchísimos otros hicieron
antes que yo. Rezo por que su alma encuentre la paz y para que su ira no
recaiga sobre mí.
Pido también disculpas a los
lectores por la sobriedad del texto pero debo tratar el tema con la máxima
delicadeza.
MALAS COMPAÑIAS
Siempre me han gustado las historias
de fantasmas, en Japón las llaman kaidan.
Existen cientos de ellas, las hay de todo tipo, fantasmas desdichados,
vengativos, demonios. Aún no entiendo muy bien qué me impulsó a elegir ésta
precisamente, quizá porque es la más famosa de todas, o porque el terror
asiático tal y como lo entendemos (o creemos entenderlo) bebe de esta fuente
primordial, o porque es para el terror oriental lo que los relatos de Poe,
Lovecraft o de Maupassant son al occidental. Es posible que me esté metiendo en
un buen lío pero algo me impulsa a contarlo. Fuera es de noche, a pesar de ser
primavera hace un poco de frío y oigo al viento silbar. Estoy en mi habitación,
no hay nadie conmigo aunque no me siento del todo solo, quizá no lo esté. La
verdad es que no quisiera tener que hacerme estas preguntas...
…
Estamos
en el verano del año 1825, el teatro de kabuki Nakamuraza está abarrotado, hoy presentan una nueva obra, se titula
Tokaido Yotsuya kaidan. Ha causado un
gran revuelo en la capital y durante días no se habla de otra cosa. Es difícil
encontrar entradas, el aforo está completo y el espectáculo se ha prolongado
indefinidamente. Se atenúan las luces, hay un silencio expectante, la función
va a comenzar.
ACTO PRIMERO
Tamiya iemón es un samurái de baja estofa, las guerras intestinas acabaron
hace décadas y malvive recibiendo un mísero estipendio del bakufu (gobierno militar instaurado por los shogun Tokugawa). Es
bebedor, pendenciero y le gusta jugar. En ocasiones se gana algunas monedas
haciendo de matón para cualquiera que se atreva a ofrecerle “trabajo”.
Está
casado con Oiwa, hija de Yotsuya Samón, otro samurái arruinado que trata de
salir adelante sin perder la dignidad. Iemón y su suegro no se llevan bien,
Samón es conocedor de la mala vida de su yerno y se lo reprocha siempre que
tiene la ocasión sugiriendo amargamente que él y su hija deberían separarse
pues no merece tan mal marido. Estas disputas solían acabar en agrias
discusiones pero una noche en la que Iemón había bebido de más mata a su
suegro.
Por
otra parte tenemos a Naotsuke, compañero de correrías de Iemón, está enamorado
de Osode, hermana de Oiwa. Una noche de juerga en el prostíbulo local discute
con el dueño del negocio debido a las deudas acumuladas. Naotsuke es expulsado
y se le prohíbe la entrada, lleno de rencor y muy bebido aguarda oculto en un
oscuro callejón a que el proxeneta regrese a su casa. Se lanza sobre él y lo
apuñala por la espalda con tan mala fortuna que la víctima es nada menos que su
propio maestro. Espantado corre en busca de Iemón y le pide ayuda, ambos
comparten su doble crimen y traman un plan para protegerse mutuamente: contarán
que unos desconocidos atacaron y asesinaron a Yotsuya Samón y al maestro y
jurarán encontrar a los culpables y vengarse, a cambio Iemón propondrá que
Osode se marche a vivir con Naotsuke para que éste la proteja. Ella se niega
puesto que está prometida con un samurái que se encuentra sirviendo a su señor
y a la espera de recibir el permiso para casarse. Iemón monta en cólera y Osode
acepta a regañadientes.
ACTO SEGUNDO
Tras un año Oiwa da a luz, un niño sano y fuerte, ella no se recupera del
parto y su salud empieza a deteriorarse aunque su hijo y la promesa de venganza
de su marido le dan fuerzas para continuar. Iemón sin embargo comienza a
distanciarse de su mujer, siente remordimientos por haber hecho una promesa que
no puede cumplir.
Durante sus ausencias conoce a Ito
Oume, una muchacha mucho más joven que él y la toma como amante. Los padres de
Oume, acaudalados mercaderes, descubren la relación y proponen a Iemón que se
case con su hija para evitar el escándalo, le ofrecen una vida acomodada a
cambio de un apellido noble como el suyo.
La oferta es demasiado tentadora como para que un hombre ambicioso como él la
desaproveche pero antes tendrá que deshacerse de su mujer y su hijo.
Un maquiavélico plan comienza a
gestarse, la familia Ito facilita a Iemón un veneno para que se lo administre a
su esposa. La pobre Oiwa comienza a tomar la nueva medicina que le ha traído
Iemón.
Día a día Oiwa va sintiéndose cada
vez más débil, sufre una parálisis en el lado derecho de la cara y pierde la
visión de un ojo. Horrorizado el
sirviente encargado de la casa observa cómo el rostro de Oiwa se va deformando.
Por piedad hacia la señora no le cuenta nada pero ésta no tarda en darse cuenta
de la realidad cuando comienza a perder grandes cantidades de pelo. Pide un
espejo al criado y contempla al monstruo en el que se ha convertido, el
sirviente conmovido por la dama revela sus sospechas y le habla de la
misteriosa medicina que le entregaba su marido. Oiwa comienza a gritar de forma
histérica.
Iemón acude alarmado y acaba con el
criado, con una sonrisa maliciosa afirma que ahora podrá acusarla de adulterio
y así obtener el divorcio, el sirviente cargará con la culpa y ella con la
vergüenza.
Una enloquecida Oiwa se abalanza
sobre Iemón quien por accidente levanta el brazo con el que sostenía la espada y
le atraviesa la garganta.
Ahogándose en su propia sangre y
entre una terrible agonía maldice a su marido, después el cuerpo de Oiwa se
desploma sin vida.
Iemón decide no dejar ningún cabo
suelto, de manera despiadada asesta un tajo mortal a su hijo pequeño, luego
hace desaparecer los cuerpos clavándolos en unas tablas y arrojándolos al río.
Un silencio total inunda la escena.
ACTO TERCERO
Oume e Iemón pueden celebrar su boda, ya no hay necesidad de esconderse.
Triunfantes se disponen a pasar su primera noche como marido y mujer.
Al
retirar el velo de su nueva esposa Iemón contempla horrorizado cómo la cara
bajo la seda no es la de la joven Oume sino la escalofriante faz de Oiwa , con
sus grotescas cicatrices y su ojo ciego, un río de sangre manando de su boca y
acunando a un bebé que ni llora ni se mueve.
Iemón,
presa del pánico se hace con su espada y decapita al fantasma, una fuente roja
empapa su rostro, y una cabeza de mujer rueda por el suelo. El corte fue
preciso, Oume murió sin apenas darse cuenta…
Consciente
del terrible acto que acaba de cometer Iemón se dirige precipitadamente a ver a
su nuevo suegro y contarle lo que ha sucedido. Al llegar a su casa es recibido por
la renqueante figura de su antiguo criado que con las heridas aún abiertas le
demanda más medicina. Otro golpe de espada, el señor Ito cae muerto tiñendo el
tatami de rojo carmesí.
Oiwa,
por todas partes, Iemón la mataba una y otra vez pero volvía a parecer, los
cuerpos iban amontonándose a la vez que continuaba la carnicería.
Iemón
escapa a las montañas dejando tras de sí un sendero de destrucción y muerte.
ACTO CUARTO
Oculto en su refugio en la región montañosa de Hebiyama, Iemón recibe la visita de Naotsuke quien sabedor de lo
acontecido no duda en chantajearle, con el poco dinero que le quedaba se ve
obligado a comprar su silencio.
Al
volver a casa Naotsuke se encuentra con un inesperado invitado, se trata de
Sato Yomoshichi, el prometido de Osode, hermana de Oiwa. El samurái exige una
explicación a Naotsuke y amenaza con matarle a la vez que muestra un vestido
descolorido por la humedad con el blasón de la familia Yotsuya. Osode reconoce
inmediatamente la prenda como la que solía vestir su hermana.
Naotsuke
revela el triste destino de Oiwa, así como el paradero de Iemón. Confiesa
también estar perdidamente enamorado de Osode y que a pesar de haberla retenido
jamás la ha forzado, luego pide a Yomoshichi que acabe con su vida.
Osode
intenta suicidarse para evitar que ninguno de los hombres muera por su culpa.
Ambos la detienen y llegan a un acuerdo: juntos lucharán contra Iemón, si
alguno de ellos muere el otro se comprometerá a cuidar a Osode para siempre.
Una vez preparados los dos parten para enfrentarse a Iemón y así vengar a Oiwa.
ULTIMO ACTO
Iemón sigue atormentado por el fantasma de Oiwa. Está condenado a
permanecer en una total oscuridad. El desfigurado rostro de su antigua mujer se
le aparece cada vez que se acerca a una luz, su figura surge de dentro de las
lámparas rodeadas de fuego y serpientes que amenazan con envenenarle.
Se
refugia en un pequeño templo donde los monjes mantienen a raya al fantasma pero
la locura ha hecho mella en la mente de Iemón, durante la noche es víctima de
terribles pesadillas y durante el día de profundos remordimientos.
Yomoshichi
y Naotsuke encuentran el templo. Al ver a su antiguo amigo levantar su espada
contra él Iemón pierde la poca cordura que aún conservaba. Blande su espada
invadido por una demoníaca sed de sangre asestando golpes a los monjes que le
acogían. Durante la lucha Naotsuke e Iemón se hieren mortalmente.
Osode
trata de consolar a Naotsuke, quien le pide perdón y le dice que sin ella la
vida ya no tiene nada bueno, le entrega su espada y muere en paz.
Osode
hunde el arma de Naotsuke en el cuerpo de Iemón cumpliendo así su venganza.
…
Poco a poco el público va saliendo
del trance en el que parecía estar sumido, se oyen rumores, alguien aplaude
tímidamente, en un palco se oye otro aplauso, y como una inesperada tormenta
todo el teatro estalla, el clamor de la audiencia es unánime. La función ha
sido un éxito.
ONRYO
Los espíritus vengativos son comunes en cualquier cultura que venere a los
muertos. Bien sea por no darles un entierro acorde con las prácticas
religiosas dominantes, por una muerte injusta o traumática e incluso para
proteger a un tercero de una amenaza inminente, las almas de los fallecidos
pueden negarse a abandonar este mundo hasta ver realizada una tarea y poder
entonces descansar en paz.
Japón
también tiene los suyos, los yurei. Es
fácil evitarlos, basta con no provocarlos y armarse de paciencia, harán todo lo
posible por ver cumplido su objetivo y después se marcharán para siempre.
Existe
sin embargo otro tipo de entidad más terrible, más dañina, más aterradora. Son Onryo . Estos fantasmas, casi siempre
femeninos, no se contentarán con la venganza, preferirán atormentar al causante
de sus males, no acabarán con su vida inmediatamente tratando de alargar su
sufrimiento todo lo posible hasta destruir su cordura.
Pero
a diferencia del yurei, el Onryo NO desaparece una vez cumplida su
venganza. Estas entidades están llenas de odio y se alimentan del miedo y
sufrimiento ajenos. Su maldición se irá extendiendo como una enfermedad,
buscará nuevas víctimas y tratará de acabar con ellas, en caso de no haber
nadie disponible el Onryo maldecirá un lugar. Cualquier incauto
visitante que permanezca más tiempo del debido en estos parajes encantados se convertirá
en portador de la maldición.
Se
han dado casos de objetos (normalmente antiguas posesiones de un Onryo) que se han convertido en transmisores
de la maldición. Nunca hay que destruirlos, ya que desataría las iras
del fantasma, se aconseja pasarlo a otra persona. Dicha acción no es garante de
seguridad, pues la maldición dependerá del grado de conexión que se tenga con
el objeto en cuestión.
Un
Onryo podrá exorcizarse mediante rituales
sagrados pero solo servirá para aplacarlo y retenerlo en un lugar concreto pero
no expulsarlo y con el tiempo el espíritu encontrará la manera de escapar.
LA MALDICIÓN DE OIWA
Como vimos anteriormente Tokaido
Yotsuya Kaidan es una obra de ficción escrita en el siglo XIX y adaptada
para su interpretación teatral.
Basada
en sucesos reales inconexos la historia cosechó un éxito apabullante obligando
a aumentar el número de funciones programadas.
Ha
sido adaptada para todos los formatos conocidos, series de televisión,
distintos géneros de teatro y casi cuarenta películas si incluimos las de
animación. Puedo afirmar sin ningún temor a equivocarme que se trata de la
historia de fantasmas más famosa de Japón. La imagen de Oiwa, con su descuidado
y largo pelo cubriéndole parte del rostro, piel violácea y mortaja blanca se ha
convertido en la imagen arquetípica del fantasma asiático.
LA PESADILLA SE HACE REAL
El nombre de Oiwa aún hace temblar a muchos japoneses, y mientras que en occidente
se han dado casos de rodajes malditos Yotsuya
Kaidan es una obra maldita. Todo aquel
que ha participado en cualquier tipo de recreación de la historia ha podido ser
testigo de o sufrido la maldición. Actores de teatro, escritores, equipos de
rodaje han sufrido una y otra vez accidentes, muertes repentinas e incluso
manifestaciones de la misma Oiwa.
Son muchos los que se siguen negando a
participar en representaciones que tengan que ver con Yotsuya Kaidan. La
paranoia alcanzó tal punto que llegó a celebrarse un funeral budista para
aplacar al espíritu de Oiwa. Su tumba se encuentra en la parte más alta de un
cementerio ubicado tras el templo de Myogyo-ji, en Sugamo, rodeada de tres tenebrosos árboles. Si alguna vez reunís el
valor suficiente para ir a visitar la tumba y contáis con algún conocido
japonés probad a pedirle que os acompañe. Tratará de convenceros para que no
vayáis y en última instancia intentará poner cualquier excusa para retrasar la
visita.
La familia Tamiya (apellido de
Iemón) también fue víctima de Oiwa y para calmarla ordenaron levantar un
santuario al que le dieron el nombre de Oiwa
Inari Tamiya jinja, donde monjes de la secta Nichiren rezan día y noche. Se considera un sitio maldito, como prueba de ello a la entrada se muestran gran cantidad de recortes de periódico
con noticias de los numerosos sucesos inexplicables que han sufrido muchos de
sus visitantes.
Se recomienda encarecidamente evitar este lugar.
Santuario de Oiwa Inari Tamiya
y advertencias en la entrada
|
Existe la tradición de que todo
aquél que decida participar en la obra Yotsuya
Kaidan debe visitar la tumba de Oiwa y pedir permiso. En especial la
actriz protagonista. En caso de no hacerlo la obra se considerará maldita.
En noviembre de 1966 el actor
conocido como Ichi-ryu-zai Teisan olvidó
visitar el templo de Oiwa como tantas otras veces había hecho. Al finalizar la
interpretación sufrió un infarto cerebral y murió.
En 2104 el famoso director Takashi Miike quiso dar una nueva vuelta de tuerca con el largometraje titulado Kuime (over your dead body) en la que un
grupo de actores que se encuentra rodando “Yotsuya Kaidan” es atacado por el
fantasma de Oiwa que trata de poseer a la actriz que la interpreta mientras que
en la vida real se van dando paralelismos más que casuales con la historia
original.
Y como no, algunos actores pagaron el precio. El actor Ichikawa Ebizo,
protagonista de Kuime casi pierde la
vida el primer día del rodaje. Una furgoneta conducida por un hombre de unos
cuarenta años y perfectamente sano se estrelló directamente contra la puerta de
su casa justo cuando él iba a salir. Afortunadamente no hubo heridos, el
conductor afirmó que súbitamente perdió el control del vehículo. Ichikawa
sufrió una crisis nerviosa.
Compartid si lo deseáis esta entrada, al hacerlo dejará de pertenecerme y quedaré libre de mi maldición. No lo hago por maldad, rezaré para que la venganza de Oiwa-sama no os alcance.
Compartid si lo deseáis esta entrada, al hacerlo dejará de pertenecerme y quedaré libre de mi maldición. No lo hago por maldad, rezaré para que la venganza de Oiwa-sama no os alcance.
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