Tamako, Tama, Garasha, Gracia. Desconocida
por unos, ignorada por otros. Grande por derecho propio. Permitidme que os
cuente la historia de una heroína que no necesitó panoplia alguna para serlo. Algunos
(sobre todo algunas) son tan ciegos que se empeñan en que para que una mujer
deje su huella en la historia debe actuar como un hombre dejando de lado todo lo
demás. Concededme algo de vuestro tiempo y os demostraré lo equivocados
están...
HEREDERA DE TRAICIÓN
Nació en el año 1563, en el castillo de Sakamoto,
en la provincia de Omi, a
las orillas del lago Biwa y recibió el nombre de Tamako aunque casi todos la
llamaban cariñosamente Tama. Era la
tercera hija de Akechi Mitsuhide, por
aquel entonces general del gran señor Oda
Nobunaga. Tenía dos hermanos, Mitsuyoshi,
el heredero, y Hidemitsu, adoptado.
A la edad de 15 años Tamako contrae matrimonio con Hosokawa Tadaoki , vasallo como su padre
del clan Oda y señor de la provincia de Tango, con el que tendrá seis hijos.
Su vida transcurre
pacíficamente, ajena a los tumultos de un periodo especialmente convulso hasta que tres años más tarde la desgracia
llama a su puerta. Al castillo llegan terribles noticias, su padre había
decidido traicionar a su señor y así el 21 de junio de 1582, en el templo de Honno-ji obliga a Nobunaga
a cometer seppuku. Lo mismo haría con
su hijo Nobutada durante el asedio al
castillo de Ni-jo, descabezando de esta manera al clan Oda. Poco después enviaría misivas a la
corte imperial en la que informaba de los hechos y se autoproclamaba nuevo
dirigente del país.
Irónicamente la historia volvía a repetirse,
los Oda se vanagloriaban de descender
de los Taira al estar vinculados con Taira no Chikazane que era bisnieto de Taira no Shigemori mientras
que la familia Akechi estaba emparentada
con los Toki, por lo que podían presumir de proceder del
clan Minamoto. Cuatro siglos después
los Genji volvían a derrotar a los Heike.
Los generales del
difunto Nobunaga se negaron a
reconocer a Mitsuhide y dispersos
como estaban se apresuraron a cesar sus luchas para vengar a su señor, no ya
por honor sino por hacerse con sus despojos y obtener con ello el poder
absoluto. Como buitres hambrientos acudieron del este y del oeste, Shibata Katsuie fue emboscado por los Uesugi mientras intentaba retirarse de la
provincia de Echizen. Takigawa Kazumatsu sufrió una severa derrota a manos de los Hojo, perdiendo con ello gran parte de
sus tierras y casi todo el prestigio del que gozaba. Tokugawa Ieyasu, a pesar de encontrarse cerca optó por escapar y
atravesando las montañas de Iga llegó
hasta la costa y embarcó hacia la provincia de Mikawa para desde allí reorganizar sus fuerzas.
Sin embargo Toyotomi Hideyoshi logró llegar a un acuerdo con el clan Mori y cesar las hostilidades antes de
emprender el camino de vuelta, hecho que le permitió regresar con sus fuerzas
intactas. Hideyoshi se encontró en Sakai
con Niwa Nagahide y Oda Nobutaka, hijo menor del difunto Nobunaga. Se puso al mando del resto de
las fuerzas del clan, las unió a las suyas propias y marchó al combate.
Mientras tanto Mitsuhide trataba desesperadamente de atraer
simpatizantes a su causa, envió emisarios a su yerno Tadaoki pero éste ignoró sus
peticiones y decidió unirse a las fuerzas de Hideyoshi.
El choque se produjo
dos semanas después en Yamazaki en la que se conoció posteriormente como
batalla de Tennozan. Acosadas por el
fuego de fusilería y superadas ampliamente en número las tropas de Mitsuhide
se batieron en retirada. El cuatro de julio de ese año el traidor Akechi, que huía de su derrota fue
sorprendido por unos labradores ávidos de botín, alanceado y degollado. La
cabeza fue llevada a Nobutaka, que la
mandó coser al tronco, dejando el cadáver pudrirse sobre una cruz a las afueras
de Kyoto.
Este enfrentamiento
tuvo dos efectos inmediatos, por una parte Hideyoshi
, tras deshacerse de Nobutaka, se
convirtió en el señor más poderoso de la nación (al ser de origen plebeyo no llegó
a alcanzar el rango de shogun pero si
el título de Kampaku o jefe consejero del emperador) y por otra Hosokawa Tamako pasó a ser la hija de un traidor.
GARASHA
Una nueva ley promulgada por Hideyoshi decía que las sentencias no
solo debían recaer sobre el reo-traidor-rival, la pena se extendía a toda su
familia. Justificaba esto aduciendo que no se castigaba a la persona, sino al
apellido. De esta manera erradicaba toda
posibilidad de futuras venganzas o posibles herederos encolerizados. Existe un
dicho al respecto que reza: ´He tomado
prestado mi apellido, debo devolverlo sin mácula´. La única manera de que
la familia del inculpado saliese indemne era el seppuku.
Akechi Mitsuyoshi cayó en combate pero su hermano Hidemitsu logró escapar, y aunque murió
poco después sus hijos, Miyake Shigetoshi y
Toyama Tarogoro, sobrevivieron. Shigetoshi participaría años después en la rebelión de Shimabara bajo las órdenes de Amakusa Shiro Tokisada y Tarogoro sería conocido por ser el antepasado de el
famoso samurai pro-imperial Sakamoto Ryoma que se alzó en armas
contra el shogunato Tokugawa (entre
otras cosas es también conocido por ser el padre de la marina imperial japonesa
y el primer samurai en usar zapatos
occidentales...). Fue asesinado por partidarios del bakufu en 1867 a la edad de 31 años.
El caso de Tamako era peculiar ya que aunque era hija de un
traidor al estar casada había adquirido otro apellido y por tanto no podía ser
juzgada (los hijos de Hidemitsu
fueron dados en adopción y pudieron salvarse de la misma manera). Nada de esto
evitó que la encarcelaran (otra de las reformas de Hideyoshi, construyó las primeras cárceles en Japón) , Tadaoki protestó enérgicamente alegando que las
propuestas de Mitsuhide no hicieron
mella en su lealtad. Poco tiempo después Tamako
quedó en libertad.
Muchas fueron las presiones
que recibió su marido Tadaoki para
que se divorciara de ella y poder de ese modo ser ejecutada. Simuló repudiarla
y la ocultó en una pequeña aldea llamada Midono,
sita en la península de Tango, cerca
de Kyoto hasta que la situación se estabilizase.
Transcurrieron dos
años antes de que Tamako pudiese regresar a la mansión Hosokawa con la condición de que jamás
saliera de ella ni se dejara ver en público. Durante su reclusión estuvo
atendida por Kiyohara Ito María, devota cristiana y persona de confianza, tanto
de los misioneros jesuitas como de los miembros de la familia Hosokawa. María había aprendido latín,
aprendido a oficiar una misa e instruida en el sacramento del bautismo habiendo
convertido a un total de veintidós damas
de la corte. Durante su reclusión Tamako
oía
las prédicas de su sirvienta, le recitaba pasajes de la biblia a la vez que le
hablaba sobre su principal mentor, Don
Justo Takayama Ukon. La animó incluso a hacer una incursión nocturna a la
catedral de la ciudad y conocerle en persona aprovechando la ausencia de su
marido, que por aquel entonces se encontraba luchando en Corea. Ambos quedaron
impresionados por la inteligencia y sabiduría mutuas. Lo que ignoro es que si
ella sabía que fue la mano de Ukon la encargada de dar muerte a su hermano Mitsuyoshi. Quizá él se lo confesara,
tal vez ella le perdonara, o puede que ya lo supiera y el guardara silencio.
Nadie lo sabe ni lo sabrá jamás. Lo que sí es seguro es que las palabras que se
dijeron dejaron una profunda huella en los dos.
DE PROMESAS Y VOTOS
En el año 1582 Hideyoshi estaba en la
cúspide de su poder. Casi había logrado concluir la unificación del país que su
antiguo señor Nobunaga dejó a medias
y apenas algunos territorios en Kyushuu
osaban resistírsele. Pero se hacía mayor y aún no tenía hijos varones. Sus
objetivos eran muy grandes y apenas le quedaba tiempo. En un alarde de
megalomanía sin precedentes se propuso conquistar la China de los Ming y convertir a su país en el más poderoso de
toda Asia. Solicitó permiso a la vecina Corea para atravesar su territorio así como la colaboración (vasallaje) de la
dinastía Joseon y atacar a los chinos
por tierra pero estos se lo denegaron al ser en esos momentos tributarios del
gran reino medio (que es como tradicionalmente se ha conocido a China, lo
siento Tolkien, se te adelantaron
varios siglos), tal afrenta sería aprovechada por Hideyoshi para invadirla.
A tal empresa dedicó
una enorme flota y más de doscientos mil hombres. Los japoneses, armados con
arcabuces arrollaron a las fuerzas coreanas.
El diez de junio Agustín Konishi toma Seul
y el veinticuatro de julio Kato Kiyomasa hace
lo propio con Pyongyang.
Agustín Konishi invitó al
jesuita madrileño Gregorio de Céspedes a trasladarse a Corea como capellán, convirtiéndose así en el primer europeo en
visitar el país, donde permaneció un año.
Mientras tanto el
marido de Tamako, Tadaoki trabó una gran amistad con Toyotomi Hidetsugu, sobrino y heredero
de Hideyoshi.
El trato dado a la población local fue brutal y no tardaron en aparecer
movimientos de resistencia mientras que los chinos enviaron un enorme ejército
que hizo replegarse a los contingentes japoneses hasta un cinturón de
fortalezas costeras al sur del país. Al mismo tiempo el almirante coreano Yi Sunsin atacaba con sus barcos tortuga
a la flota invasora. Para los japoneses un barco de guerra no era más que una
mera plataforma para sus samurai ,
los cuales irían en busca el cuerpo a cuerpo yendo al abordaje. Para los
coreanos sin embargo, un barco de guerra debía tener movilidad y estar bien
artillado, estas dos cualidades impedirían cualquier intento de abordaje. Los
barcos tortuga destrozaron a las galeras niponas y es que un tigre jamás podrá
vencer a un tiburón en el mar.
Con sus líneas de
suministro cortadas y las fuerzas chinas en camino Hideyoshi accedió a negociar
la paz. Se envió a Pekín a Juan Naito, amigo de Agustín Konishi. Entre las exigencias de
Hideyoshi estaban el dividir la península en dos,
quedando la parte sur bajo control japonés y dejando el norte para china, así
mismo solicitaba que le fuese enviada una princesa Ming como concubina y a un
príncipe como rehén. El emperador chino propuso nombrarle ´rey de Corea´ con la
condición de retirar todas las fuerzas militares. Hideyoshi accedió complacido
e hizo volver a su ejército. Se mandaron
emisarios, mensajeros y embajadores que iban y venían mientras el tiempo
transcurría impasiblemente.
Tras la aventura
coreana los samurai volvieron a sus
quehaceres diarios, esto es, intrigas, traiciones, luchas intestinas, lo normal
para unas gentes que vivían y morían por y para la guerra cuando no tenían un
enemigo común contra el que enfrentarse.
Llegó el día en que se
anunció el nacimiento de un bebé, Hideyoshi
había sido padre, era un varón y Hideyori
sería su nombre. Desde ese momento
las relaciones con su sobrino Hidetsugu comenzaron
a deteriorarse drásticamente, todo apuntaba que Hideyoshi se retractaría de
sus pasadas promesas y nombraría a su nuevo vástago como su sucesor y todo
aquel que apoyase a su rival sería blanco de intrincadas maquinaciones y complots.
Tadaoki comenzó a temer por
su vida, la amistad que le unía al sobrino del kampaku era por todos conocida, habían luchado juntos y se trataban
como hermanos. Una noche en su mansión hizo prometer a Tamako que si alguna vez
alguien intentase capturarla para ejercer alguna influencia sobre él se quitara
la vida. Ella asintió, no conforme le hizo repetir su juramento, nunca, jamás,
bajo ninguna circunstancia habría de permitir que la capturaran con vida.
Sucedió lo inevitable,
Hideyoshi apresó a su sobrino junto con toda su familia,
los condujo al sagrado monte Koya y
ordenó masacrarlos a todos. Mucha sangre corrió ese día, sangre que era a su
vez la suya propia, gran parte de su ya escasa familia, hombres, mujeres y
niños por igual. Únicamente perdonó a un
bebé de un mes escaso de edad que era la hija de Hidetsugu y tenía por nombre
Kikuhime. Tadaoki no se atrevió a mover un dedo, permaneció
impasible ante semejante matanza, es posible que llegara a participar en ella,
pues su lealtad había sido puesta en duda, eso nadie lo sabe, pero si es cierto
que la familia Hosokawa no volvió a
ser molestada y no perdió ni un ápice de su prestigio.
Los años fueron
pasando y la respuesta china se retrasaba cada vez más, Un anciano y demente Hideyoshi montó en cólera cuando fue coronado
´simbólicamente´ rey de Corea, en la declaración no se tuvo en cuenta ninguna
de sus peticiones, no hubo princesa, ni rehenes ni territorios que anexionarse.
Aquello era a todas luces una clara burla hacia su persona. Para colmo sus
exigencias de tributos regulares a las islas Filipinas fueron totalmente
ignoradas por los españoles. Como represalia se apoderó del galeón San Felipe y
prendió a toda su tripulación, lo que acarreó que se interrumpiera todo
comercio con el imperio español, con el lógico perjuicio económico y
estratégico, pues era esta potencia la principal suministradora de armamento y
tecnología avanzadas.
Lejos de querer
aplacar la situación emitió un edicto anticristiano, se prohibió la prédica de
la religión cristiana en el país, luego ordenó la expulsión de los jesuitas.
Muchos sacerdotes japoneses fueron también enviados al exilio, entre ellos Don Justo Takayama, que terminó sus días
en las Filipinas, donde fue bien acogido
y se le tuvo en muy alta estima, recientemente se le beatificó y aún existen
monumentos a su persona y su recuerdo sobrevivió a la ´deshispanización´
forzosa de 1898.
Al enterarse de la
inminente expulsión de Don Justo, Tamako tomó una de las decisiones más importantes de
su vida, y así fue que el diecisiete de agosto de 1587 abrazó la fe católica y
accedió a ser bautizada recibiendo el nombre de Gracia, Doña Gracia Hosokawa.
Tras someter los últimos
territorios rebeldes en Kyushuu un desquiciado Hideyoshi ordena una nueva
invasión de Corea. Se nombra a Agustín
Konishi almirante de la nueva flota.
En esta ocasión la fuerza atacante se desenvolvió con soltura en el mar. Kiyomasa comandaría al ejército en
tierra. Como detalle hay que resaltar que el comandante era un budista
militante, odiaba abiertamente a los cristianos y a su credo, en ese aspecto Hideyoshi hizo bien al apartarle del
almirante Konishi. De nuevo Hosokawa Tadaoki formó parte del
contingente invasor, su condición de guerrero veterano le daba una clara
ventaja sobre otros señores más bisoños.
Volvió a distinguirse Kiyomasa, pero las disensiones entre los
generales japoneses, el rigor del invierno y el ingente tamaño de los ejércitos
chinos y coreanos hicieron insostenibles las posiciones japonesas. Cuando los
chinos enviaron a Kato Kiyomasa unos
mensajeros para pedir que se rindiera, el feroz daimyo alanceó con sus propias manos delante de los mensajeros a
una princesa coreana que tenía prisionera, reputada como la mujer más bella del
país.
Pero el destino, el
tiempo, o la gracia divina, quien sabe, hizo que Hideyoshi muriera y aunque trató de ocultarse a la población local
sí que trascendió al otro lado del mar y se extendió como la pólvora. Los
generales no tenían ya motivo alguno para continuar la campaña. La súbita
muerte del kampaku abría la veda a
las luchas por el poder. Los japoneses accedieron a retirarse aunque debido a
las inclemencias del tiempo el repliegue se retrasó hasta diciembre de 1598.
Una guerra concluía,
no pasaría mucho tiempo hasta que otra, no menos terrible, se iniciase.
EL SACRIFICIO
Antes de su muerte Hideyoshi formó lo que se
llegó a conocer como ´el consejo de los
cinco regentes´, integrado por los cinco señores más poderosos del país: Maeda Toshiie, Mori Terumoto, Ukita Hideie,
Uesugi Kagekatsu y Tokugawa Ieyasu, con objeto de mantener el equilibrio de
poder y ningún daimyo destacase sobre otro al menos hasta que su
hijo Hideyori cumpliera la mayoría de edad y ocupase su
puesto.
A pesar de que el
viejo kampaku pareció dejarlo todo bien atado no tardó Ieyasu en
violar sus promesas. Una de ellas era que ningún integrante del consejo de los
cinco realizaría bodas ´políticas´. Tokugawa
concertó enseguida nada menos que cuatro, así se emparentó con los Date, Fukushima, Hachisuka y Konishi. Estas
bodas le reportaron un beneficio político descomunal pues todos ellos menos Konishi, no tardaron en adherirse al bando de los Tokugawa. Sólo Ishida
Mitsunari, un antiguo ministro de Hideyoshi
se atrevió a denunciarle ante Maeda
Toshiie, uno de los cinco, por perjurio. En medio del escándalo, Damián Kuroda y Hosokawa Tadaoki, marido de Doña
Gracia, convencieron a Toshiie
para que se uniese a Tokugawa, aunque
éste moriría poco después por su propia mano al saber que padecía una
enfermedad incurable.
Mientras tanto Mitsunari convencía a Uesugi Kagekatsu, otro miembro del consejo, a regresar a sus
tierras y esperar ´el momento adecuado´, a pesar de que aquello también había
sido prohibido por el difunto Hideyoshi.
Ante tan grave situación Ieyasu
exigió rehenes a sus leales, otro
incumplimiento de las reglas del kampaku.
De esta manera entregó Tadaoki a
su mujer Doña Gracia como garantía.
La mañana del dos de
septiembre llegaron noticias de que Ishida
se había rebelado abiertamente contra Ieyasu,
formado una unión con varios daimyo del oeste
del país, y que había tomado o iba a tomar como rehenes a las familias de los
afectos a los Tokugawa. Ieyasu declaró
a los señores cuyos familiares podían caer prisioneros de Ishida que los exoneraba de toda obligación de seguir en sus filas,
pero todos se declararon dispuestos a arrastrar las consecuencias de su
lealtad. Incluso Tadaoki, que se
encontraba en esos momentos atacando a los Uesugi
reafirmó su compromiso de fidelidad.
El veinticinco de
agosto del año 1600 las fuerzas de Ishida
rodearon la mansión Hosokawa con
la intención de capturar a sus ocupantes. Doña
Gracia, atrapada entre la promesa de su marido de no dejarse atrapar con
vida y su fe cristiana que le impedía cometer suicidio tomó la decisión de
incendiar la casa, elevó al cielo una última plegaria y acto seguido ordenó al samurai Ogasawara Hidetada que acabase
con su vida de una lanzada. El guerrero obedeció sin dudarlo y después
desenvainó su espada y se mató con ella. Su ´jisei
no ku´ (poema de despedida que los samurái solían dejar antes de abandonar
este mundo) rezaba así:
´Una flor es una flor
un
hombre es un hombre
si
sabe desaparecer
a su
debido tiempo´
Ishida, horrorizado ante
tal escena se abstuvo de molestar a las familias de sus adversarios. Con este
acto de sacrificio Doña Gracia no
solo salvó a los parientes de sus vecinos, también salvó su alma congraciándose
con Dios y cumpliendo la palabra dada a su marido hasta sus últimas
consecuencias. Tenía 37 años.
UN MUNDO SIN GRACIA
El padre Organtino, discípulo de San Francisco Javier y japonófilo empedernido (de hecho afirmaba
que solo haría falta un órgano y un coro para convertir a todo Kyoto, la ciudad llegó a tenerlos y ello
no hizo aumentar las conversiones) fue el encargado de recuperar los restos
óseos de Doña Gracia de las ruinas de
la mansión Hosokawa y los enterró en
el cementerio cristiano de Sakai,
aunque con posterioridad fueron
exhumados y trasladados al templo budista de Soozen-ji. Dicen que Tadaoki lloró amargamente durante el funeral rompiendo
de ese modo las exigencias protocolarias de la época pero nadie se atrevió a
censurarle por ello. Todos los partidarios de Tokugawa estuvieron presentes, todos menos uno, el budista radical Kato Kiyomasa, que se negó a asistir a
un sepelio cristiano, en su lugar prefirió enviar a su hijo como representante.
La batalla de Sekigahara supuso el enfrentamiento
final con las fuerzas de Ishida. Tokugawa
Ieyasu se proclamó vencedor y se
convirtió en el hombre más poderoso de Japón, sólo un jovencísimo Hideyori se interponía ahora entre él y el poder
absoluto.
Entre los derrotados
estaba Agustín Konishi, que desde un
primer momento se declaró en contra de Ieyasu.
Fue capturado y sometido a escarnio
público y ejecutado para mayor vergüenza con una espada hecha de bambú. Al
morir portaba un crucifijo y un rosario, regalos de la reina Doña Catalina de Portugal, hermana del
emperador Carlos.
Tras la batalla Ieyasu se hizo con un casco de
fabricación española y de esta guisa procedió a premiar a sus generales.
Hosokawa Tadaoki, ahora viudo de Doña Gracia destacó en la
batalla y recompensado con una renta anual de 369.000 koku ( aproximadamente un millón de euros) y territorios en la
provincia de Buzén (en la actual Fukuoka) convirtiéndose así en uno de
los dieciséis señores más poderosos. Trasladó su residencia al castillo de Kokura y construyó varias iglesias allí.
En el aniversario de la muerte de Doña
Gracia, Tadaoki encargó al padre Organtino una misa de
difuntos que se celebró en una iglesa de Nakatsu.
En 1612 comienza la persecución de los cristianos y Tadaoki no dudó en destruir las iglesias que él mismo
encargó edificar y ordenar a todos sus súbditos que abandonaran la fe cristiana.
Entre los que se negaron estaba el propio gobernador de Kokura, Don Diego Kagayama, que murió decapitado junto con su primo
Baltasar y el hijo de éste, de cuatro
años de edad, el 15 de octubre de 1619. Diego
regaló todos sus vestidos a un pobre y caminó orando hacia sus ejecutores. Baltasar perdonó a sus verdugos.
La familia Ogasawara, que tan fielmente había
servido a los Hosokawa también perdió
a dieciocho de sus miembros, el deseo de Tadaoki
por mantener su posición y la habilidad para estar siempre del lado de los
vencedores fueron más fuertes que la piedad, el honor y el recuerdo de su
esposa.
Tadaoki murió en 1645 a la edad de 83 en su residencia de Buzen, sin pagar sus pecados, como
suelen hacerlo casi todos los hombres malvados.
Pero la historia de la
casa Hosokawa no termina aquí, su
linaje sobrevive aún hasta nuestros días, aunque no siempre les sonrió la
fortuna. A finales del siglo XIX se emparentaron con la familia imperial, en
particular con los Konoe e Ichiyo, el duque Fumimaro Konoe, nieto de un Hosokawa,
llegó a ser primer ministro en 1937, estuvo directamente involucrado en la
guerra sino-japonesa y se afirma que tuvo conocimiento de las atrocidades que
allí se cometieron (que por cierto se dieron por parte de ambos bandos), entre
ellas la terrible masacre de Nanking y
no hizo nada por evitarlas. Dos años
después dimitió de su cargo al fracasar las negociaciones de paz aunque no
tardaría en volver a incorporarse a su puesto a petición del emperador en 1940.
Durante este segundo
periodo Japón se hizo con las posesiones francesas en Asia, firmó un tratado de
no agresión con la Unión Soviética y se unió a Alemania e Italia en el pacto
tripartito.
Konoe hizo lo posible por evitar una guerra contra Estados Unidos
pero al ver que las relaciones entre los dos países se deterioraban por momentos
decidió dimitir por segunda vez, sucediéndole el belicoso general Hideki Tojo.
A pesar de llegar a
formar parte del gobierno inicial de posguerra fue acusado de crímenes de
guerra por su implicación en la invasión de China y condenado a morir en la
horca. Antes de que ello sucediera prefirió quitarse la vida ingiriendo una
cápsula de cianuro.
Ya en 1993 el nieto de
Konoe, Hosokawa Morihiro llegaría
también a alcanzar el puesto de primer ministro de Japón a la cabeza del PLD
(partido liberal democrático) aunque se vio obligado a abandonar el cargo
acosado por numerosos escándalos de corrupción.
LEGADO
Gracia hizo honor a su
nombre, concilió dos formas de vida en apariencia antagónicas, supo morir como
el más bravo de los samurai sin traicionar sus creencias. Amó al hombre
que fue su marido y al Dios al que eligió seguir. Abrid cualquier libro de
historia, os hablarán de Nobunaga y Mitsuhide, de Hideyoshi , Ieyasu y muchos otros, pero si leéis detalladamente la
encontraréis, junto a esos grandes personajes, Gracia,
siempre, por todas partes.