UN ENCUENTRO INESPERADO
Era uno de esos
gloriosos días de primavera, el sol brillaba con fuerza y las calles de Osaka bullían de actividad. Un grupo de
monjes procedentes del templo de Tennoji desfilaba con gran parsimonia. Se dirigían
al nuevo puente, allí se unirían a las autoridades locales. La multitud se
agolpaba curiosa, contemplaban con admiración y en algunos casos con cierta
envidia los coloridos vestidos
elaborados con costosas telas que lucían las damas de la corte allí
presentes. Los caballeros exhibían orgullosos sus blasones, uno de ellos presentaba
un aspecto particularmente fiero, su hirsuta barba ocultaba una enorme
cicatriz, otro cubría la cuenca vacía de su ojo izquierdo con un parche
metálico se jactaba de sus hazañas en la última guerra. Los nobles de la corte,
embutidos en sus sofisticadas vestimentas de seda, se abanicaban
acalorados y aparentaban asombrarse cada
vez que alguno de aquellos brutos fanfarrones describía cómo y de qué manera
había acabado él solo y sin ayuda de nadie con decenas de enemigos.
Corría el año 1160 y
no hacía mucho que había finalizado la revuelta de Heiji, en ella Minamoto no
Yoshimoto y Fujiwara Nobuyori aprovecharon queTaira no Kiyomori , el señor más influente de la corte, se
encontraba de peregrinación en Itsukushima
para atacar el castillo de Sanjo ,
residencia de la familia imperial en Kioto
, y organizar un golpe de estado.
Kiyomori acabaría derrotando
a los rebeldes en la batalla de la puerta de Taiken, en la ciudad de Rokuhara,
aprovechando la coyuntura para hacerse él mismo con el poder y convertirse así
en el primer shogun de Japón.
Moritou se impacientaba cada
vez mas. A sus veintidos años prefería estar practicando con el arco o
cabalgando con su caballo en lugar de asistir a la inauguración de un puente
que nada tenía de especial. Detestaba aquel tipo de ceremonias, las consideraba
una pérdida de tiempo pero aunque logró destacar en el último conflicto, pues
fue él quien descubrió y acabó con el traidor Manasaka, su posición era todavía baja y su presencia allí era más
exigida que deseada. Hacía mucho que no visitaba la ciudad, sus obligaciones
marciales le habían mantenido alejado durante varios años, la abandonó siendo
un escuálido imberbe y ahora regresaba convertido en todo un hombre. Había
conocido la privación, el gozo, el dolor y la sangre, había administrado muerte
y logrado victorias para su clan. Su pecho rebosaba de pasión, un sentimiento
que debía reprimir mientras permaneciese allí, rodeado de pusilánimes pretenciosos
de ricos ropajes y pobres de espíritu.
Pero fue entonces
cuando entre tanta filigrana una luminaria vino a cegar sus ojos. La vió llegar
escoltada por dos vasallos. Caminaba como flotando destilando elegancia y con
una gracia que rivalizaba con la misma diosa Amateratsu. Otros a su alrededor pretendían no verla mas se
apartaban reverencialmente a su paso. Moritou saltó como un gato enjaulado al
que acaban de liberar. ´!Kesa-chan!,
!Kesa-chan!´- exclamó.
La dama se giró sorprendida. ´!Moritou-kun!, ¿Eres tú primo?´. Los
vasallos se miraron sorprendidos sin saber muy bien qué hacer.
A punto estuvieron de
abrazarse pero el decoro y los presentes ,que ahora les miraban descaradamente arropados
por el anonimato que otorga la muchedumbre, impidieron todo contacto físico.
Aún con todo la familiaridad y cariño con la que cruzaban miradas y palabras
escandalizó a muchos.
Moritou quedó huerfano
a muy temprana edad y fue adoptado por la madre de Kesa. Hacía casi siete años que no la veía y estaba incluso mas
hermosa de lo que la recordaba. Eran apenas unos niños cuando les separaron, el
señor del clan le reclamó para servir en el castillo y recibir formación
militar.
Crecieron juntos y con
el tiempo acabó enamorandose de ella y aunque era cinco años mayor que ella
decidió que algún día sería suya. Antes de partir habló con su tía y le pidió
permiso para desposarla cuando terminara su servicio. La madre de Kesa accedió pero no contento con eso le
hizo prometer que mantendría su palabra, a su tía le resultó ingenua la osadía
del joven y lejos de ofenderse se compadeció de él.
Hablaron largo rato de
sus vidas, ella le contó que en mas de una ocasión temió por su vida y que cada
vez que llegaban noticias de una batalla pedía a los dioses que le
protegieran. Él por su parte le narró sus aventuras haciendo hincapié en sus
hazañas y evitando cuidadosamente detalles escabrosos o poco elegantes.
Moritou se sentía enormemente feliz, una enorme sonrisa recorría su
cara de parte a parte y Kesa, consciente
de ello, se cubría a veces el rostro para ocultar su sonrojo.
Entonces el joven se
armó de valor y propuso escoltarla hasta su casa y así presentar sus respetos a
su madre. Sin embargo ella se excusó diciendo que ya no vivían en la antigua
casa, sino en otra situada en un barrio noble de la capital y que antes de
admitir visitas debía pedir permiso a su marido.
´A tu...´- de súbito un
nudo le atenazó la garganta.
´Es el noble Watanabe
Wataru, seguro que no pondrá objeciones en recibir a un gran guerrero como vos,
Moritou-san´.
De súbito el aire entre ambos
pareció congelarse, uno de los vasallos intervino recordándole a la dama que
tenía obligaciones que atender. Ambos se separaron como si en mitad de los dos
hubiera caido un rayo. Kesa hizo una
breve reverencia y él afirmó torpemente. Al pasar por su lado el vasallo le
dedicó una mirada socarrona.
Moritou permaneció allí un
rato más, y aunque seguía sonriendo su cara adquirió el tono pálido de los
muertos, una sensación helada le recorrió la espalda y notó cómo una garra
invisible le oprimía el corazón. Seguía allí, rodeado de gente pero ya no oía nada, no veía nada, los monjes
entonaron sus cánticos sagrados, en kannushi
bendijo el puente, la gente estalló
de júbilo, la fiesta dió comienzo y el joven Moritou enloqueció.
OBSESIÓN
-´¿Y
porqué decidisteis ir a vivir al lejano norte?´- preguntó una
cortesana.
-´No deberíais de importunar a la dama Koromogawa, os ruego que os
comportéis Otose-san´- censuró
rápidamente otra.
-´No seáis tan severa Takamoto-san´- replicó la mayor de las tres -
´La buena de Otose-san siempre ha sido
curiosa como un gatito y aun así son adorables ¿no os parece?´.
Koromogawa derrochaba
elegancia incluso a la hora de regañar, siempre se mostraba cortés y comedida,
no era de extrañar que muchos se asombraran al enterarse que había pasado la
mayor parte de su vida en las indómitas regiones septentrionales donde las
tribus salvajes apenas habían sido pacificadas.
-´Tanto mi padre como mi marido eran vasallos de Ota Dokan, gobernador de
Mutsu. Ambos cometieron seppuku cuando su señor cayó. Mi hija Atoma era apenas
una recién nacida, y al no tener más familia que ella decidí permanecer en
aquellas tierras´.
-´¿Vuestra hija Atoma?´- interrumpió Otose -´Os referís a Kesa, ¿verdad?´.
-´Así es, Atoma es su verdadero
nombre, y Kesa es solo un apodo, Koromo significa túnica, y Kesa significa
estola, así es como mi marido solía dirigirse a nosotras y en su honor decidí
conservarlo.´
-´Pero al final os trasladasteis a
la capital´- dijo Takamoto.
-´Si, cuando el noble Watanabe
Wataru contrajo matrimonio con mi hija le acompañamos a la capital, desde
entonces vivimos aquí´.
Unos gritos en el exterior interrumpieron
el cordial ambiente,
-´!!Koromo, Koromo, salid a recibirme o yo mismo atravesaré la puerta,
Koromo, no te escondas vieja zorra!!´.
Las damas se alborotaron, las dos
más jóvenes se abrazaron mientras que la aludida lejos de amedrentarse se puso
en pie y aproximandose a la puerta contestó:
-´¿Quién es aquel que se atreve a irrumpir en esta casa y turbar la paz
de los que en ella moran?´
-´Soy Endo Moritou, tu sobrino. Es vergonzoso que ya me hayas olvidado,
aunque por lo que veo no es lo único que tu senil cabeza ha pasado por alto´- exclamó
el intruso.
Con un rápido gesto, Koromo ordenó a las damas que abandonaran la
habitación por una puerta trasera, cosa que hicienron sin dudar, a continuación
se acercó un poco más a la entrada y sin abrir exclamó:
-´El señor de la casa no se encuentra en estos momentos Moritou-san, os
ruego que os marchéis de inmediato´
El hombre atravesó la puerta
corredera haciéndola añicos, la vieja dama trastabilló y cayó al suelo.
Moritou desenvainó su espada
y la alzó sobre su cabeza
-´!Prepárate para morir, ahora sois mi enemiga, como guerrero no
puedo permitir que mis rivales permanezcan con vida ni un solo día!´.
Koromo se protegió el rostro con las manos y preguntó
gimoteante:
-´¿Pero qué mal os he causado para que
deseéis mi muerte?´.
-´Hace cinco años, antes de que me
marchara os pedí a vuestra hija en matrimonio y vos aceptásteis. Ahora que
estoy aquí encuentro que Kesa es la esposa de otro. Sabéis bien que siempre la
he amado . Al volver a verla ha renacido con fuerza en mí ese sentimiento.
Estoy enfermo, me corroe la desesperanza, me hiere el despecho, me habéis ultrajado
. !No puedo vivir sin ella, y no lo haré, me quitaré la vida pero antes os
arrebataré la vuestra!´.
El
airado guerrero se dispuso a asestar el golpe fatal cuando se vió interrumpido
por la joven Kesa, que había
permanecido en todo momento en la estancia contigua. Entró en la habitación y
se interpuso entre su madre y Moritou.
-´!Perdonad a mi madre, os lo suplico!´- gritó Kesa con el rostro bañado en lágrimas.
El agresor relajó el
rostro, el fuego desapareció de sus ojos y diríase que la cordura regresó a su torturada mente. Kesa aprovechó el momento para hacer salir a su madre.
Una vez estuvieron los
dos solos y llorando desconsolada se arrojó a los brazos de Moritou.
-´Siempre os he querido primo mío,
si es cierto que me amáis perdonaréis a mi buena madre...´- hizo una pausa y
le susurró -´...y mataréis a mi marido´.
Morito , la miró
estupefacto, como si no terminara de creerse lo que acababa de oir.
-´Pero como...´
-´Acudid a mi casa mañana por la
noche, saltad por la pared trasera, daré a mi esposo sake suficiente como para
que no se despierte, no os preocupéis por la oscuridad, le convenceré para que
se lave el pelo antes de acostarse, así tan sólo con el tacto podréis reconocerle.
Aseguraos de hacer bien vuestro trabajo, cortadle la cabeza´.
Moritou no supo que decir, la frialdad de Kesa le dejó atónito, sentía una fuerte
opresión en el pecho mezcla de miedo y emoción. Ella le amaba y haría todo lo
que le pidiera, incluyendo el asesinato.
EXPIACIÓN
Kesa estaba preciosa esa noche, vestía su mejor kimono, había perfumado su pelo y
maquillado sus mejillas. Wataru, su
marido no podía dejar de mirarla. Había despedido a los sirvientes y ella misma
era la que le servía. El conjunto representaba una estampa idílica, una mujer
cuya belleza haría palidecer a los mismos dioses, un pedacito de gloria que iba llenando
grácilmente una y otra vez su copa, el bebía y compartía la mitad de su
contenido con ella, cruzaban sus miradas y rozaban sus manos. La adoraba y era
correspondido, se sentía el hombre más afortunado del mundo. El suyo había sido
ren-ai, un matrimonio por amor. Kesa pertenecía a una casta inferior,
casi todos sus parientes habían perecido en la guerra, malvivía gracias a un
insignificante estipendio. Desoyendo los consejos de sus familiares pidió su
mano, la madre no puso objeciones y a ella no pareció desagradarle la idea.
Siempre la trató con gran respeto, como una igual. Era consciente de las
habladurías que corrían por la corte, que lo tachaban de demasiado
condescendiente con su esposa pero nunca nadie se había atrevido a decírselo a
la cara. No le molestaban los rumores, conocía bien su verdadero nombre:
envidia, celos y rencor.
Kesa no pudo reprimir un ligero gemido. Wataru se inquietó y preguntó si había dicho o hecho algo que la
hubiera molestado.
-´En absoluto esposo mío, es que soy tan feliz...´- dijo tras
rellenar su cuenco, luego añadió ´amor
mío es casi medianoche y estoy algo cansada, te ruego que hoy durmáis en las
estancias interiores, esta noche deseo estar sola´.
Wataru asintió y apuró su
copa de un solo trago, luego le dedicó una gran sonrisa de modo que no se
sintiera culpable por tan osada petición.
-´Querido, antes de retiraros quisiera daros las gracias por todo el bien
que me habéis hecho, recordad que siempre os he amado, a vos y a nadie más´.
Wataru le acarició el
pelo con ternura. En ningún momento se imaginó que aquello era una despedida y
que esa sería la última vez que la vería.
Ya a solas Kesa se desvistió, llenó un barreño de
agua y sumergió en él su larga cabellera...
Una figura embozada se
deslizó por entre las sombras. Con sumo cuidado palpó la almohada hasta que
notó humedad en sus dedos. La luna recorrió el filo de una espada, se oyó un
ruido sordo, luego silencio. El intruso introdujo su ansiado trofeo dentro de
un furoshiki (pañuelo usado como
bolsa) y se esfumó tan furtivamente como había venido.
Una vez se hubo
alejado Moritou se detuvo para
contemplar la cabeza de su ahora difunto rival, al abrir el sanguinolento paño profirió un grito de horror:
-´!!!KESAAAAA!!!!!!´
A la mañana siguiente el asesino
confesaba su crimen a un atribulado Wataru.
Le ofreció su sable para que con él dispusiera de su vida como compensación. El
viudo pasó a su lado y sin mirarle dejó caer una carta:
´A la dama Koromogawa, de tu hija
Watanabe Atoma.
Siempre
he escuchado que la belleza de una mujer arrastra a muchos hombres al pecado.
Temo que la vida de muchas personas corren peligro por mi culpa. Madre, sé que
sufrirás mucho si muero, me apena mucho pensar en el dolor que pueda causarte.
Pienso expiar mi falta con la muerte. Os ruego que recéis por mi
alma cuando me haya marchado. Por favor no lloréis, puedo entender vuestro
dolor y es el único pesar que siento en este momento.´
Wataru miró al cielo y dijo:
-´Nosotros somos los únicos culpables, vos por desear lo que no os
correspondía y yo por no haber sabido protegerla, propongo que nos desprendamos de
nuestras posesiones terrenales, abandonemos nuestros nombres y como penitencia dediquemos
el resto de nuestra existencia a purgar nuestros pecados´.
Y así lo hicieron, el noble Wataru Watanabe y el guerrero Endou Morito renunciaron a todos sus títulos y cargos,
regalaron todas sus riquezas y se ordenaron monjes, pasaron el resto de sus
días rezando por el alma de Kesa.
EPÍLOGO
La de Kesa-gozen
es una historia real incluida dentro del Gempei Seisuiki que es la
versión extendida del Heike Monogatari o crónicas del Heike formada por un total de cuarenta y ocho libros. Los hechos
son narrados por un monje llamado Mongaku.
De él se decía que enloqueció tras decapitar a su amada. Tras cometer tan
aborrecible crimen escapó a las montañas portando la cabeza de su víctima y la
custodió hasta quedar irreconocible debido a la descomposición. Se rapó el pelo
y se enclaustró en un monasterio hasta que lo abandonó para participar en la
siguiente guerra del lado del clan Minamoto
como yama-bushi
(monje guerrero). Destacó por su bravura y su extraña costumbre de decapitar a
sus enemigos al grito de ´!Atoma!´ quizá con la esperanza de volver a ver en
aquellas cabezas el rostro de su amor.
Tras la derrota del
clan Taira llegó a ser amigo y
consejero personal del shogun Minamoto
Yoritomo.
Y si, no hay que ser
muy listo para deducir que el verdadero nombre del monje Mongaku era Endo Moritou.
Esta historia fue
llevada al cine en el año 1953 bajo el nombre de ´La puerta del infierno´, ganó dos
oscar (mejor película extranjera y mejor vestuario) y una palma de oro en el
festival de Cannes.
El argumento se
diferencia de la historia clásica en que Moritou
y Kesa no son parientes y nos muestra
a un Wataru consciente del interés de éste por su esposa.
Por otra parte, en la
obra de teatro Kabuki ´Nachi-no-taki
chikai no Mongaku´ (El monje Mongaku en la catarata de Nachi). El
protagonista es perdonado por dos espíritus (¿uno de ellos puede ser Kesa?) tras someterse a una dura
penitencia.
En cualquier caso la
historia de Kesa-gozen es un ejemplo
del ideal de ´mujer samurai´. Siendo
capaz de anteponer el deber a sus intereses, pasiones o sentimientos personales
llegando a realizar el mayor de los sacrificios.
Por otra parte Moritou encarna la fuerza bruta y las
pasiones incontroladas, es la antítesis de Kesa
y sus destinos son por tanto opuestos, mientras que ella alcanza la paz a
mediante su muerte, él es condenado a una vida de arrepentimiento, locura y
penitencia perpetuas.
Como conclusión y a
modo de reflexión personal Kesa es
una de las mayores heroínas de la historia japonesa sin caer en el manido
estereotipo de la ´princesa guerrera´ (que las hubo y muchas). Ser mujer no
significa dejarse crecer los pelos de los sobacos y teñirselos de azul, ni
pintarrajearse los pechos con frases obscenas, no es hablar con palabras que no
existen con tal de paliar un profundo complejo de inferioridad.
Una mujer es
sencillamente aquello que un hombre jamás llegará a ser y Kesa-gozen es un clarísimo ejemplo de ello.
Sed felices.