UNA NOCHE COMO ESTA
Mira al cielo, no verás mucho si estás en medio de una gran urbe pero
imagínatelo lleno de estrellas. Piensa por un momento que estás contemplando
una larga línea blanca, se llama Amanogawa
, aunque en otros países también se la conoce como “vía láctea”. Junto a
ella dos luminarias blancas, Altair y Vega nos han enseñado los estirados
hombres de ciencia, con su aire de superioridad intelectual y sus paredes
llenas de títulos que ellos mismos se conceden engordando sus egos que no así sus almas. Se han olvidado
de sus verdaderos nombres, son Orihime
y Hikoboshi, que ansiosos esperan a
la hora convenida, en la fecha pactada, ruegan a Tentei, el rey celestial, para que ese año no llueva, anhelan oír
el batir de setecientos pares de alas, de otras tantas urracas que unidas
formarán un puente que permita a los dos cruzar el río que los separa y que la
noche sea, por fin, de ellos y de nadie más.
LA ETERNA ESPERA
Cuenta la leyenda que
el Padre celestial tenía una hija de nombre Ito-Orihime.
Todos los días a la orilla del Amanogawa
acostumbraba a trabajar sin descanso hilando deslumbrantes tejidos que
adornarían a todos los dioses del cielo y de la tierra. Pasaron las edades y
Orihime comenzó a sentirse muy sola, penaba en silencio cada vez que veía a las
parejas felices hacerse promesas de futuro vistiendo los mismos ropajes que
ella misma confeccionaba sin parar.
El
padre celestial, conmovido por la visión de su hija acordó un encuentro entre
ella y Hikoboshi , un pastor que
vivía al otro lado del río.
Fue
un amor a primera vista, parecían estar hechos el uno para el otro, enseguida
se hicieron los preparativos para la boda y Orihime
volvió a sonreír. Mas todo en exceso es perjudicial y ambos fueron muy felices,
demasiado tal vez. La dichosa dama no perdía oportunidad para estar junto a su
amado y terminó desatendiendo sus tareas lo que enfadó enormemente a su padre.
Tanzaku separó a la pareja y les
prohibió verse más pero ante los ruegos de su apenada hija quiso hacer una
excepción: una vez al año, el séptimo día del séptimo mes ambos amantes podrían
cruzar el río y encontrarse, al día siguiente cada uno debería regresar a su
orilla y esperar al día siguiente.
Orihime volvió a dedicarse a sus tareas
esperando con ilusión la llegada del día en el que su querido Hikoboshi obtuviese el permiso para
cruzar el río. Pero ocurrió que una vez llegada la fecha el pastor no pudo
cruzar el río pues era muy caudaloso y era muy mal nadador. La dama lloró
amargamente y sus lamentos conmovieron a una bandada de urracas que sobrevolaba
el lugar. Al enterarse de lo sucedido las urracas se ofrecieron a ayudar a la
pareja y con sus cuerpos formaron un puente de modo que Hikoboshi pudiera cruzar y prometieron regresar al año siguiente
siempre que la lluvia no les impidiese volar ni la corriente del río estuviese
muy crecida.
Desde
entonces los mortales miramos al cielo durante las noches de verano y podemos
contemplar Amanogawa en toda su
gloria, y dos pequeños puntos luminosos que cada día se acercan más hasta que
llegado el día uno de ellos cruza la línea blanca que los mantiene separados el
resto del año. Algunos recordamos sus nombres, el resto los ha olvidado, o les
ha dado otros nuevos pero inexplicablemente, mientras la mayoría bajamos la
cabeza cuando sentimos melancolía, soledad o tristeza, el séptimo mes todos
alzamos nuestra vista y sin saber porqué suspiramos, y en ese doloroso aliento
dejamos escapar nuestras esperanzas, anhelos. Todo lo que nos atormenta o nos
retiene sube al cielo porque ¿Quién sabe? Es posible que Orihime los escuche y mande a su bandada de urracas celestiales y
de nuevo con sus plateadas alas formen un camino que nos ayude a superar la
insalvable grieta que nos separa de nuestra felicidad.
FIESTAS
El festival de las
estrellas o Tanabata es una de las
más importantes y llamativas festividades de Japón. Se celebra durante el
verano, y aunque según la leyenda el encuentro de los dos enamorados se produce
el séptimo día del séptimo mes cada región lo celebra un día (o varios)
distinto. La fecha se estableció utilizando el calendario lunar, no el juliano.
Siendo
de origen chino, Tanabata fue introducida
en Japón alrededor del siglo VIII, donde los nobles ataban en los árboles tiras
de papel en las que escribían sus deseos en forma de poemas y se reunían para
contemplar las estrellas y la luna tsukimi.
No
fue hasta el siglo XVII que la celebración se extendió a toda la población, la caída
del shogunato Tokugawa y la
restauración Meiji provocó un
acercamiento a las viejas costumbres imperiales entre las que se incluía el
festival de las estrellas Tanabata que
terminó fusionándose con los populares Bon
Odori (bailes populares tradicionales). Todas las poblaciones se llenan de
colores y tanto los niños en las escuelas como los mayores en las calles llenan
los árboles con tanzaku, las chicas en especial procuran lucir sus mejores
vestidos. Por la noche encienden hogueras y bailan alrededor de ellas.
A
veces este festival se confunde con otro en el que se honra a los muertos
dejando flotar en el mar lámparas con ofrendas.
EL AÑO QUE LLOVIÓ
De entre los
más famosos se encontraba el festival de Sendai, al norte. Durante la segunda
guerra mundial cesaron los festejos en la capital y se trasladaron a zonas más
seguras. En el 2011 y debido al terrible terremoto no hubo celebración en
Sendai, pero el resto del país se volcó con ellos, pues el deseo más repetido
ese año fue “ojalá todo volviera a ser como antes de marzo”.
En una escuela
llamada Ookawa murieron más de cien personas y hasta hoy seis niños siguen
desaparecidos, desde entonces se cuelgan tanzaku alrededor del lugar donde se
leen “Dejad que nuestros hijos vuelvan pronto” o “Que el cielo os proteja”.
En la provincia
de Miyagi se repartieron cinco mil pañuelos rojos en los que todos escribieron “Que
todos los que hoy faltan sean pronto encontrados”, luego los ataron a un gran
globo y soltado al aire.
DAME FUERZAS PARA CRUZAR EL RÍO
Llevo toda la tarde preocupado, está nublado y el parte meteorológico no
tiene buena pinta, ruego silenciosamente para que no llueva, esta noche no al
menos, los amantes están ya muy cerca, casi pueden tocarse. Permíteme, Padre
celestial, que mi deseo se cumpla, he atado devotamente mi tanzaku en las rejas
de mi ventana, tan solitario parece un capricho exótico del que ha leído demasiados
cuentos o del que ha hecho un pacto con sus demonios para que de vez en cuando
dejen de atormentarle y a cambio se comporta de forma extravagante para
diversión de los mismos.
Que
mi deseo sea escuchado, pues no es para mí por quien rezo esta noche, si no
para todos los enamorados, los que quieren a su pareja, a sus hijos, familia, a
los enamorados de la vida, a los que son fuertes y pueden nadar a
contracorriente, y sobre todo rezo por todos aquellos que, leyendo este humilde
texto habéis llenado un poco de mi mundo como espero que yo haya entrado en el
vuestro.
Desesperadamente
he aguardado
Esta es
la noche en la que nos encontraremos
Rio celestial
Ojalá la
bruma te envuelva
Y no
amanezca nunca.